La rebelión catalana y la moción de censura, y sus efectos, entre ellos Vox, marcan estos comicios: los más inciertos de la democracia.

La potente irrupción de la derecha dura actúa como el catalizador que altera cualquier panorama vivido previamente.

Esta vez pesará menos solvencia, bolsillo o empleo: a la urna irán más sentimientos que ideología.

Cuanto más se acerca el 28-A, mayor sesación de
‘dèjá vu’ con lo vivido en diciembre en Andalucía.

El segundo debate estuvo más dirigido a los convencidos que a los indecisos: pervive la incertidumbre.

El primer asalto confirmó que se decide entre dos bloques: sin ganador claro. Queda otro y se notó.

Los últimos sondeos que legalmente se pueden publicar mantienen la constante: todo está por decidir.

Sánchez llama a temer a la derechona españolista y Casado a la complicidad separatista. Hay más miedos: a los debates consecutivos e imprevistos.

Por tercer día consecutivo el PSOE intenta reventar el debate a cuatro: poco confía en las posibilidades de su candidato.

Yerra que yerra, Pedro Sánchez mantiene la cobardía inicial: irá a un solo debate, ahora el de TVE.