La lluvia en Sevilla

Las invasiones cibernéticas

Como los vándalos entraran en Híspalis o los vikingos en Ishbiliya, Sevilla sufre hoy invasiones cibernéticas

Hay una ciudad de la que Marco Polo evitó hablarle al Gran Kan. Le describió las ciudades invisibles más sorprendentes que cabe imaginar, como esa en la que los muertos llevan en ultratumba la vida deseada que no pudieron desarrollar antes de fallecer, o esa otra en la que calles y casas están dispuestas exactamente igual que las constelaciones, de modo que una obra en una calle provoca considerables desajustes astrales. Como estas, otras ciudades surgidas del ingenio de Italo Calvino, y contenidas en su libro más famoso, representaban la dualidad, la duplicidad, el desdoblamiento: hay una ciudad bajo la ciudad, donde suceden cosas que se correlacionan.

Pues bien, hay una ciudad de la que Marco Polo evitó hablarle al Gran Kan: es Sevilla en la nube. Está la Sevilla real, que se encharca si llueve; la que caminamos en busca de algún parque donde disfrutar de la compañía de los árboles, la de los pisos turísticos, la bella, la sucia, la del duende, la de los barrios hartos. Sobre ella se cimenta la Sevilla cibernética, compuesta de ceros y unos que dibujan padrones, planos, registros, direcciones, huellas, números de cuenta, enterramientos, contraseñas, propiedades, tasas, contratos, deudas, matriculaciones. Nada que tenga que ver con la vida vivida, dirá el romántico y, sin embargo, esa Sevilla cibernética nos compone y nos conrea, pues tanto dato, documento y trámite vela por cosas de importancia, derechos, deberes, concursos de méritos, seguridad, logísticas, que ningún listo o poderoso viva sin contribuir con su ciudad… La Sevilla en la nube es la Sevilla duplicada e invisible que ha sido atacada y saqueada por Lockbit.

Como antaño los vándalos entraran en Híspalis o los vikingos en Ishbiliya, Sevilla se expone ahora a las invasiones cibernéticas, y esto es lo que ha sucedido con el ciberataque al Ayuntamiento. Confío en que el Consistorio estén articulando una defensa numantina a esta crisis de ciberseguridad, ya que pueden correr riesgo los derechos fundamentales de las vecinas y vecinos de la muy noble y muy leal. El Ayuntamiento “espera” (sic) que los hackers no tengan nuestros datos, pero el plan de los atacantes suele ser precisamente ese: hacerse con multitud de documentos con infinidad de datos, que nos hagan rehenes y poder pedir el rescate. Si no, mandan, como en las pelis, la muestra de la pupita que pueden hacernos y, a la larga, los mercenarios acaban subastando el botín en la dark web, lo que abre nuevas puertas a ataques a particulares. Ningún gobierno o institución está exento de un saco cibernético, pero sería menester que la próxima invasión encontrara en la Sevilla cibernética más altas las almenas, más vigías, más firmes sus 13 puertas y seis postigos.

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