Andalucía

“Ni más ni menos que nadie”, Escuredo lo dijo antes

El secretario general del PSOE-A, Juan Espadas, saluda a Rafael Escuredo, primer presidente de la Junta.

El secretario general del PSOE-A, Juan Espadas, saluda a Rafael Escuredo, primer presidente de la Junta. / José Luis Montero

La verdad está en peligro. Lo vino a advertir ayer el primer presidente de la Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, durante la vibrante presentación que llevó a cabo en la inauguración de la muestra Valió la pena. La lucha de Andalucía por su Autonomía, una colección que acoge la Casa de la Provincia sevillana de 28 imágenes, obras de Pablo Juliá, retratista de la particular transición andaluza. Son 28 fotos, recordó Juliá, pero "las fotos necesitan de un contexto". Porque ni la imagen vale más que mil palabras, recordó el fotoperiodista, ni las fotos dicen por sí toda la verdad. Y ahí estuvieron para dar fe varios dirigentes históricos del PSOE andaluz, quienes no se resignan a recordar los hechos, a hacer memoria; todo por impedir el olvido, es decir, la apropiación del andalucismo por parte del otro, de los otros.

Son tiempos de emotividades y de identidades. He ahí la verdadera batalla. "Las guerras no se librarán en el futuro con armas sino con mentiras", avisó el presidente de la Diputación Provincial de Sevilla, Javier Fernández, quien hizo de anfitrión ante una notable nómina de la historia reciente del socialismo: Luis Yáñez, José Caballos, Manuel Gracia, Antonio Pradas, Amparo Rubiales y, naturalmente, el apunte sobresaliente Rafael Escuredo. El secretario general del PSOE-A, Juan Espadas, fue el único dirigente con cargo relevante. La ocasión lo merecía: la de un día después de la conmemoración del histórico referéndum que consagró la autonomía andaluza por la vía rápida, la del artículo 151 de la Constitución, y cuya bandera y lemas se han extendido hasta casi el anonimato. "¿Anonimato?", pregunta el hijo de un histórico dirigente socialista que prefiere el anonimato. "Eso quisieran algunos", dijo, refiriéndose sin nombrarlo al otro, a los otros.

La bandera es la blanquiverde y el lema es el conocido. "No queremos ser más, pero tampoco ser menos que nadie", la dicen los gobernante actuales pero los derechos de autor corresponden a Escuredo, quien la repitió ayer con la misma arrolladora efusión que lo aupó a la presidencia del primer Gobierno andaluz: "Y defiendo desde la trinchera lo mismo que defendimos aquel 28-F, reivindicar de verdad las políticas sociales y pelear por un Estado federal en el que tengamos las mismas competencias de Cataluña y Euskadi".

La combatividad del discurso de Escuredo eclipsó al de Espadas, quien elogió con justicia al protagonista. "Es un momento de dificultad para España y Andalucía. Hay mucho en juego para el socialista, que tiene un compromiso como ejerciente y militante", dijo el también senador socialista. Guerras, batallas, trincheras... El lenguaje bélico proviene más de la frustración que del odio. "Si ahora quieren enarbolar la bandera de Andalucía, bienvenidos sean; si reivindican el andalucismo, bienvenidos, también", señaló Escuredo antes de recordar lo importante, la pelea por la igualdad real, y expresar un lamento: "Tanta gente en aquellas manifestaciones que exigieron el autogobierno y es una lástima que sus nietos tengan que conformarse con un desayuno en lugar de conocer la verdad de la historia reciente".

En la voz de Escuredo, por muy cascada que esté, la verdad es más creíble. Sólo había que presenciar el silencio reverente que fue testigo de sus palabras. Aparte de figurar como protagonista principal de la exposición de fotos históricas del grito de autogobierno andaluz, fue también la estrella de una entrevista documental que se emitió en la Casa de la Provincia sevillana. La estrella, que mantiene el brillo y el peso, apenas fue una estrella fugaz en la cúpula de la política. Lo explica el hijo de un histórico socialista: "Aglutinó el anhelo de un sueño, el autogobierno, que es algo distinto a gestionar la realidad". La realidad, la verdad, que sigue siendo difícil y que, avisan, está en peligro.

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