Crónica Personal

ADIÓS, 2023

Fin de año. Pasará a la historia como uno de los años más tristes y preocupantes de la política española

Pedro Sánchez celebra su victoria en la sesión de investidura.

Pedro Sánchez celebra su victoria en la sesión de investidura. / Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Se va el 2023, y ojalá sea para no volver.

Pasará a la historia como uno de los años más tristes y preocupantes de la política española, que afecta por tanto al estado de ánimo de los españoles, conscientes de que la deriva del Gobierno no lleva a nada bueno. Fundamentalmente, porque a nadie le gusta asumir la certeza de que el presidente de Gobierno es un hombre que miente, que engaña, que ha perdido la credibilidad que podía tener.

Ha incumplido sus compromisos, ha pactado con aquellos que dijo que nunca pactaría y aceptado exigencias de un prófugo de la Justicia después de anunciar su compromiso de entregarlo a los tribunales. Ha aceptado incluso reunirse con él en fecha aún no fijada; fuera de España, para evitar así su detención y que sea conducido ante un tribunal español.

El 2023 ha sido un año de elecciones autonómicas y municipales, y también de generales. Con un candidato que generaba fuertes expectativas, Alberto Núñez Feijóo, porque dio el salto a la política nacional con una buena experiencia de gestión en Galicia donde había sumado sucesivas mayorías absolutas, y porque además competía por la presidencia del Gobierno con un Pedro Sánchez que, considerado el peor presidente que ha habido en democracia, llevaba meses acumulando un rechazo político y personal nunca visto hasta entonces en un presidente español.

Las expectativas se cumplieron milimétricamente en el mes de mayo, con un triunfo del PP en las autonómicas y municipales que superaban todo lo previsto. Pero tras la catástrofe de esas elecciones para el sanchismo, Pedro Sánchez se confirmó como un experto en supervivencia, y convocó unas elecciones generales casi inmediatas –las que permitía la ley en el espacio mínimo de tiempo– que cogieron desprevenido a Feijóo y al PP, que no solo no supieron reaccionar al envite sino que tampoco supieron encontrar una respuesta eficaz con la que combatir la estrategia de Moncloa: identificar al PP con Vox. Un buen experto en estrategia política –que no tiene el PP– habría solucionado el asunto con una simple llamada de teléfono: la de Feijóo, Gamarra o Tellado a cada uno de los presidentes regionales electos indicándoles que paralizaran cualquier tipo de acuerdo con Vox hasta después de las generales. Resultado: el PP ganó las elecciones pero el miedo generalizado a Vox –ultraderecha, ultraderecha, ultraderecha, repetían Sánchez y su equipo– impidió que el número de escaños del PP fueran suficientes para gobernar. Ni siquiera sumando los de Vox.

PACTOS QUE HIEREN

Pedro Sánchez vio la oportunidad de oro de llegar a acuerdos con aquellos que juró jamás acordar nada. Y empezó entonces la tragedia –lo es para infinidad de españoles– de ver cómo el presidente de Gobierno llamaba a la puerta de partidos independentistas, herederos de ETA y un PNV que va de error en error, de decepción en decepción a sus votantes al asociarse con Pedro Sánchez para intentar así que un Bildu creciente les desplazara de la lehendakaritza. No conocen a Sánchez: apoya a quien le garantiza más escaños para seguir gobernando, sea cual sea su historia y trayectoria. Y Bildu no solo tiene más escaños que el PNV sino que además mantiene excepcionales relaciones con Junts, lo que no puede decir el PNV.

Con este panorama, Sánchez ha podido mantenerse a flote a cambio de prometer la amnistía a los independentistas catalanes condenados por el Supremo; asegura que no aceptará en cambio el referéndum, pero nadie cree en su palabra. Ha negociado con Bildu la alcaldía de Pamplona, y Bildu dice que en el acuerdo entraba que se pondría en marcha el mecanismo que abrirá la puerta a la integración de Navarra en Euskal Herría, País Vasco y el antiguo reino navarro –la vieja reivindicación de ETA– y que también ha prometido el apoyo socialista para que un miembro de Bildu se convierta en el gobernante de los vascos.Más allá de los pactos de Pedro Sánchez que han convulsionado la política, en el 2023 ha nacido una nueva formación política, Sumar, con 15 partidos que se han reunido en torno a Yolanda Díaz. Sin excesivo éxito.El resultado electoral no ha sido el esperado, a las pocas semanas las tensiones con Podemos han terminado en ruptura y Podemos se ha desgajado del grupo parlamentario al mismo tiempo que anuncian lista propia en Galicia y en las elecciones europeas, previsiblemente encabezada por Irene Montero. La venganza de Pablo Iglesias contra Pedro Sánchez y Yolanda Díaz por muchas razones, pero sobre todo por despreciar a su mujer, es un plato que se sirve frío.

