Las cubiertas de la Catedral. Un paseo por los cielos que recuperamos

Visita a las cubiertas de la Catedral de Sevilla

La majestuosidad de la Catedral impresiona a pie de calle. Desde sus cubiertas, casi abrazados a la Giralda, la impresión se transforma en admiración por aquellos canteros, herreros y alarifes que construyeron la seo. Desde el 1 de junio se pueden visitar en horario nocturno y el precio es de 20 euros por persona si la compra es on line que incluye la visita guiada de las cubiertas, por un técnico en la interpretación del patrimonio, y la visita libre de la Catedral, la Giralda y la Iglesia de El Salvador.

Romero Murube hablaba de Los cielos que perdimos y la visita de las cubiertas de la Catedral es un poco recuperar ese cielo. Una experiencia única que es toda una demostración de que la ciudad aún tiene lugares desconocidos para los propios sevillanos. Porque recorrer los tejados de la Catedral no sólo es mirar al cielo o al horizonte de la ciudad, comprobar cómo ha crecido, sino una mirada hacia la atrás. A cómo se construyó el edificio con curiosidades como los testigos que aún quedan en el primer cuerpo de terrazas que servían como patrones para que los canteros hicieran las piezas de ventanales, contrafuertes, arbotantes y pináculos.

La música, las explicaciones del técnico, todo se une para caer en una especie de síndrome de Stendhal, esa sensación de felicidad que inunda a las personas cuando se contempla una obra de arte especialmente bella. La sensación de pequeñez ante la inmensidad de cada elemento arquitectónico y, sobre todo, la espiritualidad de una construcción “hecha para Dios” .

El concepto extremadamente religioso que tenían constructores y arquitectos de estar haciendo un edificio de culto y para conectar con Dios está en cada uno de los rincones de la Catedral. Sobre todo, en las cubiertas.

La visita empieza en la Puerta de San Miguel. Desde aquí, concretamente en la Puerta de la Asunción, la principal de la Catedral, y con el plano desplegado, los visitantes conocen que la mezquita mayor de Sevilla, situada en el Salvador se queda pequeña y entre 1172 y 1198 se construye una nueva en la zona de la Puerta de la Asunción. Cincuenta años después San Fernando entraba en la ciudad y convertía el edificio en un templo cristiano que fue creciendo poco a poco hasta que a finales del siglo XIV se comenzó a construir un templo con el estilo que comenzaba a imperar en Europa: el gótico. El 10 de octubre de 1506 se coloca la última piedra del cimborrio.

De esa construcción han quedado testigos. Hay marcas de canteros, como la de Diego Martínez de Ariña o las trazas o monteas de Juan de Hoces de 1480 con las técnicas constructivas de los maestros mayores o la explicación práctica de cómo las vasijas rotas de las alfarerías del siglo XV se compraban para enjarrar las bóvedas y convertirlas en azoteas transitables utilizadas para trabajar los cuerpos superiores. No sólo son las vistas, sino las subidas y bajadas por las estrechas escaleras góticas de caracol

Hay puntos especialmente impactantes. Sin duda, ala puerta de la Asunción, el mejor mirador de la zona occidental de la ciudad, las vistas de la Giralda desde las bóvedas de crucero a 36 metros de altura, la panorámica del Patio de los Naranjos o la visión de la ciudad desde la linterna de la cúpula de la capilla Real. Una impresionante panorámica de 360 grados que deja casi sin respiración. Una visita que sabe a poco porque deja muchas ganas de continuar dejándose llevar por la historia de presente y futuro de la Catedral.

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