Ruta por los Pinares de Aznalcázar y La Puebla del Río: un paseo por uno de los pulmones verdes de Sevilla

Un recorrido circular por este bonito paraje, que es uno de los espacios naturales más importantes de la provincia.

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Recorrido de la circular de los Pinares de Aznalcázar / Emilio J. de los Santos

En la zona sur del Aljarafe, tenemos uno de los espacios forestales de mayor interés ecológico de la provincia de Sevilla: los Pinares de Aznalcázar y La Puebla del Río. Estos terrenos albergan una amplia masa forestal de 12.000 hectáreas repartida entre ambos términos municipales. Daremos un paseo por este bello entorno con una circular de casi 16 kilómetros.

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Junto a la Sierra Norte, los Pinares de Aznalcázar y La Puebla son uno de los pulmones verdes de la provincia. Su extenso bosque de pinos piñoneros y matorral típico mediterráneo supone un área estratégica de gran valor medioambiental. Su proximidad a Parque Nacional de Doñana, unida a la cercanía de la Dehesa de Abajo y del Corredor Verde del Guadiamar, hacen que la zona que vamos a recorrer albergue una rica fauna con muchas especies de aves, anfibios, reptiles y mamíferos.

El recorrido avanzará casi siempre por amplias pistas de tierra flanqueadas por pinos.
El recorrido avanzará casi siempre por amplias pistas de tierra flanqueadas por pinos. / Emilio J. de los Santos

La ruta que vamos a describir es una opción entre muchas posibilidades. Hay una enorme maraña caminos por esta arboleda y podremos alargar o acortar el trayecto según interese. El perfil, salvo alguna ondulación puntual, es muy plano y sus senderos avanzan por suelos de arena cómodos de pisar. Es un terreno ideal para hacer senderismo o ir en bicicleta.

Iniciamos la caminata en el Área Recreativa de Colinas, a unos 400 metros del poblado homónimo situado a 10,5 km de La Puebla del Río por la carretera que une esta localidad con Aznalcázar. Podremos aparcar el coche perfectamente fuera de la calzada en una zona habilitada para ello. Veremos con claridad la pista forestal que se interna en el pinar: es el Camino de los Charcos. Vamos por ahí.

El entorno que vamos a tener alrededor va a ser muy similar durante casi todo el trayecto, es decir, una pista de tierra flanqueada por pinares a ambos lados. De vez en cuando, tomaremos senderos algo más estrechos entre una densidad mayor de pinos o iremos encadenando subidas y bajadas cortas por ondulados cortafuegos.

Ruinas de la Casa del Torrejón
Ruinas de la Casa del Torrejón / Emilio J. de los Santos

Con una suave subida, afrontamos los primeros pasos. A 700 metros, por la izquierda, podremos ver en un claro las ruinas de la Casa del Torrejón. Por toda la zona hay varias casas forestales similares con terrenos cultivables a su alrededor. En esta ruta sólo veremos ésta. Destaca su bonito porche cubierto y la torre, aunque por desgracia el tejado lo tiene hundido y sus ventanas y puertas están tapiadas. Justo al pasar el edificio, hay un ramal que sale a la derecha. Lo ignoramos para continuar de frente.

En el kilómetro 1,5 de marcha, cruzamos perpendicularmente el primer cortafuegos que nos encontraremos en la ruta. Nos desviamos del carril principal unos 500 metros después. Un sendero más estrecho nos conduce a los terrenos de la Dehesa de Covarrubias. Pese a su nombre, no notaremos un cambio notable en el paisaje. Eso sí, por aquí la altura de los pinos se desata, con unos impresionantes ejemplares. Se nota que la competencia por la luz del sol es dura entre ellos. El sotobosque, por su parte, presenta matorrales dispersos como jaras, brezos o romeros. Como curiosidad, es posible que veamos pequeñas parcelas del suelo dedicadas a la siembra. No están valladas y unos carteles piden a los senderistas y ciclistas que respeten los límites y no pisen los cultivos.

Uno de los giros a la izquierda.
Uno de los giros a la izquierda. / Emilio J. de los Santos

Por esta parte, el camino culebrea algo más e incluso se desdobla en ciertos tramos. A un kilómetro del desvío, los árboles comienzan a ralear e intercalan zonas de pradera. Es un respiro visual que se agradece, aunque esta variedad dura poco, pues en 300 metros volveremos a vernos envueltos por el denso pinar. Justo en el kilómetro 4 de la ruta nos topamos con otro cortafuegos: lo seguimos hacia la izquierda.

