La trágica historia de la sevillana María Coronel, acosada y perseguida por Pedro I

Cuenta la leyenda que se desfiguró el rostro con aceite hirviendo para que el rey dejara de buscarla.

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María Coronel, retratada por Joaquín Domínguez Bécquer
María Coronel, retratada por Joaquín Domínguez Bécquer / Joaquín Domínguez Bécquer/Wikimedia

Su nombre completo era María Fernández Coronel y fue una importante aristócrata sevillana, nacida en 1334, que fundó junto a su hermana el convento de Santa Inés, que sigue en pie en la actualidad.

María Coronel, que es como se la conoce popularmente, era hija de Alfonso Fernández Coronel, el entonces alguacil mayor de Sevilla y parte del consejo privado del rey Alfonso XI. Traes contraer matrimonio con Juan de la Cerda, también alguacil, se acabó quedando viuda y huérfana cuando apenas tenía 23 años después de que Pedro I decapitara a su cónyuje y a su padre por intentar sublevarse contra él. Todos los bienes de la joven le sería confiscados por el monarca y María Coronel lo perdería absolutamente todo.

La leyenda del aceite hirviendo

En este contexto en el que, supuestamente, la joven aristócrata y Pedro I saben el uno del otro y se acaba desatando una leyenda que ha perdurado hasta nuestros días. Cuenta esta historia que en los años sesenta del siglo XIV, cuando el rey conoció a la chica sevillana quedó prendado de ella sin que María lo correspondiera. Tan es así que se obsesionó con la joven y la comenzó a acosar y perseguir para tratar de enamorarla. Huyendo de esta persecución, María Coronel buscó refugio en un primer momento en la ermita de San Blas y, más tarde, en el convento de Santa Clara de Sevilla.

Lejos de desistir, el monarca mandó a los alguaciles a buscarla y las monjas, para protegerla, la escondieron echándole tierra por encima. Sin embargo esto no impidió que Pedro I volviera al convento para dar con ella, en esta ocasión sin tiempo para que se escondiera. Fue en la cocina del edificio donde el rey la trato de retener y ella, para librarse de su acoso, decidió rociarse la cara con aceite hirviendo para que se le desfigurara. Fue en ese momento cuando, siempre según esta leyenda, Pedro I perdería interés en ella.

Fundación del convento de Santa Inés

Dejando la leyenda a un lado, con la llegada de Enrique II al poder, María Coronel recuperó parte de sus bienes, y con lo que le donaron sus hermanas, Aldonza y Mayor, decidió fundar el convento de Santa Inés en la misma casa solariega de sus padres, junto a la parroquia de San Pedro. Algunas de las posesiones que habían pertenecido a su padre, en concreto dos castillos, no consiguió recuperarlas, pero sí pudo ceder sus derechos con la condición de que pudieran finalizar las obras del convento y le otorgaran una renta anual a las monjas. La fundación tuvo lugar en 1376 y en él ingresaron 40 hermanas.

Aunque la fecha tradicional de la muerte de María Coronel se sitúa en 2 de diciembre de 1411, hay indicios de que en realidad lo hizo en 1409, con unos 75 años.

Enterrada en medio del coro de la iglesia, fue encontrado su cuerpo incorrupto cuando a mediados del siglo XVI efectuaron reformas, y desde entonces ha sido una figura venerada en la ciudad de Sevilla.

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