Adiós a Lina, la madre de la moda flamenca
Obituario
Fallece a los 88 años la diseñadora sevillana que en en la década de los 60 revolucionó el traje de flamenca para convertirlo en una prenda revisable cada temporada
Muere Lina, la Maestra sevillana de los trajes de flamenca
El legado que deja Lina a la moda flamenca
Mariano Fortuny, el granadino que pasó la mayor parte de su vida en Venecia, es para muchos expertos en moda el primer referente contemporáneo en el arte de la aguja, la confección y el diseño. Si en la moda flamenca hubiera que buscar un nombre con idéntico reconocimiento, no cabría la menor de las dudas: Lina, la sevillana que falleció ayer, a los 88 años de edad, y que deja el que quizá sea el legado más importante en un sector que siempre le estará agradecido por haberle abierto el camino hacia el reconocimiento más allá de las fronteras españolas.
Es difícil hablar de moda flamenca sin mencionar a esta mujer que sufrió los estragos de una guerra civil en un corral de vecinos de la Sevilla del racionamiento. De hecho, según los especialistas en la materia, es Lina la que, con sus constantes aportaciones, crea el concepto de moda flamenca y hace que este traje vaya mutando (sin perder su esencia) cada temporada, hasta convertirse en una prenda donde tienen cabida la creación e innovación hasta niveles propios de las más reconocidas pasarelas.
Marcelina Fernández (su nombre de pila) nació en Sevilla en 1932. En una entrevista concedida en 2010 a Clara Guzmán en su blog Telademoda narraba que, siendo aún una niña, se vio obligada a coser botones para los soldados que batallaban en los frentes. La contienda bélica se había llevado por delante la precaria economía familiar, por lo que pronto tuvo que buscarse un trabajo con el que ingresar dinero en casa. Un temprano contacto con la costura que la acompañaría de por vida.
En 1960 Lina contrajo matrimonio con Francisco Montero, vecino del corralón donde vía y un nombre imprescindible para dar el salto definitivo a su aventura empresarial, todo un riesgo en aquella España que intentaba dejar atrás las largas penurias de la posguerra.
Un matrimonio emprendedor (como se diría ahora) que pronto comenzó a recoger los frutos de su arriesgada apuesta. Un año después de abrir el taller de la calle Salado saldría de las manos de esta sevillana una de las principales aportaciones al traje de flamenca, que llevaba varias décadas sin evolucionar, en un modelo anquilosado. Lina incorporó el mantoncillo (hasta entonces los flecos iban pegados al escote), alargó el corte del cuerpo y la falda la bajó hasta los tobillos. En definitiva, hizo que el traje de flamenca fuera más femenino, ya que hasta entonces la silueta de la mujer ni siquiera se intuía.
Revolucionó, por tanto, una indumentaria hasta el punto de hacerla atractiva para las grandes personalidades femeninas de la época. Creó un patrón que hoy día es el que siguen las principales firmas del sector. A partir de entonces, esta vestimenta no sólo atesoraría un componente folclórico, sino que serviría para potenciar la belleza de la mujer, como hacían los más afamados diseñadores de la época en la alta costura y en el prêt á porter.
El éxito de aquel taller vino rápido. En tiempo récord. En 1966 su nombre se coló entre las revistas de sociedad y moda más importantes. Grace Kelly había elegido uno de sus modelos para pasear por el real de la Feria. Lo hizo con un traje blanco ribeteado en sus volantes con tiras perforadas en rosa. Aquella imagen de la princesa de Mónaco posando en el Alfonso XIII fue la mejor publicidad para una empresa familiar que contaba sólo con cinco años de existencia.
En 1968 vendría otro importante respaldo a su labor: doña Sofía, la entonces Princesa de Asturias, acudió a la romería del Rocío con otro de sus modelos, en este caso, un traje con los colores blanco y rojo que protagonizó la portada de la revista Hola, uno de los mejores escaparates de la sociedad española.
Ambas princesas son dos de los nombres más importantes en la lista de celebrities a las que ha vestido Lina, de cuyo taller salieron trajes para Matilde Coral, la duquesa de Alba, Nati Abascal, Rocío Jurado o Isabel Pantoja, a quien confeccionó el vestido de novia cuando se casó con Paquirri. Entre las últimas clientas destacadas de la firma sevillana (que ahora regentan sus hijas Rocío y Mila Montero) se encuentran la hija de Tom Cruise y Katie Holmes (que se vistió de flamenca cuando el actor rodó en Sevilla la película Día y noche) y la primera mujer en ser pregonera de la Semana Santa de Sevilla, Charo Padilla, quien lució un elegante vestido azul noche en el acto celebrado en el Teatro de la Maestranza en 2019 (el último antes de que estallara la pandemia).
Su nombre también se coló en la gran pantalla, cuando en 1991 fue nominada a los Goya por el vestuario que diseñó para la película Yo soy esa, protagonizada por una Isabel Pantoja que se encontraba en la cúspide del éxito. Dos años antes, Lina había vuelto a revolucionar el traje de flamenca, al que ciñó la cintura bajando el talle hasta las caderas y marcando el pecho de la mujer.
Su nombre sigue estando presente en las pasarelas de moda flamenca que marcan tendencia de cara a la temporada de ferias y romerías, como es el caso del Simof, donde en 2020 celebró el 60 aniversario de su firma.
Pero este éxito y reconocimiento constante hacia la que consideran la madre de la moda flamenca no le hizo perder ni un ápice de su naturalidad. Lina siempre tuvo los pies en la tierra. Y aunque se podría haber marchado de Sevilla y probar suerte en Madrid o en cualquier otra capital europea gracias a su fama, decidió quedarse en la ciudad que la vio desarrollarse profesionalmente. Hasta aquí vino en 2006 el mismísimo Jonh Galliano, director de la firma Dior, quien la invitó a visitar su taller parisino, uno de los más gratos viajes de una sevillana que dio a luz la moda flamenca. La Fortuny del volante.
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