Etapa 10 de la Vía Serrana del Camino de Santiago: Coripe-El Coronil

El recorrido abandona las montañas para comenzar a recorrer la extensa campiña sevillana.

Descubriremos varias fortalezas de la Banda Morisca, como el Castillo de Cote, el Castillo de las Aguzaderas o el Castillo de la Villa.

Etapa anterior: Olvera-Coripe

Inicio de la Vía Serrana desde La Línea de la Concepción

El Castillo de las Aguzaderas, uno de los tesoros que guarda esta estapa.
El Castillo de las Aguzaderas, uno de los tesoros que guarda esta estapa. / Emilio J. De Los Santos

Ficha

Ruta Lineal

Distancia: 29,3 km

Dificultad: Difícil (con mucho peligro en el tramo de carretera tras Montellano)

Inicio: Coripe

Final: El Coronil

Poblaciones que atraviesa: Montellano

Ascenso total: 394 m

Descenso total: 574 m

Naturaleza: 3/5

Descarga del Track: Vínculo a Wikiloc

Toca despedirnos de las montañas. Prácticamente desde la primera etapa de esta Vía Serrana las hemos tenido de fieles acompañantes. En esta jornada, darán paso a la amplia campiña sevillana. El paisaje no cambiará abruptamente. De hecho, el recorrido tiene dos partes muy diferenciadas: de Coripe a Montellano seguiremos recorriendo algunas colinas y pasaremos junto a la bonita Sierra de San Pablo; a partir de la localidad montellanera, todo se aplana y los campos de cultivo empezarán a perderse en el horizonte.

Esta décima etapa también es posiblemente la más peligrosa de todas, pues su trazado tiene un largo trecho siguiendo el arcén de una concurrida carretera durante unos cinco kilómetros. Será una experiencia horrible que nos mantendrá en tensión casi una hora. Desde aquí, aprovechamos para hacer un llamamiento a los ayuntamientos de Montellano y El Coronil o la Diputación de Sevilla para que favorezcan una alternativa segura al recorrido actual.

Una señal en el Camino de la Joya, a la salida de Coripe.
Una señal en el Camino de la Joya, a la salida de Coripe. / Emilio J. De los Santos

Arrancamos atravesando de sur a norte Coripe. Salimos desde la Iglesia de San Pedro, dejamos atrás su plaza y enfilamos las calles de Onzas y Santiago Vallhonrat. Giramos en ángulo recto al llegar a la intersección con la calle Azucena, al fondo del todo. Así nos despedimos de la población e iniciamos el denominado Camino de la Joya. El asfalto en mal estado da paso a un cómodo carril de tierra.

La primera mitad de la etapa presenta un paisaje de dehesa.
La primera mitad de la etapa presenta un paisaje de dehesa. / Emilio J. De los Santos

Los primeros compases de esta etapa son agradables. Nunca nos salimos de la vereda principal. A un kilómetro de Coripe, cruzamos sin problemas el Arroyo del Boquinete para rodear el Cerro del Perdigón y ver desde arriba una cantera. En bajada, alcanzamos el Arroyo de Gilete, que hace de frontera con Cádiz. Efectivamente, volvemos a pisar territorio gaditano, pero será por poco tiempo: en dos kilómetros volvemos a pasar el límite de Sevilla. Antes, rodeamos el Cerro de San Pedro y nos incorporamos unos metros a la tranquila carretera A-8127. Seguimos su lateral hacia la izquierda hasta que veamos un cruce de caminos con una llamativa veleta al lado izquierdo. Vamos por la senda que parte desde el lado opuesto, por la derecha.

Una extraña veleta junto al Cerro de San Pedro.
Una extraña veleta junto al Cerro de San Pedro. / Emilio J. De los Santos

Caminamos por un paraje llamado Las Zorreras, a los pies del Cerro Torga (que veremos a la derecha). Justo por aquí volvemos a entrar en la provincia de Sevilla. En menos de dos kilómetros, alcanzamos unas casas dispersas. Acto seguido, en una encrucijada, viramos a la izquierda para enfilar el Cordel de El Coronil a Coripe.

Por un perfil ondulado, progresamos entre los tranquilos campos de cultivos que forman parte de los terrenos del Cortijo de la Fuensolana. El suelo que pisamos se embarrará bastante si llueve. Pasamos junto a varios almacenes antes de alcanzar el edificio principal de la finca. En este punto, conectamos con otra vereda. La seguimos doblando a la izquierda. Estamos en la zona más elevada de esta etapa.

El punto más elevado de esta etapa: al fondo, la Sierra de San Pablo.
El punto más elevado de esta etapa: al fondo, la Sierra de San Pablo. / Emilio J. De los Santos

Andamos por la dorsal de un alargado cerro con unas vistas extraordinarias: al frente distinguimos ya la Sierra de San Pablo. A unos dos kilómetros del cortijo, damos con otro cruce. Ahora doblamos a la derecha, precisamente por el sendero que menos se distingue. Básicamente vamos a seguir las marcas de las ruedas de tractores que se internan a campo través por el paraje de La Esparragosa.

Así es el Castillo de Cote. La Vía Serrana no llega a subir.
Así es el Castillo de Cote. La Vía Serrana no llega a subir. / Emilio J. de los Santos

Con el Castillo de Cote siempre delante y dominando la zona, recorremos un kilómetro y medio hasta el Arroyo de la Mujer. Desembocamos con otro camino más definido. Hacia la izquierda, ahora ya sí a los pies del cerro sobre el que se asienta el baluarte del siglo XIII (recomendamos esta ruta para subir a verlo) En esta jornada, tendremos ocasión de ver varias fortalezas medievales pertenecientes a la Banda la Morisca.

