Etapa 3 del Camino Olvidado: Nava de Ordunte-Espinosa de los Monteros | Donde surgió el Reino de Castilla
Una etapa muy larga que discurre por un paisaje interesante que avanza entre bosques, praderas, montañas y algunos enclaves con mucha historia.
Etapa 2 del Camino Olvidado: Zalla-Nava de Ordunte | El País Vasco da paso a Las Merindades
Etapa 1 del Camino Olvidado: Bilbao-Zalla | El 'bidegorri' de Santiago

Hasta ahora el Camino Olvidado ha sido relativamente amable con el peregrino. La primera etapa era algo larga, pero siempre avanzaba por caminos relativamente cómodos y llanos. La segunda era corta y más agradable al dejar atrás el entorno urbano. La que vamos a describir a continuación tiene una distancia considerable con sus 38 kilómetros, pero además es dura en cuanto a perfil. El recorrido acumula más de 800 metros de desnivel positivo. Por suerte, el paisaje y el trazado en sí son muy distraídos, con gran alternancia de bosques, praderas, cascadas y tranquilas aldeas. Pero lo más llamativo es que atravesaremos las tierras donde se tuvo la primera constancia escrita del término Castilla. La historia será, por tanto, un elemento clave de esta bella jornada.
La larga caminata comienza desde el Albergue de las Estrellas de Nava de Ordunte. Nos dirigimos hacia la Iglesia de San Juan Bautista que tenemos a escasos metros a mano derecha. Tomamos la calle que va por detrás del templo. A poca distancia, perdemos el asfalto y, entre campos de hierba, avanzamos hasta dar con un sendero que se desvía a la derecha: lo enfilamos. Es una larga recta que atraviesa un paraje denominado, muy apropiadamente, El Prado.
Tras algo más de un kilómetro, comenzamos a cruzar la aldea de Partearroyo por su Barrio de Arriba. Nos mantendremos siempre en el carril principal, sin desviarnos. A una decena de metros, entramos en otro poblado: Ayega de Mena, donde giramos ligeramente a la derecha para incorporarnos a la carretera local BU-V-5545.
A los 400 metros, pasamos ante la Ermita de San Bartolomé. El edificio y el recinto no tienen nada de pequeño. Rodeamos su vallado y doblamos a la derecha por una vereda de tierra que se interna en un denso castañar. El sendero traza una curva a la izquierda para dejarnos admirar ver el bonito Embalse de Ordunte. Como curiosidad, esta instalación es propiedad del Ayuntamiento de Bilbao pese a la distancia que separa la capital vizcaína de este enclave y pese a estar en otra comunidad autónoma.
El camino avanza por el lateral de la infraestructura, siempre rodeado de pinares. El embalse siempre lo tendremos a la derecha, bajo una empinada caída. Cuando conecte otro sendero por la izquierda, las cotas del agua y del sendero se igualan. Remontamos el pantano hasta su cabecera, por donde entra el río Ordunte. Lo cruzamos por un puente junto a un medidor de caudal. A los pocos metros, doblamos a la izquierda para internarnos en otro bosque. La calma es absoluta y no será raro que nos salgan al paso animales como ciervos o hasta jabalíes.
En el kilómetro 5,4, llegamos a una encrucijada. Debemos ir a la izquierda para atravesar de nuevo el Ordunte por otro puente. Poco a poco, la vegetación empieza a clarear mientras el sendero zigzaguea varias veces antes de dejarnos en Hornes. Al poco de entrar en sus casas, doblamos a la izquierda para encaminarnos al cementerio que hay en las afueras. Conectamos con la misma carretera local que pisamos hace un rato al salir de Ayega. La seguimos hacia la derecha mientras nos muestra una espectacular panorámica de todos los montes alrededor.
Ignoramos el ramal que sale a 200 metros y seguimos avanzando sobre el asfalto 1,7 kilómetros más hasta desviarnos por una trocha que nace a la derecha. Penetramos en un denso castañar por una senda que se encajona en un estrecho valle. El perfil se inclina hacia arriba algo más. La oscuridad de la vegetación nos dejará ante la Iglesia de San Andrés, en la entrada de Ordejón de Mena. Sin pérdida, atravesamos la aldea por un carril asfaltado.
