La oscura leyenda sobre desapariciones que rodea a la calle Sierpes de Sevilla

Cuenta la leyenda que el origen de su nombre está relacionado con unas desapariciones que hubo en el siglo XV en esta calle.

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Imagen de archivo de la calle Sierpes
Imagen de archivo de la calle Sierpes / M. G.

Paralela a la famosa calle Tetuán, una de las más caras de España que conectan la Campana con la Plaza de San Francisco, en Sevilla, se encuentra la calle Sierpes y al igual que en el caso de la primera, el origen de su nombre encierra una peculiar historia. Sin embargo, en el caso de este última el relato que gira en torno a su nombre tiene un origen más oscuro.

La calle Sierpes tiene un recorrido de 385 metros y está repleta de establecimientos comerciales, algunos de ellos de las firmas más caras de España. La calle Sierpes ha sido famosa, en múltiples ocasiones, por los edificios históricos que hay en ella así como por haber sido protagonista de canciones como la que cantó Alejandro Sanz con Arturo Pareja Obregón sobre Sevilla y que comienza diciendo: “Me da igual cantar en Sierpes que en la Plaza Nueva”.

Desde el siglo XVI, las referencias de escritores de gran talla han convertido la calle Sierpes en una de las más insignes de la ciudad. Por ejemplo, en la comedia El rufián dichoso, Cervantes sitúa en este punto de la ciudad la tienda de naipes de un francés jorobado al que llamó Pierres Papin.

La leyenda que encierra esta calle

En sus inicios esta vía del centro de Sevilla recibía el nombre de calle Espaderos porque en ella había multitud de comercios que se dedicaban a la venta de espadas. Sin embargo la calle se haría famosa porque a finales del siglo XV comenzarían a desaparecer en ella multitud de niños y niñas.

Cuenta la leyenda que, por aquel entonces don Alfonso de Cárdenas, que era quien regentaba la ciudad, recibió una carta anónima proveniente de un reo que aseguraba conocer la identidad del culpable de las desapariciones. Este prometía desvelarla a cambio de su libertad, algo a lo que accedió don Alfonso.

El reo era Melchor de Quintana y Argüeso, un bachiller en letras que se había fugado de la justicia y que vivía escondido en las galerías subterráneas de la ciudad porque había participado en un acto de rebeldía contra el rey.

Conocedor de que le concederían la libertad, de Quintana llevó a don Alfonso hasta dicho culpable. Para el asombro de todos quien hacía desaparecer a los niños y niñas de la calle Espaderos era una enorme serpiente del tamaño de un basilisco.

Calle de la sierpe

El relato cuenta que fue tal el asombro de los ciudadanos por aquel entonces que fue inevitable empezar a relacionar la calle con este animal, llamándola “calle de la sierpe” en un primer momento hasta que luego se reconoció dicha atribución.

Sierpe, palabra que proviene del latín ‘serpens’, se refiere a un reptil de cuerpo alargado, estrecho y generalmente cilíndrico y sin extremidades. Su nombre científico es ‘serpentes’, que posteriormente derivaría en ‘serpiente’.

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