Camino de Santiago | Vía Arán-Pirineos, etapa 8: Bonansa-Monasterio de Obarra
Otra etapa de gran belleza, con el Congosto de Obarra como principal atracción. Concluye con la visita a auténtica joya del románico español.
Ficha
Ruta lineal
Distancia: 15,9 Km
Dificultad: Difícil
Inicio: Bonansa
Final: Monasterio de Obarra. El final no es en población
Poblaciones que atraviesa: Alins y Ballabriga
Ascenso total: 740 m
Descenso total: 970 m
Naturaleza: 5/5
La Vía Arán-Pirineos vuelve a desplegar ante el caminante un paisaje de enorme belleza. Sus 15,9 presentan un perfil bastante ondulado, pero la espectacularidad de las vistas nos cautivará. El gran protagonista de la etapa es el Congosto de Obarra, un estrecho desfiladero formado por la erosión del río Isábena. El final lo tenemos en una joya arquitectónica del estilo románico.
Seguiremos el GR-17, pero en muchos tramos pisaremos los trazados del GR-15 y del 18.1. Tendremos pocos respiros en llano. Casi siempre estaremos subiendo y bajando. De hecho, el ascenso acumulado es de 750 metros en toda la etapa, mientras que el descenso es de 970 metros. Nos encontramos ante una situación similar a la de la quinta etapa: aunque parece un trayecto corto, nos ocupará casi seis horas. El avance será lento, por tanto.
Para salir de Bonansa, debemos retomar la calle San Roque, por la que llegamos desde la ermita en la jornada previa. Esta calle rodea por el exterior la población y nos deja en la la carretera A-1605. La cruzamos perpendicularmente para entrar luego en un carril con el suelo de cemento. A los pocos metros pasa a ser de tierra. En la primera curva a la izquierda, continuamos de frente y salimos de la pista principal.
El sendero progresa flanqueado por seto y árboles durante unos metros hasta colocarse en una zona de vegetación baja. Vamos subiendo suavemente por la ladera, en paralelo a la carretera que cruzamos al principio. A los dos kilómetros de la salida, alcanzamos el Alto de Bonansa, a 1.380 metros de alto. No ha sido un ascenso duro, sólo un calentamiento.
Caminamos por una meseta hasta llegar a una vereda muy cómoda que se interna en el bosque de Pegá. Este paraje es de gran belleza, con árboles de gran altura y un silencio sobrecogedor. Los primeros metros son muy sencillos, en tanto que es una ruta educativa acondicionada para niños y personas con discapacidad. Tiene guías en los límites del sendero, el suelo aplanado o puntos para palpar troncos y rocas, así como explicaciones del monte de las señales de los GR.
Acabamos abandonando esta zona cómoda por un lateral que baja un importante desnivel. Vamos a perder 150 metros en menos de un kilómetro. Al principio, tendremos que asumir las cuestas directamente, aunque poco después empezamos a zigzaguear para suavizar la pérdida de altura.
En el punto más bajo, nos reencontramos con la A-1605 y vemos por primera vez el río Isábena. Nos vamos a llevar muchos días junto a su curso. De momento, lo cruzamos por el puente y seguimos la carretera hasta dejarla por la derecha en la primera curva.
Ahora viene el repecho más duro de esta jornada: 200 metros en un kilómetro. Tenemos que coronar las peñas que vemos a la derecha. El ascenso no tiene pérdida, aunque es intenso. Arriba del todo, con unas vistas espectaculares, tenemos Alins, a 1.400 metros de alto.
Esta aldea cuenta con apenas dos decenas de habitantes. La Parroquia de Santa Lucía y San Marcial es su principal atractivo más allá de las panorámicas que ofrecen sus miradores. Seguimos el muro de la iglesia y del cementerio hasta un cruce. Tomamos la vereda de tierra a la derecha, ya en bajada.
En los tres kilómetros y medio que tenemos por delante iremos descendiendo por la ladera de un monte, en ocasiones con un fuerte desnivel lateral. Pese a que da al menos tres giros bruscos a la izquierda, el sendero estará claro en todo momento gracias a una señalización impecable. Irá describiendo un amplio arco mientras traspasa los barrancos de Solanetas y Fuente de los Vaqueros. Antes de alcanzar el fondo del valle, veremos que hay una bifurcación de caminos marcado con un poste. Aquí es donde nos separamos el GR-15. Nosotros buscamos el Congosto de Obarra, sin abandonar el GR-17.