A 300 metros de las casas, ignoramos el camino que desciende a la izquierda. Avanzando entre prados, alcanzamos la Ermita de San Medel del Taranco. El edificio en sí no llama especialmente la atención en un primer momento. Lo llamativo es el monolito que hay en la pradera a escasos metros. En él, hay una inscripción que dice lo siguiente: "Caminante: En este solar, quince días contados del mes de septiembre del año 800 del nacimiento de Cristo, al dictado del abad Vitulo, el notario Lope escribió por primera vez el nombre de CASTILLA. Así quedó certificado para la historia el nacimiento del pueblo que desde este valle alcanzó todos los confines de la tierra con su idioma y con su concepto del hombre y de la vida. Bien merece este lugar tu reflexión respetuosa".
Efectivamente, estamos en un punto de enorme carga histórica. La pequeña iglesia que vemos actualmente se reconstruyó en 1994 por iniciativa privada, aprovechando los restos de las paredes y los arcos del abandonado Monasterio de Taranco, en cuyo documento fundacional es donde se leía la palabra Castilla. Llevamos 12 kilómetros de la etapa. No es mal punto para descansar y asimilar la lección de historia que nos acaba de dar este Camino Viejo.
El recorrido no sigue la vereda que hay a los pies del monolito. Gira justo en la fachada de la ermita reconstruida (un poste con muchas flechas amarillas pintadas nos lo dejará bien claro). Sube por una pradera y, tras atravesar de frente otro cruce, llega a la aldea de Hoz de Mena. Transitamos entre sus casas por la calle principal. Unos 500 metros después, se abren ante nosotros dos ramales: la señalización nos dice que sigamos por la izquierda. De esta forma accedemos a Concejero, población en la que cabe destacar que entre sus dispersas casas hay una con un escudo de los Caballeros de la Orden de Santiago tallado en una de sus paredes. Es una muestra de que los peregrinos frecuentaban este lugar en la Edad Media. Nuestro recorrido baja suavemente hasta las cercanas casas de La Ribera, donde pasearemos entre unas viviendas típicas de la zona, con sus cuidados soportales de madera y piedra coloreados por las vistosas flores de sus macetas. La Iglesia de Concejero será la encargada de despedirnos de esta encantadora aldea.
El río Hijuela comienza a acompañarnos mientras un valle se estrecha entre dos cerros de empinadas laderas. En el cruce con un stop en el suelo, doblamos a la izquierda para enfilar una recta de unos 700 metros que conduce a Arceo. Cuando lleguemos a la trasera de la Iglesia de San Pedro Apóstol, nos desviamos por el carril de hormigón que sale por la izquierda. A continuación, caminamos por una zona de pasto dedicado a la cría de ganado vacuno. Al abrirse el paisaje, disfrutaremos de una vista clara del paraje montañoso que hay a lo lejos. La peculiar elevación con su destacada crestería caliza y sus cortadas son los Montes de la Peña. Poco a poco nos iremos acercando a ellos.
El Camino Olvidado nos sitúa en un desfiladero. Mientras andamos en ligera subida por una repisa, sentimos el río Hijuela a la izquierda, cayendo por escalones. El bosque se cierra y el suelo se hace más irregular. Aproximadamente en el kilómetro 17,5 de la etapa, tendremos la posibilidad de acceder por la izquierda a un pequeño estanque que se forma a los pies de las Cascadas de Irús. La imagen es preciosa con el agua cristalina precipitándose desde arriba. La trocha, muy serpenteante entre la densa arboleda, acaba llegando a un cementerio y a la Ermita de San Mamés. Estamos accediendo a lrús, otra pequeña población que cuenta con un merendero y fuentes. Podemos retomar el aliento aquí antes de afrontar el tramo más pesado de esta etapa.
Junto al merendero está la Iglesia de San Millán. Avanzamos por la calle y al fondo doblamos a la izquierda hasta incorporarnso al carril que conecta la carretera CL-629 con Irús. Aquí, viramos a la derecha y continuamos por su pavimento en mal estado otro kilómetro. Las flechas nos sacarán por un lateral pedregoso donde se nota algo más la inclinación del perfil. Por este tramo alcanzaremos la cota de los 700 metros sobre el nivel del mar (la etapa la hemos iniciado a 175 metros). Tras el tramo de piedras claras, volvemos a pisar otro carril asfaltado que nos hace pasar ante las casas de Laya.
