La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La segunda ola del coronavirus avanza a pasos agigantados. El número de contagios asciende de forma cada vez más rápida, por lo que frenar la propagación con medidas drásticas es la única salida. Inmersos de nuevo en un estado de alarma, poco a poco vamos conociendo nuevas medidas que buscan disminuir el número de contagios para no colapsar el sistema sanitario y evitar que las cifras de fallecidos sigan aumentando.
Restricciones de movilidad, toque de queda, cierre perimetral, horarios de cierre para establecimientos no esenciales... Estas son algunas de las medidas que actualmente se están llevando a cabo y que, si bien tienen un objetivo claro y al que todos queremos llegar, pueden generar en nosotros sentimientos como ansiedad, miedo, preocupación e incertidumbre, algo que ya se tiene incluso nombre propio: fatiga pandémica.
Después de haber vivido un confinamiento que para muchos ha supuesto un reto emocional muy duro, estas nuevas medidas y una situación que cada vez genera más incertidumbre se presentan como el escenario perfecto para todo tipo de desequilibrios emocionales. Por eso, a raíz del confinamiento, la preocupación por el bienestar mental ha ido en aumento y ahora que la situación parece empeorar es un aspecto a tener muy en cuenta.
La incertidumbre, la preocupación o el cansancio pueden volver a afectar a nuestro estado de ánimo, que ya está bastante afectado desde el pasado marzo. Por eso, tener en cuenta algunos aspectos clave a la hora de hacer frente a toda esta situación generada por el coronavirus es esencial si se quiere sobrevivir mentalmente a la pandemia.
Algo muy común estos días de incertidumbre es pensar en todo lo malo que todavía esta por llegar, aunque no tengamos certeza de ello. La situación de pandemia ha hecho que todos saquemos nuestro lado negativo y que afrontemos la realidad con el peor de los pronósticos, anticipándonos a algo que puede que ni siquiera llegue a ocurrir. Esto, unido a todos los sentimientos y emociones negativas que ya estamos experimentando, genera todavía más estrés y ansiedad.
Por eso, es necesario combatir esta fatiga pandémica aprendiendo a vivir el presente, sin anticiparnos a lo que creemos que va a pasar (y que luego no sucede). El presente puede cambiar y debemos adaptarnos a él, como llevamos haciendo desde que esta situación comenzó. Adaptarse, sí. Anticiparse, no.
La capacidad de adaptabilidad es clave para sobrevivir mentalmente a cualquier situación. En ésta que nos rodea, la capacidad de adaptación pasa porque los sentimientos y emociones negativos no nos arrastren al fondo del pozo. Si bien es cierto que resulta complicado permanecer alegre estos días, encontrar un punto de apoyo al que agarrarse para disminuir los efectos negativos es de vital importancia.
Es importante quedarse con una lección positiva, algo que nos mantenga optimistas y nos ayude a minimizar el impacto negativo que todos los sentimientos negativos tienen en nuestro cerebro. Un reto, una nueva habilidad o pequeñas hazañas del día a día pueden ayudarnos a ver algo de luz en la oscura realidad.
Cuando la situación se escapa a nuestro control la ansiedad va en aumento. No sabernos responsables de ella y, en consecuencia, no poder hacer nada para que se produzca un cambio nos genera mucho estrés. Por eso es necesario asumir que hay situaciones que no podemos controlar, aunque sí podemos decidir cómo vamos a afrontarla.
Ni la pandemia ni las restricciones dependen de nosotros, por lo que resulta contraproducente frustrarnos por no poder hacer nada al respecto. Aunque lo cierto es que no podemos hacer nada a nivel global, pero sí de forma individual. ¿Cómo vamos a modificar esta situación? ¿Cómo voy a asumirla? Son las dos preguntas que nos podemos hacer.
Uno de los principales obstáculos a los que nos enfrentamos es la escasa capacidad que tenemos de reconocer un sentimiento y enfrentarnos a él. En el caso de las emociones negativas, es muy común ir dejándolas a un lado porque, ni sabemos qué son ni se nos permite sentirlas. Eso hace que estas emociones se vayan enquistando y puedan desencadenar un problema mayor.
Permítete experimentar, sentir y aponle nombre a lo que te genera esos sentimientos negativos. Darle un nombre es el primer paso para reconocer qué nos pasa y, en consecuencia, poder resolverlo. Este ejercicio puede sernos de gran ayuda ahora y siempre.
A veces nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Demasiado exigentes con nosotros mismos, ante situaciones de estrés y ansiedad, en lugar de reforzarnos, solemos ser bastante críticos con nosotros mismos. La autoexigencia es buena si queremos superarnos a nosotros mismos, pero en estos momentos no es necesaria la fustigación permanente. Somos responsables de nuestra casa, nuestra familia y nuestro trabajo y, dadas las circunstancias, con eso ya tenemos suficiente.
Por eso, olvida todo lo que ocurre a tu alrededor al menos durante 15 minutos al día y dedícatelos a ti. Píntate las uñas , ponte una mascarilla, colorea una mandala, lee, haz ejercicio o dedícate a mirar por la ventana... Cualquier cosa que implique una relación en exclusividad contigo misma. Es importante el autocuidado y el autoconociemiento, sobre todo para reforzarnos a nosotros mismos y no caer en la fatiga pandémica.
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