La desgraciada historia de María Coronel y el aceite hirviendo
Curiosidades de Sevilla
Esta leyenda tiene como escenario el convento de Santa Clara de la ciudad de Sevilla.
Ramón y Cajal, Premio Nobel y precursor del culturismo en España
La historia de Sevilla está repleta de relatos de leyenda y otras curiosidades que tienen de protagonistas desde a sevillanos que han pasado a la historia por dichas historias, como otras personalidades más que conocidas. Los protagonistas de la siguiente historia son María Coronel, una noble, y el rey Pedro I (quien tiene unas cuantas leyendas asociadas a su persona).
Unas desgracias y una obsesión no correspondida
La leyenda de doña María Fernández Coronel está estrechamente asociada a la desgracia de su familia y a un hombre concreto: el rey Pedro I. El padre de doña María Coronel, Alonso Fernández Coronel, murió ejecutado por Pedro I tras su caída en desgracia. Su marido, Juan de Cerda, se rebelaría posteriormente contra el monarca, lo que llevaría a su muerte (por orden de Pedro I) tras ser derrotado en batalla.
No fueron estos, sin embargo, los únicos padecimientos que el rey Pedro I hizo sufrir a doña María Coronel. El monarca, al parecer, se enamoró perdidamente de la noble, quedándose prendado de su belleza. Todo hasta el punto de perseguirla y acosarla, incluso intentando llegar a secuestrarla.
La noble sevillana se había refugiado en la ermita de San Blas, posteriormente pasando a profesar en el convento de Santa Clara de la ciudad. Incluso estando allí se cuenta que el rey intentó encontrarla, llegando a producirse sucesos prodigiosos a favor de la joven para que eso no pasara.
Se cuenta que en una ocasión los alguaciles del rey fueron a buscarla, pero que las hermanas del convento la escondieron en una zanja junto a la Torre de Don Fadrique, cubriéndola de tierra y produciéndose el milagro de que crecieran matas de perejil que ocultaron el escondite.
No fue el último encontronazo entre ambos, puesto que Pedro I no se dio por vencido, acudiendo al convento en persona, provocando que doña María huyera hasta las cocinas. Se dice que es allí donde, al no ver otra salida, decidió arrojarse aceite hirviendo en la cara. Según la leyenda, su desesperada medida funcionó y el monarca la dejó finalmente en paz.
Posteriormente, doña María fundaría el conventode Santa Inés, donde se encuentran a día de hoy los restos incorruptos de esta noble sevillana.
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