¿Conoces la historia del cuadro de Murillo que hay en la Catedral al que le robaron un trozo?
El cuadro tuvo que ser reconstruido después de que encontraran el trozo que faltaba en un anticuario de Nueva York.
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¿Sabías que en la Catedral hay un cuadro de Murillo que tuvieron que reconstruir porque un ladrón robó una de sus partes? Pues así es. Se trata de la obra 'La visión de San Antonio de Padua', realizada por el pintor Bartolomé Esteban Murillo en el año 1656 para la Catedral de Santa María de la Sede de Sevilla.
Esta pintura se encuentra actualmente en el retablo de la Capilla Bautismal, junto al Bautismo de Cristo, también de Murillo y aunque sea inapreciable, se puede observar cómo una de sus esquinas presenta algunas rarezas. Esto se debe a que un ladrón cortó un trozo y a los años, cuando consiguieron hallarlo, tuvieron que volverlo a poner sobre el cuadro que había sido dañado.
El encargo de la obra
El cuadro en cuestión fue un encargo del cabildo catedralicio en octubre de 1656 para decorar el altar de la capilla de San Antonio, usada entonces para bautizos. Cuando Murillo finalizó su obra, de grandes dimensiones para una capilla más bien pequeña, ésta fue colocada sobre un retablo que había construido Bernardo Simón de Pineda.
Esta obra de arte era admirada constantemente por quienes pasaban por allí. Durante la ocupación francesa de Sevilla, en el marco de la invasión napoleónica a España, las tropas del mariscal francés Jean de Dieu Solt entraron en la catedral y expoliaron muchos de los objetos de valor que en ella se encontraban.
Una de las obras confiscadas por el militar fue la Inmaculada de Soult y el Nacimiento de la Virgen, de Murillo. Aunque en un principio el francés pensaba obtener la Visión de San Antonio de Padua, el cabildo propuso intercambiarla por el Nacimiento de la Virgen y la obra permaneció en la capilla de San Antonio, siendo restaurada la pintura en el año 1831 para que los sevillanos y sevillanas pudieran seguir contemplándola.
El robo y su recuperación
Sin embargo el cuadro no correría la misma suerte unos años más tarde ya que en noviembre de 1874, no se sabe muy bien cómo, un ladrón logró entrar a la Catedral de Sevilla y recortar un trozo de la pintura, el correspondiente a la esquina en la que se encontraba la figura del santo.
No se volvió a saber nada más del pedazo de obra que faltaba hasta que posteriormente, en noviembre de 1875, éste aparecería, sorprendentemente, en un anticuario de la ciudad de Nueva York perteneciente a William Schaus. Quien lo adquirió y reconoció fue el propio dueño del anticuario quien, al ver la obra que pretendían venderlo, supo inmediatamente de qué se trataba.
Schaus adquirió el trozo de pintura de Murillo por un total de 50 dólares y nada más tenerla en sus manos la entregó a la Embajada Española de forma gratuita. De esta manera el trozo robado fue devuelto a la Catedral en 1875.
La Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla recomendó que fuese restaurado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, que entonces tenía más medios para ello. La pintura fue recompuesta en la Sacristía Mayor por Salvador Martínez Cubells en 1876. Los académicos Carlos Luis de Ribera y Fieve y Nicolás Gato de Lema redactaron un informe sobre dicha restauración.
Aunque hicieron un gran y minucioso trabajo, los visitantes de la Catedral de Sevilla todavía pueden ver hoy las marcas de las costuras que un día atravesaron el cuchillo del misterioso ladrón y que se observan también, aunque de forma muy sutil, en la propia fotografía del cuadro.
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