¿Por qué es tan fácil desorientarse en el barrio de Santa Cruz de Sevilla?

El trazado de sus calles sin planificación aparente despistaban a los enemigos y los hacían perderse por sus calles.

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El callejón del Agua a la altura del restaurante Corral del Agua, límite con el Alcázar.
El callejón del Agua a la altura del restaurante Corral del Agua, límite con el Alcázar.

Quienes se adentran en el barrio de Santa Cruz de Sevilla quedan cautivados por la belleza de sus calles y plazas en las que las paredes blancas, la vegetación y las fuentes toman protagonismo. Pero, ¿alguna vez te ha pasado que una vez dentro, te has desorientado?

Esto, que es algo habitual incluso para quienes frecuentan esta zona de Sevilla, tiene una justificación y es que las callejuelas que conforman la antigua judería de Sevilla no siguen líneas rectas sino que su entramado es tortuoso. Lo curioso es que cuando se conformaron las calles se diseñaron así de forma intencionada. ¿El objetivo? Hacer que quienes quisieran asaltar la ciudad se perdieran en ellas.

Sobre su origen

El barrio de Santa Cruz se emplaza en la antigua judería de Sevilla aunque según la división administrativa establecida en 2006, el barrio se extiende en un área superior a la de antaño.

El origen del nombre del barrio de Santa Cruz se encuentra en la parroquia que se llamaba así y que fue derribada en el siglo XIV por Napoleón. Su terreno fue utilizado, posteriormente, para construir la actual plaza de Santa Cruz donde se erige la llamada Cruz de la Cerrajería en el centro, rodeada de un pequeño jardín.

En 1391 se produjeron dos asaltos a la judería por parte de los cristianos. En el primero destrozaron tiendas y agredieron a los habitantes. Este ataque quedó impune y la multitud volvió a entrar en la judería, y esta vez asesinó a unos 4000 judíos, casi todos los que habitaban en Sevilla.

Cuando la comunidad judía se dispersó, (era la segunda más grande de España después de Toledo), la antigua judería dio lugar a dos barrios, el de Santa Cruz, basado en la colación de la parroquia de Santa Cruz establecida en la plaza del mismo nombre y el de San Bartolomé.

Históricamente, Santa Cruz era un barrio judío que estaba cerrado por un muro con tres puertas: una puerta con acceso a la calle Mesón del Moro, una puerta que estaba cerca de la iglesia de San Nicolás y una puerta en la Puerta de la Carne.

Sin embargo, a finales del siglo XIX Santa Cruz era una zona de la ciudad en decadencia que comenzó a recobrar su esplendor gracias a las reformas con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929.

Durante la reconstrucción del barrio se hizo la única calle ancha del barrio, la calle Mateos Gago, y también la Plaza de Doña Elvira, que en el siglo XVII era sede de un corral de comedias.

Una parte importante de la trama del barrio mantiene una irregularidad en su trazado que refleja la ausencia de planificación previa a la construcción y cierta impronta medieval, con vías especialmente estrechas y frecuentes cambios de dirección que ayudaban a desorientar a quienes no conocían la zona.

Las plazas de Santa Cruz y Doña Elvira fueron abiertas en el siglo XIX y en las primeras décadas del xx se les dio una clara caracterización arquitectónica regionalista. Los espacios que se encuentran en el interior del barrio, con plazas pequeñas e íntimas, contrastan con los grandes monumentos que las rodean: la Catedral, el Alcázar o el Archivo de Indias.

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