Un detalle que marca la diferencia

Desde la puerta se ven, cuidadosamente apiladas, las cajas firmadas con la marca Maquedano. Se respira un ambiente de elegancia. Un leve toque de antaño que proviene de las cinco generaciones por las que ya ha pasado la tienda. Cristina Vega, la encargada, sabe que en Sevilla el sombrero es una necesidad. El codiciado panamá se convierte, con las altas temperaturas, en todo un reclamo. Su flexibilidad y ligereza lo hacen el accesorio ideal. Es curioso que el común de los mortales crea que el llamado panamá proviene del país centroamericano. Sin embargo, aquel que verdaderamente adora esta prenda sabe que el auténtico está hecho en Ecuador. El único país del mundo en el que la paja toquilla, material con el que se realiza, tiene la calidad adecuada. Los materiales son esenciales para conseguir la transpiración conveniente. Lo tupido del trenzado se mide en grados, cuanto mayor sea éste más difícil resultará que se filtren los rayos solares. Toda una ciencia que bien conocen los sombrereros de Sevilla. El precio medio en torno al que gira está entre los 50 y 130 euros. Aunque también existen otros tejidos para aquellos que demandan algo más asequible. Es el caso de los realizados en papel, paja e incluso lino, todos provenientes de distintas partes del mundo: Francia, Alemania e Italia. En España se ultima la forma y el remate. Un toque final para adecuarlo a los gustos nacionales.

El sombrero brinda personalidad. Llevarlo es una decisión complicada pues delata fácilmente quién es la persona que lo lleva. Así lo describe Verónica Vergara, encargada de la tienda Fernández y Roche: "Algunos clientes entran para probárselo y hasta la tercera visita no se decantan". No obstante, cualquier modelo que provenga de esta marca es una decisión acertada. Algo que comprobó el protagonista de la película IndianaJones. Aunque no es la única cabeza que ha coronado un Fernández y Roche. La chistera que lució Colin Firth en El Discurso del Rey, o el que llevó Robert Downey Jr. en Sherlock Holmes también se confeccionaron en Salteras, donde se ubica, desde hace 131 años la fábrica. Y es que estos complementos resaltan, como luces, entre los estantes. Azules, naranjas y rojos aportan variedad a los habituales tonos naturales y habanos del verano. Son fruto de un diseño de autor que pretende acercar la moda al mercado de sombreros. Una forma innovadora de dar un toque personalizado al producto.

Entre las sorpresas que aguardan en este establecimiento destaca una en particular: son los principales proveedores de sombreros a los judíos ortodoxos de Inglaterra. Según apunta el dueño de la compañía, Miguel García, "trabajar con empresas alrededor del mundo es una manera simbiótica de colaborar y adaptar el producto a los distintos países". De esta manera consiguieron conquistar incluso al mítico David Bowie.

En la esquina de la calle Alcaicería de la Loza, está la sombrerería Antonio García. Su emplazamiento no es casual. Se encuentra cerca de la calle Candilejo, la ubicación que tenían antes de que la Guerra Civil arrasara con todo. El padre de Isabel García, actual encargada, mandó a situarla ahí para recuperar sus orígenes. Sin duda, una misión cumplida. A lo ancho del comercio cuelgan los sombreros de corte sevillano, que decoran con su forma rectilínea las ferias, romerías y fiestas tradicionales andaluzas. El diseño semicañero típico cordobés también es habitual entre los más vendidos. Sin embargo, el panamá, las gorras, y los sombreros de fieltro y lana para el invierno son otras de las opciones que ofrecen en la tienda. Una serie de posibilidades que ya han aprovechado el maestro Francisco Rivera Ordóñez, Pablo Hermoso de Mendoza y los Guardiola entre otros.