Etapa 4 del Camino Olvidado: Espinosa de los Monteros-Santelices | Por el Ojo de Guareña
El recorrido atraviesa bucólicos campos antes de dar paso a un denso y bello bosque que se extiende bajo unos impresionantes montes de formación kárstica.
Etapa 3 del Camino Olvidado: Nava de Ordunte-Espinosa de los Monteros | Donde surgió el Reino de Castilla
Etapa 2 del Camino Olvidado: Zalla-Nava de Ordunte | El País Vasco da paso a Las Merindades
Etapa 1 del Camino Olvidado: Bilbao-Zalla | El 'bidegorri' de Santiago

Si el paisaje de la tercera etapa del Camino Olvidado nos pareció espectacular, la ruta entre Espinosa de los Monteros y Santelices nos dejará sin palabras. El trazado se adentra en el Monumento Natural del Ojo de Guareña y desplegará ante nosotros bosques densos y de gran valor ecológico mientras caminamos bajo una imponente montaña con vistosos cortados.
La etapa tiene una distancia de algo más de 26 kilómetros y presenta un perfil algo irregular con subidas y bajadas cortas. Los cómodos senderos por zonas de pradera darán paso, a mitad de trayecto, a un tramo por estrechas trochas que describen numerosos quiebros mientras vadean arroyos y rodean colinas entre bosques.
La salida de Espinosa de los Monteros es muy rápida. El albergue municipal se encuentra a los pies de la Torre de los Velascos. Nos encaminamos al norte hasta un cruce, donde doblamos a la izquierda por un carril flanqueado por muros bajos. Aquí afrontamos la primera cuesta del recorrido. Es muy corta, pero intensa: ideal para entrar en calor. Tras pasar varias granjas, en apenas 500 metros, llegamos a Santa Olalla, un pequeño pueblo que destaca por la gran calidad de su agua (al menos, eso dicen los vecinos). Veremos ante alguna fuente para llenar la cantimplora.
El tránsito por el poblado traza un arco hacia el sur. No hay pérdida. Solo hay que tener en cuenta que, al poco de dejar atrás las últimas casas, debemos dar un giro de 90 grados a la derecha, por la senda que avanza entre los prados bajo la cobertura de algunos árboles. Esta vereda se llama Camino de Sonsierra.
El paisaje es muy agradable y bucólico, con mucho ganado vacuno pastando plácidamente a nuestro alrededor mientras vemos los imponentes Montes de Somo, con su característico cejo calizo. Poco a poco nos iremos acercando a ellos. El sendero desciende buscando el vado del arroyo de Tasagueras, para acto seguido comenzar un suave ascenso a la aldea de Para. Sin salirnos de la calle principal, encontramos la Iglesia de Santa Eulalia de Mérida. El templo es modesto por fuera, pero guarda un interior románico muy interesante que merece una visita. A la salida, ignoramos la primera bifurcación a la izquierda para tomar la segunda, a unos metros, y superar el Barranco de la Tejera.
El sendero se adentra en una zona más boscosa, con un trazado que parece dar pequeños saltos. A un kilómetro del último pueblo, dejamos el camino principal para tomar una trocha que se interna en la arboleda. Si siguiéramos por el camino principal, chocaríamos con la puerta de la finca Los Cerezos. El tramo, bastante irregular, describe un ligero rodeo antes de incorporarse a un camino más definido. Con árboles a la derecha y prados a la izquierda, acabamos entrando en Redondo. Llevamos 5 kilómetros del recorrido.
Nuevamente, seguimos la calle principal de la población. En poca distancia ya la estamos dejando atrás. Ignoramos el carril que conduce al cementerio y a la Ermita de Santo Domingo. Por un paso elevado, cruzamos la vía del tren y abandonamos la vereda principal dando un giro muy cerrado a la derecha.
Superamos por un puente el río Redondo y nos colocamos en paralelo al trazado ferroviario. Al otro lado, a la derecha, se encuentra el poblado de Herrera de Redondo, pero no accederemos a él. Nos despedimos, de momento, de las vías del tren para conectar con un carril vecinal asfaltado. Doblamos aquí a la derecha y avanzamos hasta Quintanilla del Rebollar, una localidad algo mayor que las anteriores con bonitas casas típicas de esta zona de Burgos.
Las flechas nos hacen dar un considerable rodeo por la calle que lleva a la Iglesia de San Clemente (del siglo XVI). Si no deseamos visitarla, podemos seguir de frente por la calle de entrada al pueblo. Hagamos lo que hagamos, terminamos alcanzando la carretera BU-526. Tomamos la acera de la derecha y accedemos a la Casa del Parque del Monumento Natural de Ojo de Guareña. Cuenta con un centro de interpretación que explica la formación kárstica de este impresionante entorno. Hay que destacar que las montañas que vemos por el sur contienen una de las redes de cuevas más importantes de Europa y del mundo.
Cerca del centro de visitantes hay un merendero y fuentes. Paremos o no, nos tendremos que adentrar en el parque. Al principio, el sendero es muy turístico, pero pronto las flechas nos sacan del camino más definido. Debemos seguir, además de las flechas amarillas clásica o las planchas de metal del Camino Olvidado, las marcas blancas y moradas, que serán más abundantes por aquí.
Entramos de lleno en un terreno cubierto por un espectacular bosque, muy poblado, que alterna hayas, pinos, quejigos y encinas. Precaución porque el suelo es algo escarpado en algunas zonas. Nos mantendremos siempre en paralelo, a cierta distancia, de las vías del tren. La trocha irá describiendo una serie de curvas cerradas para superar diferentes arroyos y barrancos. La rutina consistirá en bajar por una ladera, cruzar el agua por un puente de madera o por piedras y remontar otra ladera. Lo repetiremos cinco veces.
