¿Por qué hay un busto de hombre escondido en mitad de la calle en el barrio de San Lorenzo?
Cuenta la leyenda que se trata de un hombre que acabó petrificado por no arrodillarse ante el Santísimo Sacramento.
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En pleno barrio de San Lorenzo, muy cerca de la Alameda, y entre la calles sevillanas Jesús del Gran Poder y Santa Clara, se encuentra, un poco escondido, el busto de un hombre de piedra. Este está a la altura de la acera, empotrado en la pared, y no se sabe muy bien cómo ha llegado hasta ahí.
No existe una teoría clara sobre el origen de este busto, aunque parece provenir de la época romana. No se sabe ni quién lo talló ni por qué se depositó ahí, pero su extrañeza ha dado lugar a numerosas leyendas populares sobre el mismo.
Antiguamente, concretamente desde el siglo XIII hasta el XV, esta calle se llamó ‘Del Buen Rostro’ y ‘Baños de la Estatua’, pero al aparecer dicho busto, en época del rey don Juan II se cambió su nombre, pasando a ser calle Hombre de Piedra. Con ello se empezaron a extender diversas leyendas sobre su origen.
La lápida de El Salvador
Entre todos los mitos, el que más ha perdurado tiene relación con una lápida que se encuentra en la plaza de El Salvador de Sevilla.
En este sitio, en la esquina de la iglesia con la calle Villegas (antigua calle Culebras), hay una cruz de gran tamaño bajo la cual hay una lápida escrita en castellano antiguo en la que reza: “El rey i toda persona que topare el Santísimo Sacramento se apee, aunque sea en el lodo so pena de 600 maravedises de aquel tiempo, según la loable costumbre desta ciudad o que pierda lá cabalgadura y si fuere moro de catorce años arriba que hinque las rodillas o que pierda todo lo que llevare vestido…»
Lo que viene a decir esta lápida es que quien no se arrodillara ante el Santísimo Sacramento tendría que pagar con su caballo, con seis cientos maravedíes o, en su detrimento, perder la ropa que llevara puesta.
El busto y la pena del Santísimo Sacramento
Cuenta la leyenda que en el siglo XV, en una taberna que había en el barrio de San Lorenzo que se llamaba Buen Rostro, había varios amigos bebiendo vino cuando escucharon unas voces y el tintineo de una campana que se aproximaba a lo lejos, en la calle.
Todos salieron a ver que ocurría cuando divisaron a un párroco que iba a darle la última comunión a un enfermo. Aunque no eran muy religiosos todos se arrodillaron al ver la comitiva excepto uno: Mateo el Rubio. “Ea, hatajo de gallinas, que os arrodilláis como mujeres. Ahora veréis un hombre terne. No me arrodillaré, sino que me quedaré de pie, para siempre” cuenta la leyenda que dijo aquel hombre, queriendo mostrar su valentía.
Las habladurías populares cuentan que sobre él cayó, en aquel momento, un fuerte rayo que lo despojó de su ropa y lo convirtió en piedra, dejándolo allí, en plena calle para siempre.
El estudio real del busto
La realidad es que el origen de este busto está vinculado a la época romana. Según los estudios realizados sobre él, es posible que se trate de una antigua estatua que presidió unas termas romanas que hubo en ese lugar y que posteriormente, en época musulmana, pasaron a llamarse “Baños de la Estatua”.
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