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Los Niños Toribios, la fundación sevillana que protegía a infantes pobres en el siglo XVIII

Esta fundación fue creada con el objetivo de sacar a los niños huérfanos y abandonados de la calle.

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Relación de dependientes, ejercitantes y colegiales del Real Colegio de Niños Toribios / Celomar (Seudónimo De Celestino López Martínez)

La fundación de los Niños Toribios fue una institución que se fundó en Sevilla en 1725 gracias a la iniciativa de un hombre llamado Toribio Velasco (de ahí el nombre de la fundación) que se dedicó a proteger a niños en situación de pobreza, huérfanos y abandonados que se encontraban en las calles de Sevilla.

La historia de la fundación

No se puede entender la historia de esta organización sin conocer el contexto en el que fue creada y es que la ciudad de Sevilla, en el siglo XVIII, sufría inquietantes problemas económicos parecidos a los que estaban teniendo lugar en el resto de España pero agravados por el traslado de la Casa de la Contratación a la ciudad de Cádiz, lo que conllevó la supresión en la ciudad del monopolio del comercio con las Indias.

Este hecho produjo una gran crisis económica y un aumento alarmante de la pobreza entre los ciudadanos. Numerosos niños vagaban por las calles sin protección, sin poder comer y la mayoría de las veces a medio vestir. No iban a la escuela porque por aquel entonces esto no era asunto del Gobierno, sino obra de la beneficencia o negocio privado en manos del gremio de maestros. El Ayuntamiento tampoco invertía en temas de educación y tan solo las clases acomodadas tenían acceso a la cultura. El resto de la población tenía como principal y única preocupación no pasar hambre.

Es en estas circunstancias en las que se produce la creación de los Niños Toribios en alusión al nombre de su fundador. Toribio Velasco, conocido por los vecinos como el montañés Toribio, provenía de Asturias y llegó a Sevilla para dedicarse a la venta de libros piadosos. Había profesado en la Orden Tercera de San Francisco en la clase de seculares pero viendo la situación de los niños abandonados que lo rodeaban pensó en una manera de apartarlos de este tipo de vida.

Animado por su compasión concibió la idea de fundar un hospicio donde poder dar cobijo y educar a la multitud de niños desampararos que deambulaban por calles y plazas.

La obra caritativa

Esta obra caritativa la inició en 1724 en su casa de la calle Peral. Allí comenzó su labor enseñando doctrina cristiana y acogiendo a 18 niños, los más abandonados que encontró. Sin embargo el número de pequeños fue aumentando paulatinamente, merced de su dulzura y su buena voluntad.

Para llamar la atención de los pequeños, el montañés se dirigía a las plazas con una campanilla que usaba a modo de llamada y los niños se le acercaban y lo seguían en procesión hasta su casa. pronto la habitación donde los reunía inicialmente se quedó pequeña y en julio de 1725 se trasladó a otra casa.

Ignoramos el tiempo que duró este ensayo de escuela pública pero hay constancia de que llegó a reunir a 200 niños desamparados a los que dio educación y pudo ayudar a vestir, también con el respaldo de algunos bienhechores que le daban donativos.

En el ánimo de Toribio no estaba la idea de educar a sus alumnos para el estado eclesiástico, aunque sus enseñanzas fuesen esencialmente religiosas. Sabía que aquellos jóvenes, de condición muy humilde, tenían que dedicarse a diversos oficios, para lo cual inició diversas ocupaciones en la Casa. Cuando volvían de misa, los pequeños iban a clase de primeras letras, los medianos se dedicaban a la escritura y los mayores al servicio doméstico, incluso la cocina. Para ello contaba con la ayuda de maestros que trabajaban gratuitamente.

El fallecimiento de Toribio Velasco

A principios de 1727 la Casa se convirtió oficialmente en Hospicio y a su labor de enseñanza se sumaron dos arzobispos. Se habían establecido horarios y funcionaban como un gran colegio. Sin embargo en agosto de 1730 Toribio de Velasco enfermó gravemente y falleció unos meses después. Aunque su fundación continuó existiendo. Tan es así que en el año 1802 se trasladaron a la actual Casa del Pumarejo después de haber estado en otras ubicaciones que no resultaron del todo adecuadas.

La falta de benefactores llegado el siglo XIX hizo que, inevitablemente, el hospicio y toda la labor de la fundación de los Niños Toribios acabaran desapareciendo.

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