La leyenda de María Coronel, la sevillana que se arrojó aceite hirviendo por escapar del rey
Noble en la corte del rey Pedro I, fue la fundadora del Convento de Santa Inés, en Sevilla
Siete leyendas de Sevilla que deberías saberte
Sevilla es una ciudad llena de historia y, entre sus calles, se cuelan algunos de los pasajes más interesantes. Uno de ellos es el protagonizado por la hija de Alfonso Fernández Coronel, copero del rey Don Pedro I (1334 - 1369). Hablamos de la sevillana María Coronel (1334 – 1411) y la leyenda del aceite hirviendo que siempre la acompañaría en su recuerdo por la capital hispalense.
Perteneciente a la aristocracia de Sevilla, dejó un importante legado en la ciudad como fundadora del convento de Santa Inés. No obstante, este relato se teje en torno a su relación con el rey; o, más bien, a las desgracias que Pedro I le ocasionó y a sus desesperados intentos por escapar de él.
La obsesión del rey: un interés no correspondido
Todo comenzó con la muerte del padre de María Coronel, que, una vez caído en desgracia, fue ejecutado por orden del monarca. Además, la joven noble había contraído matrimonio con Juan de la Cerda, tataranieto del rey Alfonso X de Castilla. Sin embargo, su marido no tardaría en rebelarse contra Pedro I, con todo lo que ello implicaba. Este hecho le llevaría, de nuevo por orden real, a una prematura muerte tras ser derrotado en batalla.
No obstante, estos sucesos no serían los únicos que relacionarían a María Coronel con Pedro I. Según la leyenda, el rey se había quedado prendado de su belleza y, enamorado perdidamente de ella, llegó a perseguirla y acosarla en numerosas ocasiones. Aquella obsesión llegó a provocar, incluso, que intentara secuestrarla.
La leyenda del aceite hirviendo
Los intentos de la noble por desprenderse de la insistencia del monarca se volvieron cada vez más desesperados, ya que nada parecía funcionar. Mientras profesaba su fe en el convento de Santa Clara, en la ciudad, se vio asediada en diversas ocasiones. El rey trató de encontrarla y llevársela, aunque ella contó con ayuda para evitarlo; así como también con su propia determinación.
Se cuenta que, en una ocasión, los alguaciles de Pedro I fueron a buscarla, pero las hermanas del convento ayudaron a María Coronel ocultándola en una zanja junto a la Torre de Don Fabrique. Allí la cubrieron de tierra y, a la espera de que pudiera pasar desapercibida, sucedió el milagro: crecieron matas de perejil a su alrededor que ocultaron por completo el escondite.
A pesar de todo, nada hizo cesar los intentos del rey por aferrarse a su obsesión y se presentó personalmente en el lugar para encontrarla. En ese momento, María Coronel se escapó hacia las cocinas y, al no encontrar otra salida posible, decidió arrojarse aceite hirviendo sobre la cara. Aquella desesperada medida, al parecer, funcionó y, según la leyenda, el rey Pedro I finalmente desistió. María Coronel pudo entonces seguir con su vida, aun con el recuerdo sobre su rostro de todo lo que el monarca había dejado tras de sí.
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