Un puente entre Cernuda y Turina, entre Imán y Gualberto
calle rioja
Mellado coincidió con Kiko Veneno en el área de Música de la Fundación Luis Cernuda

Un viaje equinoccial de la música antigua a la más moderna. En la Fábrica de Artillería, durante una visita guiada que condujo Eva Díaz Pérez por la exposición de los Machado, uno de los que participaban era Álvaro Garrido, integrante del grupo Artefactum. Por él tuve noticias del concierto de su trigésimo aniversario que iban a realizar, con todo el papel ya vendido, en el Espacio Turina. Fue la propia Eva Díaz Pérez la que glosó la trayectoria de este grupo que ha recorrido España entera mezclando la música antigua con el sentido del humor, quitándole al clasicismo la caspa de la solemnidad.
Mellado coincidió con Kiko Veneno en el área de Música de la Fundación Luis Cernuda
La actuación tuvo lugar el 29 de noviembre en la Sala Turina de la calle Laraña. Fue la última vez que vi a José María Mellado. Nos cruzamos un saludo muy cordial y celebramos la magnífica idea que había sido ponerle Espacio Silvio a una de las salas más grandes del que fuera cine-teatro Álvarez Quintero. De Turina a Silvio, los puntos suspensivos de la música sevillana.
Los méritos de José María Mellado ya los enumeró en un emotivo artículo publicado el jueves en este periódico su compañero de aventuras culturales Carlos Colón, con el que compartió catorce ediciones de los Encuentros Internacionales de Música de Cine. Mellado, unido familiarmente a la Casa Damas de Sierpes y también de la calle Asunción, fue el director del Área de Música de la Fundación Luis Cernuda. Nada más oportuno que encontrarnos en el Espacio Turina.
El Luis Cernuda niño que vive en la calle Acetres era vecino de un ya afamado músico que volvía a casa de sus compromisos artísticos. “Pared frontera de tu casa vivía la familia de aquel pianista”, escribe en el relato El piano de Ocnos. No lo nombra, pues no hay nombres en estas páginas, salvo los de Bécquer y José María Izquierdo. El padre de Turina fue un destacado pintor costumbrista, como recogía Enrique Valdivieso en la antología que el catedrático de Historia del Arte presentó sobre este estilo pictórico en la Fundación Caja Rural del Sur.
Gracias a Artefactum, también a la mediación azarosa de los Machado en aquella visita otoñal a la Fábrica de Artillería, tuve ocasión de saludar a José María Mellado sin imaginar que sería una despedida. Dentro de lo luctuoso del trance, le divertiría saber cómo me enteré de su fallecimiento. El mensajero pertenece al mundo de la música y es posible que alguna vez se cruzaran sus destinos en los despachos de la Fundación Luis Cernuda, cuando en ella también trabajaba Kiko Veneno. A veces se los veía a los dos, al padre artístico de Lobo López y a Mellado, acudiendo a la administración a echar la quiniela semanal.
Me gusta palpar el ritmo de la noche cuando bajo la basura. Soy muy disciplinado con el reciclaje y sus cuatro palos: vidrio, papel, plástico y restos orgánicos. De lunes a domingo cambia mucho la música urbana de la ciudad. Junto a los contenedores de la Alameda esquina con Lumbreras (a veces me acerco a los que dan a Becas para ver iluminada la torre de don Fadrique), los lunes siempre se escuchan palmas, oles y el rasgueo de una guitarra en el bar Marqués de Esquivel, muy cerca de las huellas de Arturo Pavón y Manolo Caracol. El martes es el segundo vagón del tren de la semana, ya aparece el revisor. El miércoles fue tradicionalmente día de fútbol internacional y este último había vuelto con mi hijo de ver en un bar el triunfo del Madrid sobre el Manchester City. Menos literario que el año pasado, que coincidió con el décimo aniversario de la muerte de García Márquez. La noche era cerrada, sólo llevaba residuos para el contenedor de papel, el de los periódicos caducados y cartonajes varios. No había música en el Corral de Esquivel, los camareros recogían las mesas de La Norte y el Badulaque y una sola persona caminaba por la Alameda a la altura de la Comisaría de Policía.
