¿Por qué llamaron a Sevilla la «Nueva Roma» en el siglo XVI?
Sevilla fue una de las ciudades más importantes del mundo en este siglo
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Durante muchos años, Sevilla fue una de las ciudades más importantes del mundo. Su posición estratégica como puerto desde el que salían los barcos que iban hacia América dio lugar a que se hiciera con el monopolio del comercio con este continente. Esto hizo que la hispalense se convirtiera, en el siglo XVI, en un lugar popular y principal dentro de Europa.
Tan es así que muchos muchos mapas grabados con vistas de la ciudad de los siglos XVI y XVII, ostentan el lema «quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla». Esa es la imagen que difundieron de ella tanto grabadores y viajeros europeos, a los que se sumaron escritores nacionales, como Luis de Peraza que escribió la primera Historia de Sevilla en 1535.
Lo cierto es que desde el establecimiento en esta ciudad de la Casa de Contratación de Indias en 1503, a lo que hay que sumar las bodas del emperador Carlos V en 1526, Sevilla se convirtió en un foco de atracción internacional. No fueron otras sino estas las circunstancias que acabarían dando lugar a que algunos vieran Sevilla como una metrópoli, una suerte de «Nueva Roma» de la que aún hoy quedan vestigios de aquellos gloriosos años.
La «Nueva Roma»
De esa Sevilla del siglo XVI podemos observar, en la actualidad, parte de su profunda huella en la arquitectura y el urbanismo renacentista que hay en la ciudad, movimiento propio de los siglos XV y XVI.
Y es que, como parte de su arquitectura civil se puede hablar de tres edificios fundamentales: el Ayuntamiento, construido a instancias de Carlos V y trazado por Diego de Riaño en 1528 y ampliado en el XIX; el Hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre, proyectado por Martín de Gainza, en el que destacan los patios y la iglesia que construyó Hernán Ruiz II en 1558, y la Lonja (Archivo de Indias), que diseñó en 1583 Juan de Herrera.
Además de estos, destacan otros palacios de estilo mudéjar, levantados por nobles o ricos comerciantes, como la Casa de los Pinelo, el Palacio de las Dueñas o la Casa de Pilatos, sin dejar atrás la construcción de los Reales Alcázares que muestra esa síntesis, tal y como destacan desde el portal de turismo de la Junta de Andalucía, en el Patio de las Doncellas y enseña en sus jardines el Pabellón o Cenador de Carlos V.
Respecto a la arquitectura religiosa del Renacimiento en Sevilla destaca la Catedral, con la Capilla de los Alabastros, la Sacristía de los Cálices, Sacristía Mayor, la Capilla Real o la Sala Capitular y un ascenso a la Giralda, cuyo cuerpo de campanas construyó Hernán Ruiz II entre 1558 y 1568 como remate del alminar almohade de la antigua mezquita mayor sevillana.
A ella se suma la Iglesia de la Anunciación, trazada por Hernán Ruiz II y que alberga los sepulcros renacentistas de los Enríquez de Ribera, o algunos de los conventos más populares de la capital, como son el de San Clemente, el de Santa Isabel, San Leandro (con sus famosas yemas) Santa Clara, Santa Inés y Santa Paula. Todos ellos muestran también en sus portadas, iglesias, patios o decoración las reformas efectuadas en el Renacimiento que dan buena cuenta de toda la riqueza arquitectónica que se puede encontrar en la ciudad y que sigue en pie en la actualidad.
Más allá de la capital
Más allá de la capital, en la provincia de Sevilla existen algunos pueblos como Écija, Osuna o Utrera en los que destacan, al igual que en la ciudad, algunas de las construcciones renacentistas más populares y emblemáticas de la zona.
En el caso de «la ciudad de las torres», son especialmente famosas el Arca Real del Agua (conservada parcialmente) y la fachada plateresca del Palacio de los Condes de Valhermoso. En Osuna, por su parte, destacan la Colegiata de Santa María de la Asunción (a la que se adosa el Panteón Ducal), la Universidad y el conjunto de viviendas del XVI situado entre las Iglesias de la Merced y Santo Domingo. Utrera enseña la fachada de la Iglesia de Santa María de la Mesa, obra de Martín de Gaínza y otro de los lugares de obligada visita si se está por la localidad.
En definitiva, muchos de los edificios que hoy constituyen una seña de identidad de la ciudad fueron levantados en aquellos siglos en los que la hispalense era uno de los centros del mundo y en los que, de forma similar, podría decir que Sevilla fue una suerte de «Nueva Roma» con una historia que perduraría hasta nuestros días.
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