Un kilómetro más adelante, vadeamos el Río Blanco, afluente del Isábena, por el Barranco de Espés. Hay que ir saltando de piedra en piedra, así que mucha precaución si va crecido. Un repecho nos deja sobre una pista asfaltada (Pista de Espés). Viramos a la derecha en cuanto la pisamos y andamos la recta. En la curva seguimos de frente por otra vereda de tierra. Vamos justo por la mitad de esta etapa.
Hemos entrado en el Congosto de Obarra. Se trata de un estrecho desfiladero entre las sierras de Sis y Turbón formado tras la erosión durante miles de años del Río Isábena. Nuestro camino avanza por la margen derecha del río a media altura de la pared de la montaña. En algunas zonas, el sendero se hace muy estrecho. En todo momento, oiremos el rumor del turbulento río y veremos, desde lo alto, la sinuosa carretera que en varios puntos se adentra en túneles. En nuestra senda, observaremos unas curiosas formaciones rocosas que se asemejan a gigantescos dedos, resultado del desgaste del tiempo.
A tres kilómetros de la entrada en el congosto, el perfil pierde algo de altura y se rodea de un denso bosque. Por aquí, queda la Fuente de los Carpinteros (Font dels Fustes). El recorrido se separa un poco del río para dar con el Barranco de la Garganta. Justo en este punto, comienza el segundo ascenso duro de esta etapa. No sube más de 150 metros en un kilómetro, pero las rampas son pronunciadas. Eso sí, las vistas conforme subimos son increíbles. Sobre nuestras cabezas podremos distinguir unas buitreras. Nuestro objetivo es La Portella o el Paso de la Croqueta.
Desde esta privilegiada atalaya, podemos ver ya Ballabriga. Ahora bajamos 350 metros de altura en tres kilómetros. El primer tramo, hasta el pueblo de más abajo, es lo más cargante para nuestras piernas, sobre todo porque pisaremos arena suelta y es posible resbalarse.
Ballagriga puede parecer más grande que Alins, pero solo tiene tres habitantes (según el INE en 2022). Muchas de sus casas están abandonadas. El edificio más interesante es la parroquia, aunque el gran atractivo de la aldea es el contraste de sus casas de piedra frente al verdor de los montes de atrás. Desde aquí faltan un par de kilómetros hasta el final de la etapa, aunque ya el descenso es mucho más cómodo.
Junto a la iglesia, parte una calle en bajada. La tomamos, pero pronto nos desviamos por una escalera muy rústica a la derecha. Pasamos una alambrada electrificada y seguimos por una trocha hasta dar con una pista asfaltada. Por ella, bajamos en zigzag hasta la A-1605 (la misma que salía de Bonansa). La atravesamos para acceder al Monasterio de Obarra por una cancela y tomar un el camino empedrado hasta el bonito Puente de San Pablo.
El conjunto monástico es una joya del románico con edificios del siglo XI y XII. Se conserva la Basílica de Santa María, la Iglesia de San Pablo, el palacio abacial, un molino y una acequia. El grado de conservación de los dos templos es muy bueno. Por desgracia, aunque el recinto suele estar abierto, para acceder al interior de los edificios hay que pedir cita (974 315 581). Suelen estar muy limitadas.
En este privilegiado lugar concluye esta octava etapa. Sin duda, una de más bonitas y variadas. A partir de ahora, comenzaremos a seguir muy de cerca el río Isábena, caminando entre montañas que poco a poco van perdiendo altura.
Alojamientos
Nos encontramos en una zona muy despoblada. Para poder dormir, sólo tenemos dos opciones: acampar o buscar un hostal. Si optamos por la seguida propuesta, debemos salir de nuevo a la carretera y seguirla en dirección a Beranuy. A dos kilómetros del monasterio tenemos la Casa La Cuadreta (974 347 080), que ofrece habitaciones.
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