La Caja Negra

15 cosas difíciles de conseguir en Sevilla

15 cosas difíciles de conseguir en Sevilla

15 cosas difíciles de conseguir en Sevilla / Rosell (Sevilla)

Dejemos la seriedad por un momento. Una gran ciudad tiene una lista de proyectos o infraestructuras pendientes que lastran su evolución, condicionan la vida de sus habitantes y centran los debates políticos. Sevilla tuvo un gran ciclo inversor con motivo de la Exposición Universal de 1992. Políticos de diferente signo han admitido que la ciudad no está bien tratada desde entonces en ningún presupuesto público: ni los de la Administración autonómica ni los del Estado. Al margen de reivindicaciones que son ya tradicionales, la ciudad presenta una lista de retos menores, mucho menores, de cosas difíciles de conseguir que permiten cierto enfoque desenfadado, un intento por desarrollar ese buen humor que es el lubricante de la existencia.

1. Almorzar sin corbata en el Aero un mediodía de jornada laborable. Si le citan en la sede de este club de la calle Francos deberá ir con el cuello cerrado con corbata, salvo que sea el horario de cena de los viernes, cuando se tolera cierta flexibilidad. Si la convocatoria es con poca antelación y le sorprenden sin corbata, puede pedir una en préstamo, pero mire bien que el cuello de su camisa cierre con cierta holgura o parecerá que está a punto de rematar un saque de esquina. Es más fácil conseguir una dispensa en el Palacio Arzobispal que en el Aero.

2. Que te digan una opinión sincera cuando eres pregonero de algo. No se fíe un pelo de los demás cuando le toque dar un pregón de lo que sea. En esta ciudad se confunde en demasiadas ocasiones la sinceridad con la mala educación, pues se pasa del abrazo de cumplido al ataque directo o indirecto en las redes sociales. Pregone usted el caracol en sus grandes días de mayo o la Semana Santa en la Renault. Nadie le dirá verdad a la cara. Ysi algún incauto se atreve a formularla por detrás y es poco favorable, rápidamente se considera que a Fulanito le mueven otros intereses, “le ha debido pasar algo con el pregonero” o ha tenido un mal día con su cónyuge. Pronuncie usted el pregón de lo que quiera o pueda y viva la liturgia de los parabienes sociales. No espere más. Ni menos.

3. Que no te inviten alguna vez en la vida a un “desayuno informativo”. Ni se desayuna ni mucho menos se informa. Vemos reportajes sobre las montañas que se forman con las toallitas que el personal echa indebidamente por el inodoro. ¿Pero cuántas cordilleras podríamos elevar con la cantidad de bizcochos procesados, pastas, fiambres, bollería industrial y hasta palos verdura que ofrecen en estas sesiones matinales de supuesto trabajo pero que, en realidad, están enfocadas a la foto del protagonista y a conseguir los treinta segundos en el informativo de mediodía? Es muy difícil, tremendamente difícil, que no le toque soportar estos suplicios alguna vez en la vida. Si se cumple la amenaza, ponga una velita a su santo preferido para que la cita no sea en lugares tan inhóspitos y de difícil aparcamiento como la Cartuja. Y, por supuesto, lleve tomada la tostada con aceite, que es lo que no se enteran que desayunamos mayoritariamente en Sevilla. Las tostadas han llegado al AVE, pero no a determinados hoteles cuando se trata del “desayuno informativo”, sesión de castigo que te deja diezmada la jornada de trabajo.

4. No oler a excremento de caballo en la calle San Gregorio. Es muy difícil pasear por los alrededores de la Catedral en dirección, por ejemplo, a la sede del Consejo de Cofradías para renovar las sillas que tiene usted en la fila número 15 de la Plaza de la Virgen de los Reyes , y no sufrir el mal olor de las heces de los caballitos. Es una suerte de patrimonio inmaterial... en negativo. Sale usted del Consejo con casi 300 euros menos tras pegar el tarjetazo bancario y otra vez se topa con la Sevilla de la peste. Quizás el segundo lugar que peor huela sea Placentines, a los pies de la Giralda, y el Archivo de Indias. Un día asistimos a la rueda de prensa en que una concejal andalucista propuso unos pañales para los animales. No funcionaron. Con los años se ideó otro sistema, que se ve deficiente por uso indebido o porque directamente no se emplea. Hemos mejorado, pero sigue siendo difícil, muy difícil, no pasar por San Gregorio y acordarse del aroma a incienso.

5. Cruzar el Puente del Centenario sin un atasco. “Tira por el puente que es más corto”. Tururú. ¿Cuántas veces no le han llevado por esta pasarela tan espectacular como chica se ha quedado para nuestras necesidades, y aprovechando que no está usted al volante le ha da tiempo a disfrutar de una hermosa perspectiva del Puerto, buscar dónde está Palmas Altas o localizar el centro comercial Lagho? Hay velocidades lentas, parsimoniosas de tiovivo, de patinete y de tráfico continuamente denso en el Puente del Centenario. Si hasta el personal se baja del coche y se zurran de los nervios como en una vulgar reyerta. “Las cabezas no andan buenas”, dijo uno.

