La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
La calle Córdoba, ubicada junto a la iglesia de El Salvador, en el centro de Sevilla, tiene dos características que la hacen única: la multitud de zapaterías que hay en ella y el puesto de incienso que cada día la llena de olor.
A lo largo de la historia esta calle ha ido teniendo diferentes nombres en función de los gremios que la ocupaban. Así, en el siglo XIII, se llamó calle Herreros y unos años más tarde se la empezó a conocer como calle de Herreros Viejos o Hierros Viejos.
A finales del siglo XIV, concretamente en el año 1390 se denominaría Buhónes o Buhoneros porque en ella se paraban los vendedores ambulantes de quincalla (chatarra). Sin embargo, también está documentado que en esta calle vivió la familia Buhónes, por lo que es posible que recibiera el nombre por ellos.
Otros nombres posteriores fueron el de Zapateros Viejos, Faroleros y a finales de 1570, se conoció como Alcauceros, denominación que reza expresamente en una losa que figura al final de la travesía. Una alcuza es una vasija de barro, de hojalata o de otros materiales, en la que se guarda el aceite y que suele tener una forma cónica. Es lo más parecido a lo que hoy se conoce como aceitera.
En 1573, siendo ya la calle Alcauceros, se empedró esta travesía y toda la Plaza del Salvador, en la que habría un cementerio, extendiéndose dicha mejora hasta la calle Carpinteros, que es la que hoy día se corresponde con Jovellanos
El nombre que está vía tiene en la actualidad data del 22 de mayo de 1908 y se le otorgó como reconocimiento del buen trato recibido por los grupos regionales de Sevilla en la visita a la ciudad de Córdoba. Esto se puede leer en un azulejo insertado en la base de la torre que hay en el patio de la iglesia de El Salvador, al que se accede por dicha calle.
Cuenta la leyenda que en esta calzada del centro de Sevilla tuvieron lugar dos milagros. Uno de ellos estaría relacionado con el accidente que tuvo un mozo cuando se salvó de una caída desde la Torre del Almiral. La habladuría popular dice que este mozo sobrevivió gracias a que cayó sobre los árboles que había abajo y que amortiguaron su caída.
El otro milagro está fechado en 1863, coincidiendo con la epidemia de cólera en la ciudad que se llevó a más de 6.000 personas. Se cuenta, sin embargo, que justo en esta calle solo hubo un caso aislado de un señor que además no era vecino de la misma, sino que se alojaba en una posada.
En la actualidad la calle Córdoba está llena de zapaterías que son parada obligatoria especialmente en Primavera, cuando muchas mujeres acuden en busca de zapatos para sus trajes de flamenca.
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