Cartel de la Feria

Qué me dices, bruja inspiradora, de un cartel de la Feria con una gitana resultona y apabullante

Ambiente en el domingo de Feria

Ambiente en el domingo de Feria / José Angel García

–Acepto, bruja experimentada, que no tengas que ver con la desmemoria de algunos titulares de las casetas, en el olvido de la renovación, pero me da, por razones endemoniadas, que no fuiste ajena a la artística inspiración del Resucitado, sugerente y atractivo, del cartel de la Semana Santa de Sevilla.

‒¿Y qué ganaba mi patrón, plumilla desnortado, con esa carnal hermosura del Nazareno, si ya estaba Satanás pletórico con la Semana Santa mojada y no necesitó hacer la “pascua” ‒vaya comparación‒ convocando un aquelarre para propiciar estropicios?

‒Bueno, será como dices, que no quiero indisponerte, pero pensaba yo, mi bruja dilecta, que un espléndido cartel propio de la Feria ­‒ahora que cuenta con el primer pregón, auspiciado por la Asociación de Titulares de Caseta de Feria‒ resultaría de tenerte por modelo de gitana resultona y apabullante, capaz de hechizar con solo mirarte en el cartel.

‒Te veo venir, zangolotino, aunque hechicerías no me falten para convertirme en un reclamo irresistible.

‒No me cabe duda, que aquí me tienes rendido a tus encantos, bruja despampanante, pero, en materia de carteles ‒me has visto venir‒, algo habrás hecho de las tuyas, pues no lo niegas expresamente, para confundir a los devotos en la Cuaresma y estimular el celo de los opinadores de guardia.

‒¿Tú te crees que el príncipe del infierno ‒como se entere me chamusca‒ iba a consentir que yo presentara tan guapo y hermoso al Resucitado, en un cartel que está para ponerlo en el dormitorio?

‒Ay, bruja, que revelas sin querer tus maquinaciones y has querido provocar pecados, aunque sean de pensamiento, a muchos trastornados mortales, para que se acerquen a las calenturientas lindes del infierno.

‒No he aguantar más despropósitos de tu estrecho magín, zascandil iletrado, que ves fabulaciones insensatas por tus desviadas entendederas.

‒Pues dime, si no, qué motivo elegirías para un cartel de la Feria, si es que no has sido la inspiradora musa del de la Semana Santa, tan cerca y tan lejos en la festiva transición de las celebraciones primaverales.‒Solo te falta decir las fiestas del equinoccio, plumilla desbarajustado, como hacen quienes, por razones dispares, pretenden cambiar el nombre, y el alcance, de las cosas.

‒No me hagas de esos, bruja quisquillosa, que parecen malos aprendices de brujo y yo pretendo disfrutar de los elixires de tu magia. ¿Qué me dices?

‒Que estás trastornado y no poco confundido, aunque a veces te aproveches de mis flaquezas.

‒A ver, qué te parecería un cartel de la Feria, ya que te escabulles, en el que la Giralda apareciera adornada con volantes de gitana en un contorneado cuerpo de mujer.

‒Pues una tontuna, para decirlo con cierto decoro. Ni si quiera una ocurrencia antropomorfa, ya que sería darle algún atributo, algún rango, a semejante dislate.

‒Y si se vieran, desde el firmamento colmado de estrellas, infinitos puntos de luz en el callejero del real.‒Como si lo vieras desde la ventanilla de un avión, so papanatas.

‒No, bruja arisca, con algo más de creatividad: el cielo y la tierra cerca, la Feria como celestial regocijo.

‒Estrellado te vas a quedar, juntaletras, con esos desvaríos de tu penoso ingenio.

‒Todavía mejor, el firmamento de estrellas fulgurantes, las ordenadas e incontables luces del real y, entre el cielo y la tierra, sobre una escoba escarlata, tú vuelas ufana y radiante.

‒Ya no puedo más, plumilla pánfilo. Te voy a poner vendiendo buñuelos, a ver si eres capaz de distinguir la Feria por dentro y por fuera, y sacas algún provecho para tu menguado entendimiento.

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