Los mercenarios 4 | Crítica

Despedida o relevo de los mercenarios

Sylvester Stallone, en 'Los mercenarios 4'.

Sylvester Stallone, en 'Los mercenarios 4'. / D. S.

Scott Waugh, un antiguo doble de escenas de acción, se pasó a la dirección con Need for Speed en 2014, con Aaron Paul, a la que siguieron Bajo cero: milagro en la montaña con Josh Hartnett, Hideen Strike con Jackie Chan y ahora, como culminación del músculo aunque sea con estiramientos y arrugas, esta Los mercen4rios encabezada, como las anteriores entregas, por Stallone y Statham.

Hace ya 13 años que Stallone dirigió e interpretó la primera de la serie a la que siguieron las dirigidas por Simon West en 2012 -con Schwarzenegger, Willis, Van Damme y Norris además de Stallone y Statham- y por Patrick Hughes en 2014, esta vez añadiéndose al elenco anterior Banderas, Snipes, Gibson o Ford. Y ahí, festival de testosterona ajada insuperable, debió quedarse la cosa.

Nueve años después Stallone -con 77 años a cuestas- y Statham -camino de los 60- vuelven en esta función de despedida que no deja en buen lugar lo que de loco, divertido, descarado o entrañable tenían aquellas películas de homenaje al cine de acción de los 80 y los 90 y sus estrellas. Esta cuarta y supongo que última incursión -a expensas de lo que pueda hacer la IA con Stallone o de que Statham tome el relevo- tiene un casting muy inferior al all muscle star de las anteriores, un guión que parece un corta y pega de una docena de películas de acción y una realización plana que a duras penas remonta exagerando lo violento, sanguinario y chuscamente humorístico con aire de bromas de hogar de pensionistas del grupo Wagner. Eso sí, a los suyos da, aunque algo aguado, el vino peleón que esperan.

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