Empty floor | Crítica de danza

La música, lo último que se olvida

Los bailarines y las mujeres del taller de danza de Santiponce se unieron en varias ocasiones en el escenario del Teatro Romano

Los bailarines y las mujeres del taller de danza de Santiponce se unieron en varias ocasiones en el escenario del Teatro Romano / Lolo Vasco

Por primera vez en Sevilla, anoche llegó al Teatro Romano la compañía de danza italiana ImPerfect Dancers Company, fundada en 2009 por dos bailarines que habían militado ya en numerosas y prestigiosas compañías de ballet, Walter Matteini y la belga Ina Broeckx.

Como su nombre indica, su interés radica en la imperfección que, según ellos, es lo que nos hace únicos. Una imperfección no solo física, sino moral, sentimental, social, etc.

En sus anteriores trabajos, la mayoría muy teatrales y basados en la literatura, la compañía ha explorado la psique humana. Lo prueban títulos como InFaust, Madame Butterfly’s son, Romeo y Julieta, Hamlet o Lady Macbeth (los dos últimos pudieron verse en Madrid en 2018 y 2019), que han realizado giras por numerosos países.

Empty floor gira en torno a una enfermedad tan extendida (una de cada cinco personas la padecen o la padeceremos) como difícil de aceptar: el alzhéimer. Estrenada en Pisa en 2018, en colaboración con una asociación de enfermos de ese mal, la pieza suele contar, allá donde va, con un grupo de pacientes que se sientan en las primeras filas hasta que son llamados a escena para realizar unos sencillos movimientos y obtener así una deseada visibilidad.

En el Teatro Romano, en cambio, la compañía estuvo acompañada por un grupo de entusiastas y heterogéneas mujeres mayores de un taller de danza de Santiponce.

Sentadas al fondo del escenario mientras los bailarines y bailarinas de la compañía (con un bailarín sevillano entre ellos) desarrollaban sus dinámicas coreografías, ya corales, ya en forma de dúos o solos de gran intensidad dramática, éstas ocuparon en varios momentos el escenario para bailar espontáneamente Una chica ye ye de Concha Velasco y Tengo el corazón contento de Marisol, o para cantar una canción española.

No entendimos demasiado bien esta utilización del grupo, si no es para dejar claro que todos podemos bailar y cantar, o para recordar que la música es una de las últimas cosas que olvidan los afectados por esta terrible enfermedad.

La coreografía, siempre enérgica y atlética, llena de giros y piruetas, queda así en muchas ocasiones en un segundo plano respecto a la intención dramática que capitanea la propia Ina Broeckx (intérprete de Lady Macbeth y de casi todos los papeles dramáticos de la compañía).

Con una energía y una expresividad extraordinarias, ésta evoluciona todo el tiempo junto al grupo de mujeres y, en la recta final del espectáculo, interpreta, en un dúo impresionante, los primeros síntomas de un deterioro que todos sabemos irreversible mientras otra pareja, más joven y sana (más ‘perfecta’) lleva a cabo uno de los mejores duetos de la pieza y funciona como un claro contraste con la anterior.

Hay que señalar que, a pesar de que el concepto coreográfico y la dramaturgia de Empty floor resultan algo confusos, la pieza logró emocionar vivamente a las personas -muchas entre el público- que han tenido contacto con enfermos de alzhéimer y que pudieron reconocer en el escenario muchas de sus reacciones.

Empty floor estará esta noche también en el Teatro Romano de Itálica a las 22:30.

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