Cruzando el arroyo de Majalberraque.
Cruzando el arroyo de Majalberraque. / Emilio J. de los Santos

A 200 metros, nos enfrentamos al que puede ser el mayor obstáculo de la ruta: el arroyo de Majalberraque. Su curso prácticamente divide en dos el pinar hasta que busca la Laguna de Rianzuela, en la Dehesa de Abajo. El agua ha erosionado bastante este vado. Tendremos que superar una hondonada con un desnivel corto pero pronunciado. Si ha llovido mucho recientemente, la situación puede complicarse. En un lateral hay un tronco dispuesto a modo de puente improvisado para cruzar, pero mucho cuidado porque está alto y puede resultar peligroso.

En la orilla opuesta, hay un batiburrillo de caminos. Debemos ir hacia la izquierda, en paralelo al arroyo. Se nos cruzarán dos senderos en perpendicular. Debemos doblar a la derecha en el segundo. A continuación, acortamos para evitar el ángulo recto que describe un ancho carril y entramos en los terrenos llamados Las Tres Rayas.

Caminamos unos metros en paralelo al Majalberraque. En la segunda intersección, doblamos a la derecha.
Caminamos unos metros en paralelo al Majalberraque. En la segunda intersección, doblamos a la derecha. / Emilio J. de los Santos

Proseguimos por el denso pinar 1,5 kilómetros hacia el noroeste sin prácticamente complicaciones. Solo hay un camino a seguir y mucho bosque delimitando el avance. Es muy interesante hacer de vez en cuando alguna parada para disfrutar del frescor de la vegetación y del silencio reinante. Recorrida la distancia indicada antes, alcanzamos una intersección con dos eucaliptos con el tronco muy blanco y pulido a cada lado del sendero. Doblamos a la izquierda en el cruce.

El cruce con los eucaliptos. Doblamos a la izquierda.
El cruce con los eucaliptos. Doblamos a la izquierda. / Emilio J. de los Santos

A continuación, iremos trazando una amplia curva mientras cambiamos de orientación hacia el sur. El perfil va en ligero ascenso por un camino más ancho. Se irán cruzando otros perpendicularmente, pero iremos siempre de frente hasta dar con la carretera que va a Aznalcázar. Seguimos el lateral de su calzada unos metros hacia la derecha. La primera salida a la izquierda es la nuestra. Hemos completado la mitad de la ruta.

Dejamos la carretera por la primera salida a la izquierda.
Dejamos la carretera por la primera salida a la izquierda. / Emilio J. de los Santos

Enfilamos un amplio cortafuegos. Es la zona más ondulada de todo el trayecto, con muchas subidas y bajadas cortas, algunas con bastante inclinación. Las piernas agradecerán este cambio, tras tanta distancia casi en liso. Andados unos 2,5 km, llegamos a la Cañada Honda. Cruzado otro cortafuegos, a nuestra izquierda, hay un pequeño cerro que debemos rodear.

El amplio cortafuegos tras la carretera presenta muchas ondulaciones y cortas rampas.
El amplio cortafuegos tras la carretera presenta muchas ondulaciones y cortas rampas. / Emilio J. de los Santos

Dirigiéndonos ahora hacia el este, seguimos un vallado. Al otro lado de la alambrada, el paisaje es diferente, más similar a una dehesa. El camino nos conduce a una nueva bifurcación, donde tendremos que tomar el ramal de la izquierda. La arboleda nos da un respiro al quedarse atrás y dar paso a un prado. En algunos puntos tendremos que ir campo a través, pero no será complicado saber hacia dónde caminar ya que casi siempre se intuye un tenue trazado. Finalmente, regresamos al pinar y llegamos a una rotonda adoquinada.

Tramo a través de una pradera. El recorrido se intuye algo.
Tramo a través de una pradera. El recorrido se intuye algo. / Emilio J. de los Santos

Tenemos delante la carretera SE-3302, que se dirige a La Puebla del Río. En el lado izquierdo, hay una amplia pista en paralelo a la calzada; en el lado derecho, al menos en los primeros metros, hay un buen merendero ideal para descansar. Ya sólo resta caminar dos kilómetros por el carril de tierra junto a la carretera hasta llegar al punto de inicio y cerrar de esta circular.

Llegamos a esta rotonda casi al final. Ya solo queda ir en paralelo a la carretera. Por esta parte hay muchos merenderos.
Llegamos a esta rotonda casi al final. Ya solo queda ir en paralelo a la carretera. Por esta parte hay muchos merenderos. / Emilio J. de los Santos

Puede que la ruta peque de monótona, pues vamos a ir caminando entre pinos casi todo el tiempo. Pese a ello, hay que reconocer que el paseo es agradable con tanto bosque, con el olor de la vegetación, la tranquilidad o la variedad de pájaros que podremos ver u oír. Es un recorrido ideal para desconectar del ruido urbano y una buena oportunidad para echar el día en el campo. Si el trayecto resulta demasiado largo, se puede improvisar y acortar siguiendo la multitud de senderos que se cruzan casi constantemente.

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