Camino de Santiago desde Sevilla | Etapa 36 de la Vía de la Plata (Sanabrés): Ponte Ulla-Santiago de Compostela

Sólo faltan 20 kilómetros para llegar al esperando final: la catedral compostelana aguarda a un peregrino que ha recorrido casi mil kilómetros desde la capital hispalense.

El esperado final de la Vía de la Plata: la Catedral de Santiago.
El esperado final de la Vía de la Plata: la Catedral de Santiago. / Emilio J. De Los Santos

Ficha

Ruta lineal

Distancia: 20,8 Km

Dificultad: Fácil

Inicio: Ponte Ulla

Final: Santiago de Compostela

Poblaciones que atraviesa: Eiravedra, Outeiro, Lestedo, Rubial, Deseiro de Abaixo, A Gándara, A Susana, Aldrei, Vixoi y Piñeiro

Naturaleza: 2/5

Llegamos a la conclusión de esta larga aventura que arrancó en Sevilla: 36 jornadas, casi 1.000 kilómetros, ocho provincias e incontables historias. La Vía de la Plata, por su variante sanabresa, es uno de los Caminos de Santiago más largos dentro de la Península Ibérica y uno de los más duros. Es un recorrido que habrá curtido a un peregrino que, sin duda, se emocionará cuando acabe esta etapa en la Plaza del Obradoiro.

Aún nos queda un trayecto sencillo de unos 20 kilómetros aproximadamente que se va haciendo más urbano conforme nos vayamos acercado al final, como es lógico. El Camino Sanabrés tiene un acceso a la capital gallega prácticamente exclusivo, ya que sólo lo comparte con el de Invierno, que se unió en A Laxe en la etapa 34. Esto hace que sea unas de las entradas más tranquilas. También sorprenderá lo rápido que se accede al casco urbano.

Se sube a la carretera por una escalera que hay junto a un puente.
Se sube a la carretera por una escalera que hay junto a un puente.

Ponte Ulla es pequeño. Subimos a la N-525 por una escalera que hay junto a un puente. Pasamos el área de servicio que hay a las afueras y seguimos por el arcén de la Nacional un kilómetro. Una salida en un ángulo muy cerrado, nos saca por la carretera de Vedra-Lestedo. El recorrido nos hará pasar por Eiravedra hasta tomar un carril asfaltado muy recto que, con una subida pronunciada, nos deja cerca de la Capilla de Santiaguiño y del albergue de Outeiro. Hasta este punto son cuatro los kilómetros caminados.

En este punto se deja la carretera para ir a Outeiro.
En este punto se deja la carretera para ir a Outeiro.

Aún nos aguarda una media hora más por un tramo de bosque agradable antes de llegar a las zonas urbanizadas. Seguimos el camino que pasa junto al albergue de Outeiro y, a unos 500 metros, las marcas nos sacan por la derecha. Por pistas, iremos serpenteando entre la arboleda hasta desembocar en una carretera local. Yendo a la izquierda, se entra en Lestedo. Nos despedimos de la soledad definitivamente: poco a poco iremos notando el aumento del ajetreo.

Cuando veamos un cruceiro, doblamos a la derecha y al poco, de nuevo, en la misma dirección. En todo momento vamos a pisar asfalto. De esta forma, llegamos a la aldea de Rubial, que tiene otra cruz. En su calle principal, giramos a la izquierda. No nos separamos de la carretera secundaria durante 2 kilómetros. A medio camino, pasamos la vía del tren por un paso inferior. Así, entramos en la parroquia de Deseiro de Abaixo. Al pasar sus casas, en una intersección en forma de T, vamos de nuevo a la izquierda y nos reencontramos con la N-525.

Manteniéndonos en el arcén de la carretera, visitamos A Gándara y poco después A Susana. En esta parte hay varios bares y hasta una farmacia, aunque, viendo la proximidad de la meta, puede que no interese parar.

Tras A Susana, el Camino atraviesa la N-525 por el túnel que se ve al fondo.
Tras A Susana, el Camino atraviesa la N-525 por el túnel que se ve al fondo.

En A Susana, dejamos la carretera, saliendo por un callejón que describe una semicircunferencia antes de volverse a cruzar con la Nacional, aunque en esa ocasión la intersección es por un túnel. Acto seguido, sobrepasamos un arroyo y encademos dos giros en ángulo recto: izquierda y derecha. Cruzamos la vía del tren por un puente y doblamos a la izquierda de nuevo. En la próxima calle, enfilamos la primera salida a la izquierda. Por este carril, volvemos a encontrarnos con la vía, aunque ahora iremos por debajo. Visitamos las aldeas de Aldrei y Vixoi para un poco más adelante, toparnos con la bonita Ermita de Santa Lucía. Atravesamos el arroyo del mismo nombre y, sin desvíos, entramos en Piñeiro, último pueblo antes del final.

La Ermita de Santa Lucía.
La Ermita de Santa Lucía.

Al poco esta localidad, dejamos atrás el viaducto de la AP-9 y entramos en la barriada compostelana de Angrois. Aquí, superamos las vías del tren por una pasarela. Nos llamarán la atención las flores y fotos que hay en las vallas protectoras: estamos sobre la curva de A Grandeira, donde en 2013 ocurrió el fatídico accidente del Alvia. Es un lugar que impresiona.

El puente nos deja en el Camiño Real de Angrois. Sin pérdida alguna, puesto que iremos siempre recto, veremos el enorme edificio de la Ciudad de la Cultura de Galicia a nuestra derecha. Ya en la calle Rúa do Sar, viramos levemente a la izquierda para admirar, a lo lejos y por primera vez, las torres de la Catedral de Santiago.

Por un paso inferior, atravesamos la ronda de circunvalación de la ciudad y, en subida, recorremos la Rúa do Castrón Douro y la Rúa do Patio de Madres para cruzar Tránsito da Merced. Acabamos de acceder al centro de Santiago. Recorremos las plazas de Mazarelos, da Universidade, da Fonte Seca para continuar por la Rúa do Castro. A la izquierda, por la Rúa de Xelmírez y Rúa Fonseca.

La Plaza del Obradoiro con la imponente catedral.
La Plaza del Obradoiro con la imponente catedral. / Emilio J. de los Santos

La entrada en la Plaza del Obradoiro siempre es un gran premio para el peregrino. En nuestro caso, han sido muchos días y una enorme distancia. Es inevitable emocionarse ante la estampa de una catedral que parece abrazar a todo el que llega.

Completamos de esta manera uno de los Caminos más duros. La belleza de sus variados paisajes, la gente que nos hemos encontrado, los buenos momentos vividos, las reflexiones durante los largos periodos de soledad, todo lo aprendido... y hasta el sufrimiento o los malos ratos padecidos ("no hay camino sin dolor", dicen) nos habrán marcado de por vida.

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