6. No decir alguna vez en la vida que Sevilla “vive de espaldas al río”. Es dificilísimo que alguien no te llame la atención sobre el desinterés de la ciudad por el río en comparación con capitales como París o Londres. ¿Tan de espaldas vivimos al Guadalquivir?A lo mejor no es para tanto, pero el caso es que siempre se oye la misma conclusión, ora en las campañas electorales, ora en las tertulias con y sin cuñados. Aquí pillamos una senda y es difícil salirse de ella ni aunque nos ofrezcan siete glorietas para cambiar de sentido. Todos a decir que vivimos de espaldas al río aunque sea un éxito la conocida como ruta del colesterol, las terrazas de la calle Betis, el club de piragüismo y los tres clubes privados. Ytodo eso sin contar los fotazos de Semana Santa con esos bellos claroscuros con las aguas de fondo. ¿Tan de espalda estamos?

7. Conseguir casarte en el Salón Colón a una hora no muy temprana. Va usted a pedir turno para la boda de su hijo en el Ayuntamiento y le dicen que se busque un concejal o espere que le asignen uno, una suerte de turno de oficio como en la Abogacía. Mejor que tenga usted un cuñado que conozca a uno del PP para que presida la ceremonia. Son los que tienen los mejores Dustin. El problema es la hora de comienzo de unos actos que son los viernes por la tarde o los sábados por la mañana. Los ediles suelen preferir las primeras horas para que no les fastidien la tarde del viernes o directamente la escapada del fin de semana. Hay que apretar de lo lindo para que te hagan el favor de que el enlace no sea a la hora de la merienda de un viernes o a esa hora del sábado en que no está abierto Trifón. Conocemos el caso de un alcalde al que le pidieron oficiar una boda y dijo que sí, pero se echó para atrás cuando le precisaron que era en sábado. “Eso tengo que hablarlo con mi mujer, porque los sábados manda ella”. ¡Demasiado para el cuerpo! Sevilla, ciudad con 700.000 habitantes, cuarta de España y puerto y puerta de América. Pero manda... mi mujer.

8. La Sala 15 del Tanatorio de la SE 30. Hasta en los duelos hay clases. ¿No hay diferentes habitaciones en los hoteles? Doble normal, doble premium, suite junior, suite nupcial, suite presidencial... Pues en los tanatorios también. Cada vez cunde más que la 15 es la mejor sala del tanatorio de la SE-30, ese edificio al que se acude con más frecuencia según pasan los años. Y donde la capilla tiene tantos cuadros de hermandades que dan ganas de pedir una ración de croquetas porque si es por las paredes aquello se parece a Casa Ricardo. La 15 es más grande que muchos pisos de familia numerosa. Solo le falta tener alcoba y lavadero.

9. Tres retos difíciles en Semana Santa. Conseguir la mesa cerca del pilar de mármol de Casa Robles un Domingo de Ramos, o una mesa para almorzar en Becerrita el Jueves Santo, con la salida de Los Negritos a 50 metros. En segundo lugar, disponer de un pase para presenciar la entrada de La Mortaja desde el interior del Convento de La Paz. ¡Qué maravilla, chiquillo! Y se pone usted los auriculares para oír los bisbiseos de Cattoni o Linde en la retransmisión radiofónica. Esa narración es más difícil que la de un partido de ajedrez. Y, en tercer lugar, conseguir un palco en un sitio de la plaza que no obligue a usar un catalejo. ¿Ustedes se han fijado en la cantidad de palcos que están lejos, lejísimos, del carril por donde pasan las cofradías?Para algunos abonados, que lo son casi de voladizo, es más fácil cambiar de divisa en el Banco de España que pedirle cera a un nazareno. Con el dineral que se paga por un palco... Debe ser que alguno tiene claro que lo importante es estar por el mero hecho de estar, decir que se tiene un palco aunque en realidad se tiene un palomar. Algunos palcos son como esas casetas que están más cerca del aparcamiento del Náutico que de la portada.

10. Tres de la Feria. Colarse en la Caseta de Pineda, donde siempre son recomendables los urinarios y la posibilidad de tomar un café que le permita aguantar la jornada. Hay más vigilantes en la puerta que en la guardia hebrea de la Hermandad de la Misericordia. En segundo lugar, lograr un taxi a la una de la madrugada para volver a casa, descarte ir a buscarlo a la calle Santa Fe o Virgen de Luján, mejor que emprenda el retorno a pie (práctica muy cardiosaludable y que ayuda a eliminar las toxinas de los previsibles excesos) y aproveche para pasar por el Parque de María Luisa. El servicio de taxi de madrugada en la Feria debería ser objeto de debate en las campañas electorales, pero se nos van las mejores. En segundo lugar, ser titular (no mero socio) de una caseta. ¿Cuánta gente no se lleva el palo de que su nombre no aparece en el registro de la Delegación de Fiestas Mayores? Se llevan el chasco cuando el enterado de turno pega el mangazo y deja a los demás sin caseta. ¡Ahí va, los donuts! Los inocentes eran socios, no titulares. Y eso solo se descubre acudiendo al registro oficial. Muchos son los socios (que pasan por caja) y pocos los titulares (que tienen todos los derechos). ¡Tengan cuidado!

