Ruta triangular de las dehesas de San Nicolás del Puerto
Una recorrido muy sencillo y poco exigente, ideal para conocer en familia el bonito paisaje próximo a esta localidad de la Sierra Morena de Sevilla
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San Nicolás del Puerto es un pueblo en el corazón de la Sierra Morena de Sevilla con mucho encanto. Las Cascadas del Huéznar, el Cerro del Hierro, la Vía Verde de la Sierra Norte o su playa fluvial son sus principales atractivos. Aprovechando su interesante entorno natural, trazamos una sencilla ruta que recorre las extensas dehesas de sus alrededores. El recorrido es muy fácil, tanto en perfil como en orientación, por lo que se puede hacer en familia. También se puede completar en bicicleta sin complicaciones.
El recorrido traza un triángulo en sus algo más de 12 kilómetros y cuenta con varios tramos muy agradables que avanzan por un paisaje de gran tranquilidad, alejado de ruidos molestos. Asimismo, el trayecto es muy educativo, pues permite conocer la actividad humana de la zona así como el aprovechamiento de sus recursos naturales, destacando especialmente la recogida del corcho o la importante y variada ganadería. No vamos a parar de ver vacas, cerdos ibéricos u ovejas.
Como hemos dicho, la ruta arranca en San Nicolás del Puerto. Mirando al norte, cruzamos el puente sobre el río Galindón o arroyo de los Parrales. Se trata de una estructura más antigua de la comarca, ya que su origen es romano, aunque se modificó significativamente en la Edad Media. Junto a esta infraestructura, observaremos las compuertas de la presa que se cierran en verano para que el agua se remanse y forme la conocida playa fluvial de este municipio. En la orilla opuesta, doblamos a la derecha para enfilar la calle Galindón. En los primeros tramos, están las bajadas a la mencionada playa, así como varios chiringuitos y servicios turísticos. Esta localidad tiene mucho ambiente en verano.
Comenzamos el primero de los tres tramos de la ruta. Conforme dejemos atrás la playa, la calle Galindón pasa a llamarse la calle Charca de los Fresnos. Es muy interesante observar la vegetación de ribera tan llamativa que acompaña el cauce aguas abajo. Con ella al lado, acabamos dejando atrás las casas de la localidad. Comienza una amplia pista de tierra, llamada Camino de Coscojales. Observaremos mojones y flechas amarillas del Camino de Santiago de la Frontera. Efectivamente, esta ruta jacobea compartirá este trecho inicial con nosotros.
Completado el primer kilómetro, vadeamos el arroyo de Guadetillo y observaremos las edificaciones medio ruinosas del Cortijo de Santa Ana a nuestra izquierda. Claramente, vamos ya por plena dehesa: muchas encinas y alcornoques (algunos descorchados) se van alternando por un terreno con hierba. Tras un tramo con algo de sombra, alcanzamos una encrucijada. A la derecha se va a Casas de los Coscojales y a la izquierda arranca la Vereda de Fuente del Robledo y Constantina. Ignoramos ambos ramales y continuamos de frente. Por esta parte hay muchos cerdos ibéricos correteando más allá de los vallados que delimitan la pista.
Aproximadamente en el kilómetro 3 de la ruta, damos con otro cruce. Seguimos avanzando de frente. El carril que va a la izquierda accede al Cortijo de los Cuartejones de la Rubia. Esta vez hay presencia ganado vacuno y equino por la zona. El camino se hace algo más estrecho e irregular. Si ha llovido recientemente, es posible que tengamos que lidiar con abundantes charcos.
A unos 800 metros, distinguimos a la izquierda las Casas de Valdegutas. Ahora empezaremos a ver muchas ovejas. Como ya se ha indicado, la variedad del ganado en esta ruta llama mucho la atención. En pocos pasos tenemos un puente que supera el arroyo de San Pedro, que baja por una vaguada. Nuestro camino llega a un cruce: debemos tomar amplia pista de zahorra que parte en un ángulo muy cerrado a la derecha. El Camino de Santiago de la Frontera sigue de frente rumbo a Alanís, por lo que debemos ignorar las flechas amarillas.
Acabamos de conectar con la Vereda de las Navas de la Concepción y afrontamos el segundo tramo de la ruta. Prácticamente en línea recta, surcamos el Llano de las Tarántulas. Hay amplias zonas de pasto donde vagan tranquilamente ovejas y vacas. La dehesa se dispersa considerablemente, predominando encinas con vistosas copas. A la izquierda nos acompañará en todo momento un collado de suave perfil.
Pocas indicaciones se pueden dar en esta zona: siempre vamos derecho. El silencio es total y el bucólico paisaje, muy relajante. Nuestra marcha, en un falso llano ascendente, sólo se verá interrumpida por el paso del arroyo de la Reyerta, que viene a marcar la entrada en los terrenos de San Antonio. En el kilómetro 8 de la ruta aproximadamente, sale un camino en otro ángulo cerrado a la derecha. Dejamos la pista principal. Ya hemos completado dos tercios del recorrido.
El camino se vuelve más distraído, a la vez que más irregular. Al menos, jugaremos algo con los pies, con alguna curva y ligeros repechos. Primero, veremos los edificios del Cortijo de San Antonio a nuestra derecha y, unos metros más adelante, distinguiremos la Loma del Piojo. Superamos un pequeño cerro subiendo y bajando unas suaves pendientes antes de dar con una bifurcación. Tomamos la izquierda, puesto que el otro paso accede al Cortijo Parrales. Atravesamos un paso canadiense que controla el paso de las vacas y toros mansos que hay por aquí. Suelen estar tras vallas, así que no habrá problema.
Nos aproximamos a un vado que puede tener bastante agua, así que precaución. El camino que va a la derecha suele inundarse más que el de la izquierda, donde además hay algunas piedras que permiten superar el arroyo de los Parrales. Precisamente, este arroyo es el que lleva el agua a la playa fluvial de antes.
Tras varias granjas, la dehesa parece dispersarse a la vez que notamos un ligero descenso del terreno. Superado otro paso canadiense, vamos rumbo a la línea de árboles que vemos más adelante. Nos colocamos en el lateral del arroyo que cruzamos antes para ir entrando poco a poco en las casas de San Nicolás del Puerto. Volvemos por la calle Calvario, en el lado opuesto de la playa fluvial. De esta forma, regresamos al puente romano del inicio.
Como se puede apreciar, la ruta es muy sencilla. No hay problemas de señalización ni exige esfuerzo físico. Sólo habría que tener cuidado si se encharca mucho tras la lluvia. También hay que tener en cuenta que hay muy poca sombra en gran parte del trayecto, por lo que no se recomienda realizarlo si hace calor. Por lo demás, no es más que un agradable paseo que permite disfrutar de la dehesa y observar el abundante ganado que hay por esta zona.
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