Díaz no atraviesa su mejor momento, otros partidos menores de Sumar ya no se sienten vinculados con esa formación al no conseguir escaños. Estos días intenta desesperadamente encontrar candidato para la presidencia de la Xunta, ha llamado a todas las puertas posibles pero Yolanda Díaz no tiene buena entrada en Galicia; ha pertenecido al menos a cuatro partidos… y a los cuatro ha traicionado. También en este caso la venganza es un plato que se sirve frío.

Alberto Núñez Feijóo ha aprendido más en los meses transcurridos desde julio hasta final de año que en toda su vida política. Ha aprendido en primer lugar que la política regional no es igual que la nacional, también que es fundamental contar con un equipo con experiencia nacional, nociones de estrategia y en el que tenga cabida alguien capaz de atacar sin piedad al adversario pero que también haya cabida para dirigentes que, desde la moderación y lenguaje contenido, sepan encontrar los puntos flacos del rival.

SÁNCHEZ, “TOCADO”

A Sánchez la amnistía le ha pasado factura, se ha comprobado en las elecciones de marzo y también en las de julio, aunque el resultado de estas últimas fue mejor de lo esperado por el PSOE gracias a los fallos de la campaña del PP. Pero también le ha pasado factura su cercanía con Bildu, y la “foto” de Puigdemont con los dirigentes socialistas que Sánchez envió a Bruselas para negociar con el prófugo… Con el que él mismo se sentará a negociar, ya en el 2024.

En Bruselas su prestigio ha flaqueado. Su asociación con Puigdemont les ha llenado de estupor e indignación, ya que los eurodiputados españoles, incluidos los socialistas, se han dedicado a fondo de pedir que se levantara la inmunidad a Puigdemont para que fuera juzgado en España. Pero también afecta a su prestigio que las expectativas puestas en la presidencia de turno española no han sido tan buenas como se esperaba.

En las últimas fechas, la imagen de Sánchez en la UE que quedado muy “tocada”. En el debate que protagonizó en Estrasburgo para informar al pleno del resultado de esa presidencia de turno, no se ciñó al orden del día, sino que su intervención, con un tono desaforado en el que llegó a insultar al presidente del grupo parlamentario del PPE, Manfred Weber, cuando insinuó que su actitud era comparable a la de Hitler, provocó una auténtica conmoción. Incluso en su supuesta buena amiga Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, del PPE como Weber y alemana como Weber.

No puede pasarse por alto al analizar el 2024 el papel de la Corona durante este año.

Las alianzas del Gobierno con partidos que no solo se confiesan republicanos –ningún problema siempre que respeten la Constitución, como ha ocurrido en Gobiernos anteriores– ha sido especialmente hiriente para la Corona por las faltas de respeto que han protagonizado esos partidos, negándose a acudir a actos presididos por el Rey o participar en la ronda de consultas para formar Gobierno. Pero sobre todo han sido escandalosas las faltas de respeto del propio presidente de Gobierno, incluso en público.

El rey Felipe ha actuado con un autocontrol propio de quien desde que nació ha asumido que su destino le obligaba a anteponer sus responsabilidades con España y los españoles a cualquier reacción visceral con la que mostrar indignación. Además es consciente que en estos tiempos en los que los aliados de Gobierno tienen como principal motivo de actuación romper España, la Corona, es hoy el principal elemento de estabilidad. El Jefe del Estado es quien más obligado está a defender el Estado. Precisamente porque ese es su papel, es creciente el gesto de distanciamiento de Pedro Sánchez hacia D. Felipe. Por no decir de animadversión.

El 2023 no finaliza con una España exultante de optimismo y de esperanzas en el futuro. Todo lo contrario. Es más: millones de españoles aguantan el tirón con la convicción de que se ha tocado fondo y que por tanto lo que viene no puede ser peor.

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