Camino de Santiago | Vía Arán-Pirineos, etapa 7: Vilaller-Bonansa
Un trayecto bastante corto pero con un perfil ondulado. El Camino deja atrás Lérida para internarse poco a poco en la Ribagorza oscense
Ficha
Ruta lineal
Distancia: 12,9 Km
Dificultad: Moderada
Inicio: Vilaller
Final: Bonansa
Poblaciones que atraviesa: Montanuy, Escané, Noales y Bibiles
Ascenso total: 670 m
Descenso total: 410 m
Naturaleza: 5/5
Tras el esfuerzo de las dos últimas jornadas, los 13 kilómetros de esta etapa nos parecerán un descanso. Dejaremos atrás Lérida para internarnos definitivamente en Huesca, provincia en la que nos llevaremos más tiempo en esta Vía Arán-Pirineos.
En Vilaller, retornamos al puente de hierro sobre el río Noguera Ribagorzana, pasamos a la otra margen y doblamos a la izquierda. El GR-17 comienza a subir por unos senderos flanqueados por setos que atraviesan praderas en un primer momento, para después internarse en densos bosques por terreros más abruptos. A un kilómetro y medio de la salida, daremos con una granja. A partir de aquí, el sendero comienza a zigzaguear, pero tras la primera horquilla, tomamos una trocha que sale a la izquierda. La pisada vuelve a complicarse algo por aquí. Tras unos 500 metros, atravesamos el límite entre Cataluña y Aragón. Nos daremos cuenta porque los carteles indicativos llevan ya simbología de la Junta de Aragón.
Al poco de la frontera entre Comunidades, la vereda vuelve a ensancharse, aunque el ascenso no da respiro (en unos cuatro kilómetros se suben unos 400 metros). Al acceder a una pradera, el camino se bifurca. Vamos a la izquierda hasta dar con un carril de cemento que sube hasta Montanuy, primera localidad de la jornada.
Este pueblo, de sólo 48 habitantes, es bastante pintoresco por sus vistas al valle y las montañas próximas, la uniformidad de las piedras de las casas o las coloridas flores de las ventanas. Subimos hasta la plaza principal para atravesar la población por la Calle de la Fuente. Cuando el asfalto termine, viramos a la derecha por una trocha que sigue ascendiendo. El GR-17 comparte ahora trazado con PR-HU 100 o Ruta de los Pueblos.
Las rampas se endurecen mientras remontamos la falda del cerro. Al pasar bajo unas tubería, llegamos al Pilaret de San Miquel (veremos con claridad el lugar porque hay un santo en un templete). Las vistas desde aquí arriba son inmejorables.
Al poco, afrontamos la primera bajada de la jornada. La senda de tierra desciende con cierta suavidad hasta desembocar en una carretera local que nos deja en la aldea de Escané. Otra población muy pequeña (4 habitantes), con muchas de sus casas en ruinas. Éste será un panorama habitual por esta zona, en plena España vaciada. En cuanto accedamos a las casas por el norte, viramos a la derecha para adentrarnos en otro bosque. La inclinación del suelo se acentúa considerablemente por aquí rumbo al Valle de Baliera que tenemos más abajo.
El sendero cruzará perpendicularmente una carretera local a media bajada para volver a meterse entre la vegetación de nuevo. Tras varios zigzags, entramos en Noales por la calle San Sebastián. Esta localidad se asienta cerca de la carretera nacional y parece algo mayor. El callejeo describe una amplia S antes de salir a la N-260 por una curva. Caminamos unos metros para cruzar la calzada y salir por el lado izquierdo. Compartimos ahora trazado con el GR-18.
Nos colocamos junto al río La Valira de Castanesa hasta situarnos al pie de una ladera. Vamos a subir ahora una cuesta que nos va a parecer un muro: en menos de medio kilómetro, subimos 150 metros de alto por una senda cabañera. El trazado no está definido y tendremos que intuir por dónde será más cómodo avanzar.
Arriba del todo, el camino se embellece. Aunque se interna en un bosque, de vez en cuando disfrutaremos de bellos claros que nos permitirán admirar las montañas de los alrededores. Sin pérdida, ya que la vereda nos la delimitan dos vallas electrificadas, conectamos con una carretera local tras unos 2 kilómetros aproximadamente. Ya podemos ver Bibiles.
Se trata de otra aldea muy reducida con muchas casas abandonadas. Describimos una amplia curva por la carretera hasta la última casa de esta población. Seguimos el muro trasero de la vivienda hasta dar con una trocha incómoda con mucha inclinación lateral. Un leve ascenso y las praderas pasarán a llenar el paisaje.
Entre Bibiles y la Ermita de Sant Roc hay 1,5 kilómetros. Merece la pena parar y entrar en este pequeño templo románico. Su oscuridad y silencio nos cautivarán. Apenas 500 metros más adelante, accedemos a Bonansa, un pueblo algo mayor que los que hemos ido visitando en esta jornada.
Bonansa sorprende por la cantidad de hospedaje que ofrece, de hecho, en verano es un lugar bastante turístico. Pese a ello, se respira tranquilidad, con grandes casas típicas de la zona hechas en una piedra color ocre.
La etapa es muy corta, pero no tenemos más remedio que parar aquí (siempre que no hagamos acampada). El próximo tramo es muy solitario y no hay opción de pernocta hasta pasar el Congosto de Obarra. Llegar hasta allí de una tirada endurecería demasiado el recorrido, sobre todo teniendo en cuenta el perfil tan accidentado que nos aguarda.
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