11. Conseguir entrar en el Palacio de la Motilla. Ahora mismo podría ser considerado como el reto más difícil, más exclusivo y sólo reservado a verdaderos VIP. Si ya era complicado lograr una visita antes de su venta, ahora todavía más, salvo que usted conozca al gran cordobés don Mario López Magdaleno y logre que le invite a un paseo por uno de los interiores más desconocidos para el sevillano. En pleno centro y con una azotea idónea, extensa y hermosa para disfrutar del paso de cofradías, la mayoría de los mortales han de conformarse con mirar por los ventanales o echar el ojo cuando entra un vehículo y abren las puertas por unos instantes. En la Casa de las Dueñas (mal llamada palacio) se puede hacer una visita turística, en la Casa de Pilatos también, hasta las cubiertas de la Catedral son accesibles en la denominada visita aérea, pero la Motilla es uno de los grandes misterios en una ciudad que se pirra por lo desconocido. Siempre queda mirar desde la calle quiénes son los invitados de las noches de Domingo de Ramos que se asoman para ver la Amargura de vuelta.

12. Suprimir el aparcamiento de la Torre de la Plata. ¿Cuántos años de maltrato lleva soportando? La Giralda reina, la Torre del Oro se defiende gracias a su privilegiada posición junto al río, pero parece que nadie se preocupa de la Torre de la Plata, como una suerte de hermana fea. Ahogada por un aparcamiento, embestida por una terraza de veladores hasta con carpas y condenada por la ignorancia de una ciudad que no la valora. ¡Qué difícil parece que algún día su entorno sea digno de ella! Aquí hay ciertas asignaturas que tardamos décadas en aprobar. Basta una prueba. Más de 40 años se ha pasado la explanada que hay delante de la fachada del Rectorado que mira hacia el Prado (anterior Facultad de Derecho) invadida por coches y, aún peor, lastrada por los charcos los días de lluvia porque el pavimento era de albero y, por supuesto, irregular. Habrá que tener paciencia. Y tener claro que no se puede valorar aquello que no se conoce. Y la Torre de la Plata es una de las grandes desconocidas.

13. Que Miguel Barceló venga a Sevilla para recoger un premio o para la presentación de un cartel. Por dos veces nos ha despreciado el Premio Príncipe de Asturias a las Bellas Artes. Dejó plantado el premio taurino que se le concedió siendo alcalde Juan Espadas, y recientemente no se ha molestado en acudir a la presentación de su cartel para la Bienal de Flamenco. Ha quedado clara su talla como pintor y su escasa educación. En Sevilla somos así, a veces nos gusta que nos desprecien. Otra explicación no tiene. O quizás no nos queremos dar por despreciados.

14. Que un sevillano te invite a su casa. Puedes conocer a alguien hace décadas y tratar a su familia, compartir tramo de nazareno en una santa cofradía, almuerzos con frecuencia y hasta confidencias. Pero te morirás sin conocer su casa, porque ni siquiera aquel día que te prestó las llaves del coche, el saco de dormir para el Rocío o un cuchillo jamonero, entraste en su domicilio, pues su hijo te lo bajó al portal con la excusa de “no hacerte perder más tiempo”. Aquí siempre hemos dejado ver los patios, pero no los interiores. Hay una teoría sobre el mal concepto que tienen los sevillanos de su propia casa que explicaría este fenómeno. Otra que apunta a que somos muy celosos de nuestra intimidad. El único sevillano que abre su casa es el pregonero porque está obligado a dar la copa cuando recibe al alcalde y al arzobispo, pero hasta se han producido excepciones porque algunos lo han hecho en su despacho profesional o en una casa de hermandad. Cada uno en su casa y Dios en la de todos. Ycomo dice cierto canónigo en privado:“Tú deja que Dios decida dónde está, no vaya a ser que haya casas de Sevilla donde ni le dejen entrar”.

15. Un cliente pidiendo aguardiente en un bar. ¿Cuándo fue la última vez que vio servir un cazalla? ¿Y una copita de coñac? Cambian los tiempos, evolucionan los hábitos. Pregunten en su taberna de referencia. De hecho no han dejado de cerrar las fábricas de aguardiente. Yno se usan ya esas copitas con el círculo rojo para indicar la cantidad de coñac que se debe servir. El whisky y otros destilados han arrinconado el aguardiente, que tiene hasta mala fama, porque mucha gente del campo lo consumía por la mañana por su alto contenido calórico.

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