Era Manuel Imán. El gran músico, el guitarrista de tantísimos grupos. Fue compañero de pupitre del doctor Ismael Yebra en los Escolapios. El dermatólogo estaba muy orgulloso de esa circunstancia, que el músico la mantiene incólume. Le dije que esa misma tarde había saludado a Victoria, la compañera de Ismael, en el homenaje a Antonio Rivero Taravillo en la Biblioteca Infanta Elena. A Manuel, Manolito le llamaba Ismael, se le ilumina la cara cuando oye hablar de su amigo. Nos despedimos junto a estos contenedores que parecen buzones o urnas y me da la noticia de la muerte de José María Tellado. Lo decía con una congoja de réquiem. “Ya estamos en primera fila”. Se refiere a la Parca.
Es curioso conocer la noticia de la muerte de José María Mellado la noche del miércoles en la Alameda y dársela tú mismo a Gualberto al mediodía del día siguiente en el Jueves, junto al puesto de libros de Rodrigo, esquina de Feria con Conde de Torrejón. De Imán a Gualberto. Esto es El rock de la calle Feria, la novela de Paco Gallardo, que también estuvo en el homenaje a Rivero Taravillo. Gualberto y Manuel Imán son los músicos sevillanos más norteamericanos. Los ocho nietos del primero viven en Estados Unidos, país donde el segundo estuvo trabajando un buen puñado de años.
Su apellido musical era el nombre de uno de sus principales grupos, Imán, Califato Independiente. Manolito era en realidad el califa Abderramán de un grupo del que dice Luis Clemente en su libro sobre Triana: “Eran los históricos del flamenco-rock, música ligada al sentimiento nacionalista andaluz de mediados de los 70 que aunaba la cosa eléctrica con la música árabe y el elemento gitano”. Completaban el grupo Marcos Montero, Iñaki Egaña y Kiko Guerrero y se recluyeron en El Puerto de Santa María en su etapa mística del Camino del Águila.
Manuel Imán y Gualberto García unidos por el legado de José María Mellado-Damas. En el citado libro de Luis Clemente, el guitarrista y el virtuoso del sitar (dicen que Gualberto también lo era con el balón) coinciden en momentos históricos de la música andaluza. El 12 de agosto de 1977, en la plaza de toros de Marbella, el cartel era: Azahar, Imán, Gualberto, Iceberg, Triana y Pau Riba. Cuatro días después muere Elvis Presley y resucita Silvio, el que da nombre a la sala del Espacio Turina en el que coincidimos con Mellado en el inolvidable concierto de Artefactum. Las treinta velas de Tempus Fugit que apagaron Álvaro Garrido, José Manuel Vaquero, César Carazo, Ignacio Gil y Alberto Barea. En el libro sobre Triana, Luis Clemente da cuenta de otra coincidencia mítica de Imán y Gualberto. En la primavera de 1979, el año de las primeras elecciones municipales de la democracia, participan en el Pabellón de Móstoles en un denominado Concierto de Rock Andaluz con un cartel formado por Triana, Storm, Guadalquivir, Imán y Gualberto.
La muerte de José María Mellado deja huérfana a la Sevilla musical. Un puente entre Turina y Cernuda por las páginas de Ocnos. En el filo fenicio del Jueves, en Casa Vizcaíno, se hacían eco Pedro González de la Hoz y Eduardo del Campo (padre), que con Bernardo Bueno, Chus Cantero, que fue director de la Fundación Luis Cernuda, Juan Víctor Rodríguez Yagüe y Miki Mata formaron el comisariado de la exposición de los 30 años de Cita en Sevilla. El catálogo arrancaba con una frase de Silvio que es digna de ser enmarcada: “Citar en Sevilla sería toda una Revolución”.
Lo más duro de la muerte, también lo mejor, es que la vida sigue. No sólo los pájaros del poema de Juan Ramón. También los puestos del Jueves, las cervezas del Vizcaíno y las del Guadiana, donde comparte tertulia Manuel Gregorio González, autor de una de las dos biografías que desde Sevilla va a tener Álvaro Cunqueiro. La segunda la tiene ya a punto Antonio Rivero Taravillo. Ni Mondoñedo tiene tantas. Cuando Sevilla se pone… Ya pasó con el bloomsday, cuando era más joyceana que Dublín. Hace un par de lunes, en el bar Corral de Esquivel, hubo un duelo de guitarras entre Manolo Imán y Rafael Riqueni.
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