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Sendero de la Ribera del Jabugo: una ruta con leyenda entre Galaroza y Castaño del Robledo

Un bellísimo recorrido por un frondoso bosque de galería en el corazón de la Sierra de Aracena

Galería gráfica con las fotos de la ruta

Más rutas por la zona: Una ruta por Jabugo: sendero de las casas de los Tres Cerditos

Vistas del valle desde el sendero / Emilio J. De Los Santos

Ficha

Tiene un tramo lineal y otro circular

Distancia: 12,1 km

Dificultad: Moderada

Inicio: Galaroza

Final: Galaroza

Poblaciones que atraviesa: Castaño del Robledo

Ascenso total: 363 m

Descenso total: 363 m

Naturaleza: 5/5

Descarga del track:Enlace a Wikiloc

Según cuenta la leyenda, en la época de la dominación musulmana, un príncipe llamado Ysmail frecuentaba para cazar un frondoso y bonito valle situado en lo que actualmente es la Sierra de Aracena. Un día, cerca del lecho del río, vio a una bella joven y se enamoró perdidamente de ella. Cuando regresó a buscarla, nunca volvió a verla hasta que el propio príncipe llegó a perderse en estos bosques. Tiempo después, su padre llamó a este territorio Al-Aroza o Valle de la Doncella o de la Novia. Es lo que hoy conocemos como Galaroza. La ruta que vamos a describir a continuación nos descubrirá este hermoso entorno onubense.

El Sendero de la Ribera del Jabugo es una ruta que conecta las localidades onubenses de Galaroza con Castaño del Robledo. Recorre el estrecho valle que sigue el curso del río Múrtiga, por una de las zonas de mayor riqueza natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. La ruta, oficialmente, es lineal, pero aquí vamos a dar un pequeño rodeo para evitar la repetición.

Tras unos 500 metros junto a la carretera, vemos este cartel que indica el inicio del sendero. / Emilio J. De los Santos

Como se ha indicado, el punto de partida es Galaroza. Comenzamos a caminar en la Avenida de Carpinteros, justo en el monumento que hay a los pies de la carretera N-433. Con mucho cuidado, pues suele haber bastante tráfico, nos colocamos en el lateral izquierdo de la calzada rumbo oeste, hacia las naves industriales que hay un poco más adelante. Tras unos 600 metros, sale una calle empedrada por la izquierda: doblamos ahí. En la esquina, tendremos un cartel informativo de las rutas que hay por la zona.

Los primeros metros van por un empedrado. / Emilio J. De los Santos

El camino empedrado sube en los primeros metros. Precaución si ha llovido o hace mucha humedad porque puede resbalar. Pronto empieza a describir una curva a la derecha entre muros, ya por tierra. El perfil inicia un suave descenso en busca del río. Antes, llegamos a un claro con una encrucijada. Enfilamos el ramal que va a la izquierda. Así nos encontramos con un puente de madera que atraviesa el Múrtiga. Nos empezamos a internar en el denso bosque de galería donde predominan fresnos, sauces o álamos, también veremos robles o nogales.

Cruzamos el río Múrtiga por un puente de madera. / Emilio J. De los Santos

A partir de este punto, el recorrido tiene pocas complicaciones durante 2 kilómetros. Va a consistir en avanzar siempre al frente. Eso sí, el perfil empieza a ganar altura con suavidad y el ancho del sendero es reducido en ciertas partes con una importante caída a la derecha. Iremos describiendo un arco a la izquierda mientras bordeamos el Cabezo del Rodeo.

Veremos las ruinas de algunos edificios. / Emilio J. De los Santos

En cierto punto, el trazado nos ofrecerá una panorámica de gran belleza. Desde la falda del cerro veremos perfectamente el discurrir del río en el fondo del valle, rodeado por una exuberante vegetación. Es, quizá, el punto más bonito de esta ruta. No sólo es una maravilla para la vista, también lo es para los oídos: es muy relajante oír el rumor del agua o el sonido de las hojas de los árboles.

El recorrido es muy fotogénico. / Emilio J. De los Santos

Continuamos caminando por el serpenteante camino. Nos encontramos un solitario banco que parece estar estratégicamente colocado para mirar al lado opuesto. Arriba, en la otra margen, distinguiremos unas casas. Efectivamente, estamos a los pies de la localidad de Jabugo, que se sitúa en un plano superior al de nuestra marcha.

En los cruces tendremos señales indicativas muy claras. Pasaremos dos veces por este cruce. / Emilio J. De los Santos

En el kilómetro 3 de la ruta, alcanzamos una encrucijada situada a la altura de las Casas de Tortero, que son los edificios a nuestra diestra. De momento, no nos separamos del valle, por lo que avanzamos por el camino que sale a la izquierda. Conviene recordar este punto, pues más adelante volveremos aquí.

