La lluvia en Sevilla

Barriadas

El territorio extramuros de Sevilla tiene una chicha vital que los creadores actuales no vamos a desperdiciar

Como broche al club de lectura que tengo el placer de dirigir en Los Carteros, en Pino Montano –biblioteca municipal bien atendida y surtida, salpicada de plantas verdes y frecuentada por curiosas lectoras y lectores forjados entre sus anaqueles–, he escogido Calles de Sevilla, de Manuel Ferrand, escritor que vindico no por haber escrito desde Sevilla, sino sobre Sevilla –su naturaleza, gastronomía, sus barrios…– con indiscutible estilo y una mirada amorosa que no le ciega, pues también lo es crítica. En 2024, a una vuelta de hoja de almanaque, será su centenario, y más nos valdría celebrarlo en condiciones, a ver si nos quitamos ya la larga y mala fama de que esta ciudad vindica rematadamente tarde a no pocos de sus valores literarios.

Andaba ya releyendo –o, mejor dicho, paseando– los confines del libro, las páginas dedicadas a la Sevilla de las barriadas, cuando he sabido poner palabras a lo que, desde hace mucho, intuyo: esta ciudad goza de una personalidad tan propia, fruto de la intersección de muchos y singulares vectores que, por suerte, nunca se acaba de gentrificar y despersonalizar, ni necesita habitar su cogollo para ser única. Ferrand lo expresa así: “La Sevilla que se extiende pierde su aspecto pero no su carácter”. Incluso su pinta, siendo la propia del desarrollismo de cualquier ciudad española, tiene algo que la hace propia, y no digamos ya sus gentes y los vínculos que, a pesar de arquitecturas y trazados deshumanos, resisten con gracia. “Sevilla también está aquí –prosigue Ferrand, y se diría que, a día de hoy, Sevilla está mucho más aquí que en la Avenida de la Constitución–, en detalles inesperados, en matices sustanciales que nos salen al paso en el habla, en las actitudes y en las costumbres. En el giro tunante o la cadencia característica de una frase donde brota la hipérbole afortunada, el sentido de convivencia abierta y apacible y la capacidad de adaptación y de improvisación”. Leo esto sin parar de pensar en el proyecto Ellas en la ciudad de la arquitecta Reyes Gallegos, en su exploración barriada a barriada de la vida y la ciudad que alzan e hilvanan las vecinas. Esa Sevilla, cuya promoción mentía con un “A diez minutos de la Puerta de Jerez”, tiene una personalidad que no es ajena a escritoras, artistas o directores de cine. Mucho se ha cantado y contado el cogollo de esta ciudad, del que hoy van quedando rémoras esquemáticas y pintorescas y, debajo de ellas, una sustancia encarnada en detalles y gentes que no dejan de alucinarme. Mas el territorio extramuros –desde Los Remedios de Ferrand al extrarradio de Daniel Ruiz– tiene una chicha vital que, estoy segura, las y los creadores actuales no vamos a desperdiciar.

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