Tras la magnífica victoria del Villarreal antier en Anoeta, le corresponde al Betis hacer lo propio esta tarde. Empresa complicada, por cierto, para mi saber y entender más difícil que la dilapidada el jueves en Zagreb. Y es que llega el mejor Athletic de la última década ya conformado como una tropa aguerrida que puede ser considerada como lo más opuesto a cuanto significa el anfitrión, por siempre y para siempre Real Betis Balompié.

En dos meses ha tirado el equipo verdiblanco tres competiciones y en la que sobrevive ha de competir de inmediato con el Athletic Club que Ernesto Valverde tiene saltando en la palma de su mano. Es el Athletic de esos dos torbellinos de ébano que son los hermanos Williams, Iñaki y Nico para lo que guste mandar. Un equipo perfectamente sincronizado y que ha recibido unas certeras transfusiones de ADN procedente de Lezama, el mejor vivero del país.

Es éste un Athletic con fundadas aspiraciones de Champions, sólidamente consolidado en la quinta plaza y que mira a los ojos al inquilino de la cuarta, además de vivir la friolera de diez puntos por encima del Betis. Y en el recuerdo perdura aquel 4-2 de los inicios que sirvió a los leones para remontar los goles de Willian José e Isco. Abundando en la cosa, las circunstancias adversas que jalonan la vida del anfitrión para que la empresa parezca aún más dificultosa.

Y con un chaparrón de ausencias, apelando a los dibujitos de colores a la hora de componer el sistema defensivo y a eludir ese estado depresivo que parece revolotear sobre el nido bético, ahí el Betis de Pellegrini. ¿Volverá el milagrero técnico chileno a dar con las teclas que tan bien suele pulsar? Esperemos que sí, sobre todo para que los francotiradores que vuelven a la tarea de sabotear las entretelas béticas no rentabilicen su munición. El Betis tiene la palabra, no hay otra.