Un paso para vadear el río. / Emilio J. De los Santos

La vegetación se dispersa algo ahora. Nuestro camino cruza el río Jabugo por un pequeño puente. La visita a la orilla opuesta es breve, pues volvemos a cruzar el curso de agua a los pocos metros. Ahora comenzamos a ver más casas. Ignoramos el acceso al Cortijo del Castago Bajo y pisamos un firme de hormigón. En la próxima bifurcación, tomamos la izquierda. La subida se nota algo más por este tramo, especialmente al pasar una fuente que veremos a la derecha.

La subida se acentúa antes de Castaño del Robledo. / Emilio J. De los Santos

Así entramos en Castaño del Robledo. Este municipio de unos 200 habitantes recibe el nombre por la abundancia de estos árboles en sus alrededores. Además, tiene el honor de ser la localidad de Huelva a mayor altitud: 738 metros sobre el nivel del mar. El pueblo nos recibe con la Fuente del Calvario, en el barrio del mismo nombre. Enfilamos la calle Soledad y doblamos a la izquierda en el primer cruce. Así alcanzamos la carretera HU-8114.

Fuente del Calvario, en Castaño del Robledo / Emilio J. De los Santos

La ruta sigue la carretera hacia el norte y se despide de la población por el merendero del norte. Pero ya que estamos aquí, merece la pena visitar el municipio, especialmente para ver la Plaza del Álamo, su Iglesia de Santiago Apóstol o la iglesia inacabada. La primera comenzó a construirse en el siglo XVII y no se acabó hasta finales del XIX. El otro templo, a las afueras, empezó a levantarse en el siglo XVIII ante el aumento de la población en aquella época, pero nunca se terminó: se usó de cementerio hasta que se habilitó un nuevo camposanto.

La iglesia inacabada de Castaño del Robledo

Nos despedimos de Castaño del Robledo por la carretera para buscar el merendero junto a la Ermita del Cristo de la Verónica. Tras el pequeño templo, hay una vereda muy definida que será nuestro camino de vuelta a Galaroza.

Junto a la ermita parte el camino que nos acercará a Galaroza. / Emilio J. De los Santos

El sendero sigue subiendo durante unos 800 metros. Por esta zona tendremos muy buenas vistas de los pueblos de los alrededores: teniendo en cuenta que la panorámica se abre al oeste, vemos en primer término Jabugo con El Repilado detrás y más lejos, casi en el horizonte, Cortegana.

En la parte alta tendremos buenas vistas de los pueblos próximos. / Emilio J. De los Santos

La bajada es algo más complicada que la subida. El terreno sufre aquí mucha erosión con las lluvias y es muy probable que algunos tramos presenten signos de escorrentías o partes derrumbadas. Este paraje, llamado El Pedregal, cuenta con una vegetación distinta, con abundancia de alcornoques.

El descenso puede ser dificultoso en ocasiones. / Emilio J. De los Santos

Tras un kilómetro de bajada, terminamos llegando a otra encrucijada. La señalización nos dice que si seguimos de frente llegamos a Galaroza por el camino corto (unos 2 kilómetros) y que si vamos a la izquierda llegamos al final por el trayecto largo (4 kilómetros más o menos).

En los cruces se nos muestran los distintos itinerarios. / Emilio J. De los Santos

Si estamos cansados, podemos seguir de frente por un carril más ancho que pasa primero por las edificaciones de la Casa de la Farruca y después cruza por un puente el río Múrtiga. Finalmente, enlaza con la carretera N-433, que ya llega al pueblo.

Nosotros recomendamos ir por la alternativa larga. Aunque tengamos que deshacer el tramo inicial de esta ruta, ir en sentido opuesto a diferente hora nos mostrará un paisaje que parece diferente por el cambio de iluminación.

A la vuelta, el paisaje luce diferente por el cambio de luz. / Emilio J. De los Santos

Así que tras doblar a la izquierda en el cruce y tras un kilómetro de marcha llegamos a la encrucijada junto a las Casas de Tortero. Ya estamos en terreno familiar. Aquí giramos a la derecha y desandamos durante unos tres kilómetros el recorrido que anduvimos unas horas antes: recorremos la trocha por la ladera del Cabezo del Rodeo y cruzamos el Múrtiga por el puente de madera hasta llegar al empedrado que desemboca a la carretera.

La excursión no es excesivamente complicada. Ofrece opciones para acortarla o la presencia de una localidad con servicios a la mitad. La señalización es correcta con postes en los cruces y la sombra es muy abundante. Pese a ello, la bajada por El Pedregal requiere cuidado, pues puede provocarnos una torcedura si pisamos mal en ese terreno tan irregular. No obstante, más allá de todo esto, el paraje que visitamos es de una belleza natural extrema. Seguramente, el príncipe de la leyenda se enamoró del lugar en sí, no de una doncella.

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