¿Por qué las cigarreras de la Antigua Fábrica de Tabacos de Sevilla eran, en su mayoría, mujeres?
A finales del siglo XIX había 6.000 cigarreras trabajando en esta fábrica.
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La Antigua Fábrica de Tabacos, hoy sede de la Universidad de Sevilla y edificio que funciona como Rectorado, data del siglo XVIII y hasta el año 1950 estuvo funcionando como fábrica de cigarros. De hecho fue la primera que se estableció en Europa de este tipo.
Desde mediados del siglo XX la factoría se trasladó al barrio de los Remedios y tras obras de reformas, la antigua tabacalera pasaría a formar parte de la universidad. Este edificio es uno de los más antiguos de esta tipología que se conservan en Europa y constituye una de las más espléndidas representaciones de la arquitectura industrial de la época.
Aunque en la actualidad quienes recorren los pasillos de esta construcción sean profesores y alumnos, en su mayoría, lo cierto es que entre los muros de piedra de la fábrica estaban, antaño, las cigarreras, unas mujeres que estarán presentes en todas las fábricas de tabaco de España y que pasarán a la historia por el movimiento obrero femenino que llegaron a representar.
Historia de las cigarreras, las mujeres dedicadas a liar los cigarros que salían de las tabacaleras, comenzarán a trabajar en la fábrica de Sevilla a partir de la Guerra de Independencia (1808) y permanecerán en ella el resto del siglo XIX. Sin embargo, antes de que ellas coparan estos empleos, quienes se encargaban de los trabajos relacionados con el tabaco eran, de manera exclusiva, los hombres.
Esto se debía a que la producción de tabaco que predominaba por aquel entonces era la del tabaco en polvo, que se manejaba en grandes y pesados fardos. Con este pretexto se daba por hecho que eran ellos los únicos capaces de reunir la fuerza necesaria para trabajar con ellos, por lo que de esta forma se justificaba la contratación de mano de obra masculina.
Las primeras mujeres
A finales del siglo XVIII hubo un aumento de la demanda de los cigarros por lo que fueron sustituyendo, poco a poco, al tabaco en polvo. El aumento de la demanda vino de la mano de un aumento en la exigencia de los consumidores con respecto a la calidad del producto. En Sevilla los cigarros comenzaron a adquirir la fama de no estar demasiado bien construidos y no tener buen sabor en comparación con los productos traídos de Cuba o, mucho peor, con los cigarros que se elaboraban en la fábrica de Cádiz.
Tal y como recoge un documento de la Universidad Pablo de Olavide, todo esto sumado a las tensiones y problemas que habían provocado los trabajadores tuvo como resultado la suspensión de las labores en la fábrica en 1811 y el despido de más de 700 hombres.
En 1812 se reabrió la fábrica y se optó por contratar a mujeres tomando como ejemplo lo que ya hacían otras fábricas del país, que estaban generando unos resultados más óptimos. Además, contratarlas a ellas suponía una mano de obra más barata por lo que a mediados de los años ochenta del siglo XIX había alrededor de 6000 cigarreras trabajando en la fábrica de Sevilla, lo que suponía la principal mano de obra de la factoría.
Ejemplo de lucha colectiva
Más allá de las labores que desempeñaban en la tabacalera, lo que caracterizó a estas mujeres fue el ejemplo de hermandad y lucha por sus derechos, teniendo una amplia presencia en las huelgas y consiguiendo importantes logros, como contar con cunas en los puestos de trabajo para poder tener a sus hijos con ellas.
Su capacidad de organización era tal que a principios del siglo XX se decía en Sevilla que la lucha obrera de trabajadores de cualquier empresa no triunfaría sin la presencia e implicación de las cigarreras. La mecanización de la fábrica hispalense trajo consigo huelgas en los años 1838, 1842 y 1885, mediante las que defendían sus puestos de trabajo. Algunas de ellas se afiliaron, incluso, a sindicatos y entidades republicanas y rechazaron el matrimonio. Lejos de la imagen de mujeres bellas y rivales entre ellas que ha quedado plasmada en algunas obras literarias e incluso en la ópera de Carmen, de Bizet, las cigarreras se comportaron como unas pioneras en la lucha por el bien colectivo y por el reconocimiento de los derechos laborales.
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