Donde se sacia el espíritu
Más de 300 raciones diarias se sirven en el comedor más antiguo de Sevilla, el del Pumarejo
Desde el principio de la calle Aniceto Sáenz, el olor a garbanzos con menudo hace aparición. Apenas son las diez de la mañana pero la cocina ya está en marcha desde hace dos en el comedor benéfico San Vicente de Paúl, próximo al Pumarejo. Es el comedor social más antiguo de Sevilla, desde que hace 126 años lo fundaron las Hijas de la Caridad. El devenir de los años no ha pasado en balde y este espacio, dedicado a mucho más que a dar de comer a quienes carecen de alimentos, ha sabido reciclarse y adaptarse al nuevo perfil de pobreza, explica sor Isabel, directora de la comunidad: "Porque sí, nosotros creemos que es fundamental dignificar la figura del pobre. Hay que mirar a los pobres con otros ojos".
Más de 300 comidas son servidas en el almuerzo diariamente -en 2015 se suministraron 110.211-. "Antes de la crisis, se servían en torno a 80-90 raciones, hoy, no es sólo que tengamos más usuarios sino que el perfil ha cambiado. Algunos de los que ahora vienen a nosotros antes eran donantes y, por ejemplo, el inmigrante se ha reducido notablemente; muchos se han visto obligados a volver a sus países", cuenta sor Isabel, que, lejos de mostrarse pesimista, saca a relucir lo mejor de lo que aquí se cuece todos los días.
Una decena de voluntarios ayudan en el comedor -algunos inmigrantes que llegaron a las hermanas y que han formado para ello-. En los fogones se preparan a diario dos platos, donde se tienen en cuenta las diferentes culturas que acuden a las instalaciones. "Por ejemplo, en los garbanzos con menudo, hemos cocinado los garbanzos por un lado y el menudo en otra olla, porque hay musulmanes que vienen a comer aquí o, simplemente, de países donde el menudo no es de su agrado". También hay postre y dulces para acabar el menú. Las raciones se sirven en el menaje habitual, nada de cubiertos, platos y vasos de plástico, "porque es más impersonal y siempre trabajamos con la filosofía de dignificar al que menos tiene", insiste la religiosa, que añade que están acondicionando un sótano para que el reparto de alimentos sea más discreto y no tengan que esperar en la calle.
Los alimentos con los que cocinan y realizan el reparto -también suministran alimentos en crudo y productos de higiene a unas 500 familias, además de contar con servicio de ducha y ropero- provienen de donantes anónimos así como del Banco de Alimentos, La Caixa, FEGA, hermandades -como la de los Panaderos, que diariamente les propina 320 bollos- o Mercadona -empresa colaboradora también con los comedores sociales de Triana y el de la Hermandad del Dulce Nombre-Bellavista con entregas diarias de productos próximos a caducar (no aptos para la venta pero sí para el consumo) y que en total al año dona en la provincia de Sevilla unas 114 toneladas de productos básicos-. "Lo cierto es que nunca nos hemos quedado sin alimentos; Sevilla es muy solidaria. Además, el egoísmo nunca ha entrado por esa puerta".
El comedor comparte espacio con una residencia de ancianos con 37 plazas mixtas. Aquí también conviven 38 hermanas de la congregación religiosa, entre los 80 y los 101 años, que trabajan como si la edad no les pesara.
Quienes acuden al comedor son registrados en una base de datos donde se les pregunta por su procedencia, "simplemente, por llevar un control". Aquí también se les asesora y orienta, aportándoles información sobre posibles cursos formativos o salidas profesionales. "Acudía a nosotros una chica nigeriana que en su país era profesora. Le animamos a presentarse a las oposiciones y, aunque al principio se mostraba reticente, al final lo hizo y consiguió aprobarlas". Como ésta, mil historias tiene sor Isabel para contar. Auténticas lecciones de una universidad de la vida donde nunca se obtiene un título porque nunca se deja de aprender y donde se imparte la cátedra de la humanidad. "Somos el principal termómetro social de la ciudad. Ojalá no hiciéramos falta".
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