Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Cacerolitis: hay que temerse lo peor

La élite populista de derecha y de izquierda ya tiene otra forma de expresión: el 'cacerolismo'

Como hace unos días -ya no recuerdo exactamente cuándo ni me importa- hubo una cacerolada contra la Monarquía coincidiendo con que el Rey se dirigió por televisión al país, poco después, otro día -ya no recuerdo exactamente cuándo ni me importa- hubo una segunda, más que nada por contrarrestar la anterior y al parecer contra el Gobierno por su gestión de la crisis del coronavirus. La primera la instigó la llamada izquierda radical o extrema izquierda o izquierda republicana o izquierda a secas o republicanos fetén o el Círculo Agobiales, a saber, con la intención de hacer oír su aversión a la institución a cuenta de ciertas finanzas del padre del monarca, el llamado Rey emérito, Juan Carlos I (o Juan Carlos sin más). La segunda la promovió principalmente la llamada ultraderecha o extrema derecha -su líder, ya curado del coronavirus, azuzó a los suyos desde Twitter- o derecha a secas o monárquicos fetén o Niños Bien Reunidos. En este caso, cada cacerola era la mollera de sus odiados Sánchez&Iglesias. Total, el caso es que llevamos dos días con comprometidísimos vecinos con una causa u otra que, una vez perfectamente sincronizados sus relojes y sea lo que sea que estén haciendo -"cari, una cosa rápida que se nos viene encima la cacerolada"- lo dejan y se asoman a terrazas, balcones y ventanas y se dedican a aporrear el menaje con calamocana euforia. Al tiempo, algunos ríen tontamente. Les gusta el ruido, les encanta. Tal es su prioridad armar jaleo y hacerse notar, que estoy por pensar que algún voxiano despistado destrozó una sartén con el Rey platicando y que algún podemita en la inopia dejó un cazo para el arrastre secundando el llamado contra su carismático líder.

La cosa apunta, pues, a otra moda -que no modalidad- para manifestaciones de protesta, sea lo que sea que origine la queja y sea quien sea el convocante: a unos y a otros les pone el caceroleo. Dada la aceptación del método por parte de la élite populista, de izquierda y de derecha, hay que temerse lo peor: el surgimiento del cacerolismo como corriente de expresión política. Con el tiempo, será la ideología la que vaya depurando el compás, el timbre, el tono, la síncopa, el ritmo. De manera que el resto sabremos cuando suena una u otra, si los de un bando o los de otro. Circunstancia que vendrá muy bien para esos despistados ya mencionados, que sabrán discernir cuándo tocan los suyos y cuándo el enemigo.

El aspecto positivo de todo esto, que también hay que verlo, para cuando vuelvan a abrir las fábricas y las tiendas tras el coronavirus: el auge de la industria del menaje. Algunos van a tener que reponerlo casi entero.

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