Nuestro camino sigue el pie de la Sierra de San Pablo. Junto al castillo, pasamos ante una cantera e inmediatamente nos reencontramos con la carretera A-8127. La cruzamos para enfilar un camino de tierra que progresa junto al Arroyo de Majalén.

La carretera acaba apartándose poco a poco de nuestro lado. La vereda que recorremos se convierte en un carril asfaltado mientras se interna en una zona con fincas y parcelas. Una amplia curva a la derecha, justo donde hay un almacén de cereales de una cooperativa, nos orienta hacia el noreste, con Montellano ya a tiro de piedra, a apenas un kilómetro.

Rodeamos la Sierra de San Pablo antes de llegar a Montellano.
Rodeamos la Sierra de San Pablo antes de llegar a Montellano. / Emilio J. De los Santos

Hasta aquí llevamos 17 kilómetros. Falta aún casi 13. Podemos barajar la opción de pernoctar en Montellano, pues cuenta con todos los servicios. No obstante, nuestra propuesta es seguir avanzando. El tránsito por la localidad montellanera no es complicado, casi siempre vamos en línea recta: calle Ruiz Ramos hasta la Plaza de Abastos y después la calle Sevilla, que nos saca de la población.

A lo lejos, el perfil de la Torre de Lopera.
A lo lejos, el perfil de la Torre de Lopera. / Emilio J. De los Santos

Llegamos a una glorieta grande, avanzamos de frente por el arcén de la carretera A-3205. A unos 500 metros, a la derecha, enfilamos un carril de tierra que va en paralelo a la calzada durante cierta distancia hasta separarse. Si nos oteamos nuestro flanco izquierdo, podremos ver a lo lejos el perfil de la Torre de Lopera, otra atalaya de la Banda Morisca.

El carril de tierra desciende suavemente entre cultivos. Ahora sí nos despedimos de las montañas. De frente se extiende hasta el horizonte la interminable campiña sevillana. Es el paisaje que nos aguarda hasta la capital hispalense.

En cuanto lleguemos a unas naves, tomamos el desvío que sale a la izquierda entre varias parcelas. Al fondo, daremos dos giros rápidos a derecha e izquierda sobre un balcón que nos mostrará desde arriba el paso de la concurrida carretera A-375. Seguimos bajando en busca del vado del Arroyo Salado de Morón. Precaución porque puede llevar bastante agua si ha llovido recientemente.

Superado el mencionado arroyo, damos un giro brusco a la izquierda para incorporarnos a una pista de tierra ancha. Ésta nos lleva irremediablemente a la temida carretera, a la altura de una estación de servicio. Cruzamos, con extremo cuidado, aprovechando los refugios y nos colocamos en el lado opuesto, para así avanzar hacia la derecha.

Nos aguarda una hora (unos cinco kilómetros) por un estrecho arcén en una carretera con mucho tráfico que circula a bastante velocidad. A la tensión que provoca la circulación se le suma la falta de sombra en todo este tramo. Sin duda, a esto hay que darle una solución porque cualquier día puede provocar una desgracia (si alguien conoce una alternativa, que lo indique en los comentarios de esta pieza).

Salimos de la carretera en busca del Castillo de las Aguzaderas.
Salimos de la carretera en busca del Castillo de las Aguzaderas. / Emilio J. De los Santos

La salida de este infernal tramo es el camino que conduce al Castillo de las Aguzaderas. Tras tanto sufrimiento, la recompensa es grande al menos. Perteneciente también a la Banda Morisca, la fortaleza tiene como peculiaridad que estuvo destinado a la defensa de la vaguada sobre la que se asienta. Protegía una fuente que aún podemos ver. La conservación del edificio, de origen árabe, es estupenda. Se puede entrar gratis.

Entrada al Castillo de las Aguzaderas.
Entrada al Castillo de las Aguzaderas. / Emilio J. De los Santos

Nos quedan aún unos tres kilómetros hasta la meta. Desde el castillo, retrocedemos un poco por donde hemos venido y tomamos el carril asfaltado que va a la izquierda. A los pocos metros, damos con una bifurcación: tomamos el ramal de tierra que va por la derecha. Casi en línea recta y flanqueados en todo momento por campos de cultivos caminamos otros dos kilómetros antes de reencontrarnos con la temida A-375. La tenemos que cruzar otra vez. Mucho cuidado.

Rumbo a El Coronil
Rumbo a El Coronil / Emilio J. De los Santos

Un camino nos conduce al límite sur de El Coronil. Atravesamos un parque y enfilamos la calle Vereda de Arcos, que tras una curva a la derecha pasa a llamarse calle Torbi. Siempre derecho, alcanzamos la Avenida de Andalucía, giramos a la izquierda y ya estamos en el centro de la localidad.

Castillo de la Villa de El Coronil
Castillo de la Villa de El Coronil / Emilio J. De los Santos

El Coronil cuenta con otro interesante castillo de la Banda Morisca: el Castillo de la Villa. Está integrado entre las casas de su casco histórico. Podremos ver parte de sus murallas y alguna torre. Una parte del patio se integró en las viviendas próximas. Todo ello podremos visitarlo gratis si nos quedan fuerzas tras esta dura etapa.

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