Hay que tener cuidado porque es posible que haya ganado vacuno suelto por la zona. Si nos encontramos con alguna vaca, lo recomendable es rodearla si no se aparta. Si por lo que sea agacha la cabeza y escarba en el suelo, lo recomendable es retirarse lentamente. Precaución si hay terneros en las proximidades, pues su intención siempre será protegerlo.
En el kilómetro 13 de la etapa, dejamos atrás el bosque para cruzar la carretera BU-526 y acceder a Quisicedo. La calle Barrio del Puerto nos permite atravesar por un puente el río Peñanegra y nos ofrece una fuente beber. Volvemos a pasar la carretera y accedemos a la plaza principal, donde se encuentra una iglesia con advocación a Santiago Apóstol. Su construcción original es románica del siglo XII, pero tiene añadidos de los siglos XVIII y XIX.
En el parking anexo, doblamos a la derecha para tomar la calle La Gonzala, que nos saca de la población. Al poco, tomamos la derecha en la bifurcación y nos internamos en otra arboleda. Será por poco tiempo: accedemos a Villabáscones en apenas 400 metros. Transitamos entre sus casas por la calle La Colina y giramos a la derecha en la calle del Centro. Por ella, dejamos atrás el pueblo y nos adentramos en otro extenso bosque.
El Camino del Valle de Villabáscones es una pista forestal muy amplia y bien conservada. De nuevo bordeamos un par de barrancos en un trazado que describe un par de codos a la izquierda. Hay varias señales que nos indican dónde se halla la Necrópolis de San Félix, con tumbas antropomórficas de los primeros pobladores de estas tierras. Está fuera del Camino, pero el desvío es corto. El puente sobre el arroyo Quintanilla marca el final del trazado por este bosque tras 1,5 kilómetros. Ahora toca un poco de recorrido urbano a través de varios pueblos encadenados.
Llegamos a Quintanilla de Sotoscueva, localidad que se articula a lo largo de la carretera BU-526 y la vía del tren. Lo más destacable de ella es que es el municipio más próximo a la Ermita de San Bernabé, un templo construido en la pared de la montaña que vemos al sur. Hay varias cuevas interesantes que visitar en un paraje realmente espectacular, pero todo está fuera del Camino Olvidado. Si vamos bien de tiempo, es una visita que merece mucho la pena. Conviene preguntar en el pueblo si hay algún taxi que nos pueda acercar.
El trazado por Quintanilla de Sotoscueva avanza por la calle Barrio San Julián y la calle Barrio del Arroyo antes de conectar con la carretera. Avanzamos por ella un kilómetro, dejando a un lado la localidad de Vallejo. Nos separamos de la BU-626 por la calle San Vicente, que nos hace pasar ante la Iglesia de San Vicente Mártir, ya en el pueblo de Entrambosríos. Al llegar al paseo fluvial, doblamos a la derecha y cruzamos el primer puente a la izquierda. A continuación, cruzamos la calle Mayor y nos metemos por un camino que rodea la fachada de un caserón de piedra. Una ligera subida entre una arboleda nos devuelve a la carretera de Bilbao-Reinosa. Cambiamos de pueblo aquí: ahora toca La Parte de Sotoscueva. Enfilamos el camino que progresa entre muretes, que alcanza arriba la Iglesia de San Martín. Doblamos a la izquierda en la primera calle y volvemos a cruzar la carretera.
Por fin acabamos este tramo urbano. Ahora toca subir el Alto de la Varga, a 822 metros. La cuesta puede quitarnos el aliento: son unos 100 metros de desnivel en un kilómetro. Por suerte, vamos por sendero y los árboles nos darán algo de sombra si aprieta el sol. El ascenso se endurece tras un pequeño quiebro para superar un arroyo. Al final, volvemos a la carretera para cruzarla justo por el cartel donde está la marca del puerto. Las vistas son impresionantes: estamos muy cerca de la falda de la montaña que llevamos viendo estos últimos dos días. Estos parajes que tenemos delante se llaman La Pelada y El Peñuco y presentan muchas cuevas en sus horadadas paredes calcáreas.
La bajada va a resultar más dura que la subida. El desnivel negativo presenta algunos tramos algo resbaladizos. Iremos acompañando siempre al arroyo de Agua Buena y, al atravesarse con nosotros, es posible que tengamos que andar por tramos de barro. La bajada tiene el camino marcado al principio y al final, pero hay un centenar de metros por la mitad que no están muy definidos, aunque tampoco tiene pérdida.
Una vez superado el desnivel, nos aproximamos al río Engaña, junto al que veremos la Ermita de la Ribera. Subimos al firme de la carretera local BU-V-5632 para superar el cauce y rodear San Martín de Porres. Junto a las vías del tren accederemos, poco después, a Pedrosa de Valdeporres.
Santelices, nuestra meta, está cruzando de nuevo el río, a los pies de la imponente crestería del Cerro de la Muela. Es una población muy pequeña y tranquila, dependiente de la Merindad de Valdeporres. Cuenta con unos 70 habitantes censados. No tiene albergue, pero sí hospedaje, bares y tienda.
Como se ha podido apreciar, la cuarta etapa es de gran belleza, siendo sus principales protagonistas el abundante bosque que ocupa gran parte de esta zona de Las Merindades y las espectaculares montañas que delimitan el valle. La alternancia de pequeñas poblaciones contribuye a que la senda sea muy entretenida en general.
También te puede interesar
Lo último
CONTENIDO OFRECIDO POR TOTALENERGIES