El mito de la operación bikini ha comenzado
Un estudio revela la presión que se genera alrededor del mito de la operación bikini
A menos de un mes para que empiece el verano y con unas temperaturas que invitan a lucir poca ropa, muchas personas empiezan la temida operación biquini, con la que esperan perder peso
Ya no hay marcha atrás. A la primavera le quedan dos telediarios y, en menos de lo que canta un gallo, los michelines de media humanidad saludarán a su amigo verano. El drama para muchos, que durante el año han camuflado esos discretos kilos de más bajo capas y capas de ropa. Es por eso que muchos, esos que todavía creen en los milagros, andan estos días de batalla con la temida operación biquini. La misma historia de todos los años, por eso, la marca de congelados Findus ha invertido todos sus esfuerzos en realizar un estudio para arrojar luz al respecto. Según éste, siete de cada diez mujeres (¡sorpresa, sólo las féminas parecen querer someterse a esta tortura antes de que llegue el verano!) reconocen haber hecho la operación biquini.
Durante estos días, el telediario, las redes sociales, las revistas del corazón y hasta las marquesinas de los autobuses recuerdan a la población que sus lorzas no son dignas de tostarse al sol. "Eh, tú, haz desaparecer esos molestos a la vista michelines o acude a la playa con burka", parecen decir. Así que, con el único propósito de agradar a esos exigentes e intransigentes ojos, muchos (muchas) recurren a dietas milagro, horas de gimnasio y pactos con el diablo para llegar al 21 de junio hecho un figurín. Como si de un día para otro la que viste una 42 se fuera a meter en una 34 (como si, en realidad, le hiciera falta). Convencidas de que los resultados a la hora de bajar de peso se consiguen en un parpadeo, más del 50% de las mujeres encuestadas aseguran que volverán a hacer la operación biquini en un futuro. Lo de mantener una dieta equilibrada y hacer ejercicio para que a un mes del verano no tengan que pasar por este periplo es algo que ni se han planteado. Tanto es así que, de todas las mujeres encuestadas, más del 60% afirman haberla hecho de una a cinco veces; el 21% entre cinco y diez ocasiones y el 8% es tan fan de esta tortura que la lleva a cabo todos los años.
Es cierto que también hay veces en las que las terroríficas dietas no se hacen para no sentir la mirada inquisidora del escuadrón antigordos en la playa y que se hacen para sentirse a gusto con uno y verse estupendo con el minúsculo biquini que ha puesto de moda alguna de las hermanas Kardashian. Es importante para la autoestima poder mirarse al espejo y verse favorecido con lo que se lleva puesto. Estar a gusto con el propio cuerpo hace feliz a la gente y la felicidad siempre es la meta. Pero siempre hay que llegar a ella de manera saludable, sin locuras ni métodos peligrosos que atenten contra la salud. Algo de lo que se olvidan telediarios, redes sociales, revistas del corazón y marquesinas de autobuses cuando invitan a las mujeres a bajar diez o doce tallas. Parecen olvidarse también de que, por suerte o por desgracia, cada persona -cada mujer- tiene su propio cuerpo. La industria -como ente malvado detrás del que están no se sabe qué personas- ha creado una imagen prototípica a la que hay que llegar a toda costa y cueste lo que cueste. La mujer debe ser eternamente joven, esbelta y no pesar más de cincuenta kilos. Esto último, sobre todo. Al hombre lo han dibujado con barba y aspecto desaliñado. Tan desaliñado que a él la barriguita cervecera le sienta hasta bien. Licencias que los intransigentes ojos veraniegos le conceden al sector masculino.
Luchar contra lo establecido es prácticamente imposible, así que cualquiera es susceptible de convertirse en una víctima de la operación biquini. Aunque, según el propio estudio, hay aspectos que resultan contradictorios. Si estos días en los supermercados se multiplican las alcachofas, en los gimnasios hay overbooking y en los bares ya nadie pide una cerveza (¡Ja!), ¿es posible que haya mujeres que sean detractoras de esta operación? Según el estudio, a pesar de haber dicho que demasiadas mujeres hacen dieta, que muchas repiten todos los años y que otras tantas ya están pensando en hacerla el año que viene, un 49% de las encuestadas preferirían vencer sus miedos y tirarse en paracaídas antes que tener que empezar una dieta. A ellas se une un 43% de féminas que preferirían aprender un idioma antes que ponerse a perder peso. Lo tienen claro, japonés antes que quinoa.
Pero, al final de la investigación toda contradicción anterior queda olvidada para siempre con un dato que resulta alarmante. El 56% de las mujeres encuestadas estarían dispuestas a renunciar a uno de sus sueños a cambio de no tener que preocuparse nunca más por su alimentación. No coger un solo kilo y pegarse el atracón de chocolate a cambio de no pasar un día con Brad Pitt. Decirle adiós al michelín de por vida a cambio de no convertirse de la noche a la mañana en la heredera de Amancio Ortega. Entrar en una 36 y no ver jamás la aurora boreal. Pequeños precios a pagar con tal de estar de toma pan y moja.
El objetivo de muchos durante estos días es lograr un cuerpo escultural con el que pasear por la playa.
Pilar Larrondo
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