Antes de desembocar en la carretera autonómica, el Camino Olvidado dobla a la derecha para superar la Barrera de las Navas, que es una ladera que alterna matorral con pedreras. La señalización por aquí es complicada, sin un sendero definido durante al menos dos kilómetros. Hay flechas en varios puntos, pero es fácil perderlas. La excursión campo a través toma como referencia el tendido eléctrico. Seguimos su dirección hacia el oeste hasta que demos con un sendero que llega por la derecha. En cuanto pisemos de nuevo un camino acotado, habremos superado el Alto del Cabrio (755 metros).
A poca distancia, cruzamos a nivel la vía del tren y enfilamos hacia la derecha la carretera provincial BU-526 para entrar en Bercedo, hasta ahora el único municipio intermedio que nos ofrecerá un bar y una tienda. Prácticamente, se convierte en una parada obligatoria, pues aún nos quedan 12 largos kilómetros. Patrimonialmente, destaca su Iglesia de San Miguel, uno de los exponentes más destacados del románico en Las Merindades. El templo data del siglo XI, aunque por desgracia, luce poco al estar tan pegado a la carretera.
Caminando por el arcén, cruzamos por un puente el río Cerneja y, acto seguido, doblamos a la derecha para tomar la primera calle a la izquierda. Nos conduce directos a la carretera N-629. Hay que atravesarla con extremo cuidado y avanzar por el camino de tierra que arranca al otro lado. A un kilómetro, hay una encrucijada donde debemos ir por la izquierda, rumbo a las casas de Hornedo.
Junto a praderas dedicadas a la ganadería, mantenemos la nacional a la izquierda durante un trecho. Veremos varias instalaciones deportivas y almacenes antes de rodear por la trasera la localidad de Villasante de Montija. Tras su cementerio y la Ermita de San Roque, el recorrido nos lleva por la Dehesa de Villasante, que es un bosque de robles rebollos con algunos ejemplares centenarios de enormes troncos.
Superamos el kilómetro 30 de la etapa yendo al encuentro de la carretera BU-542. Al superarla, tomamos el diseminado de la derecha y entramos en Loma de Montija, donde cruzamos el río Trueba por un puente para pasar ante la Iglesia de Santa Marina.
A 500 metros de la última casa del pequeño pueblo, el trayecto dibuja un ángulo recto hacia la izquierda y afronta una larguísima recta de casi 3 kilómetros por un carril de tierra. A pesar del cansancio, el paisaje es gratificante: al sur, el perfil de la sierra con las cumbres de El Bedón (1091 metros) y El Picón (1044 metros); al norte, la vegetación de ribera del río Trueba.
El camino de tierra conecta con la carretera local BU-V-5422. Por ella, atravesamos el Trueba otra vez y nos internamos en la vegetación que lo rodea, todo un respiro si venimos sufriendo el sol. El trayecto nos hace pasar junto a un camping y un albergue juvenil. Paciencia, pues aún faltan un par de kilómetros para llegar al destino.
Poco a poco las casas van rodeándonos y la carretera local desemboca en la BU-542, que se convierte en la calle principal de Espinosa de los Monteros, nuestra ansiada meta.
Pueblo muy señorial con enorme patrimonio arquitectónico. Podremos visitar la Casa Palacio de los Fernández Villa, el Palacio de los Marqueses Cuevas de Velasco, la Torre de los Azulejos, la Torre de Cantimplor, el Torreón de los Monteros o la Torre de los Velasco, junto al que se encuentra el estupendo albergue de peregrinos. Si tenemos cuerpo tras esta etapa tan larga, hay mucho que ver en esta bella localidad.
Hemos superado la primera prueba de fuego del Camino Olvidado. Soledad, bosques, montañas y mucha historia. Así es este Camino Viejo que no ha hecho más que comenzar. Vendrán más etapas así de intensas más adelante.
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