La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las banderillas del senador Ávila

El alcalde de Carmona dejó sentado en el Senado al sectario ministro Urtasun, fiel al perfil de chico terrible que hoy está de moda La hora de ciudadanos maduros ante un Gobierno humillado La congregación de monjas de la AT

Juan Ávila, senador y alcalde de Carmona.

Juan Ávila, senador y alcalde de Carmona. / M. G.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ejemplifica a la perfección la degradación de la vida pública y la afición de la sociedad actual por los perfiles de supuestos niños terribles, sea en política, en periodismo o en otros ámbitos. Son gente a la que le encanta el poder, vivir bien y ejercer modelos de conducta marcados por el conservadurismo, pero que se revisten de chicos fatales. Engañan el tiempo justo, claro. Pero mientras los hay que llegan alto. Urtasun no pasa de habilidoso, pareciera sacado de Nuevas Generaciones pero despeinado y tiene la enorme competencia del mostrenco Óscar Puente. La cultura, tal como la concibe su formación política, es idónea para la nadería que él mismo representa, para ventear el humo de estulticias como discutir el contenido de los museos, cultivar la leyenda negra como buen ignorante con destreza en la oratoria vacua y lucir de vez en cuando los trajes con chaquetas de solapa estrecha de estética filosanchista. En el fondo se trata de formar parte de la tribu reinante en el momento. Todo menos quedar fuera del rebaño acertado. Al tal Urtasun lo ha dejado sentado el senador y alcalde de Carmona. Juan Ávila, Algarrobo al galope en la Cámara Alta, le ha dicho las cuatro verdades sobre la fiesta de los toros, que el inculto y sectario Urtasun denigra y censura con tal de agradar a su grey.

Ávila le dio una lección: “¿Sabe la definición de la Real Academia Española del término cultura? Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar un juicio crítico. Yo soy tan animalista como usted, tengo una enorme formación del mundo taurino y permítame que con respeto le diga que usted no tiene ni la formación, ni el conocimiento, ni nada para hablar mal de la Fiesta Nacional, y mucho menos para tomar decisiones. Pero sí le voy a hablar de lo que debe entender como economista. La fiesta nacional no es sólo arte, no es sólo cultura. Es mucho más. En el último año acudieron a las plazas de toros 25 millones de personas, 10 veces más que los votos que usted sacó con siete formaciones en las últimas elecciones. Por último, la taurina es la primera actividad cultural de este país. Por cada euro que se invierte en tauromaquia, se producen 2,8 euros en la economía nacional. Se han producido 345 millones en entradas. ¿Sabe lo que eso ingresa en el Estado? ¡Cuarenta millones de IVA? Le pido por favor que aprenda, se informe, y después hablemos de toros”. Solo una objeción al senador Ávila. La fiesta de los toros se justifica como mero acto de libertad. No hace falta más. La libertad es lo que más fastidia al sectario. Ni cifras, ni adornos. Un par de banderillas clavadas en todo lo alto con el nombre Libertad.

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