Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Voces
Salir al cine
Si la variante ómicron y las autoridades no lo impiden, la cartelera de enero irá precalentando la inminente temporada de premios, especialmente los Globos de Oro (9 de enero) y los Oscar (27 de marzo). La primera aspirante llegará pasados los Reyes, el viernes 7 (el 14 a AppleTV+), y viene de la mano de Shakespeare y Joel Coen, que deja por primera vez a un lado a su querido hermano Ethan después de tres décadas de trabajo conjunto. Su Macbeth regresa al lugar (Escocia) del crimen, los fantasmas y las luchas por el poder con un magno Denzel Washington que aspira una vez más a la estatuilla en este drama sin disimulo teatral en blanco, negro, brumas y tinieblas que la crítica norteamericana ya ha saludado como una de las mejores cintas del año.
Algo más tarde, el día 21, llega la nueva-vieja película de Guillermo del Toro, dedicado a las series de animación (Los tres de abajo) desde el éxito y los premios para La joven del agua. Protagonizada por Bradley Cooper, Cate Blanchett y Rodney Mara en lo que algunos han apuntado a importante error de casting, El callejón de las almas perdidas es un remake de la cinta del mismo título dirigida por Edmund Goulding en 1947, fábula moral sobre la naturaleza humana en clave noir que cuenta con el aval de los críticos y el American Film Institute, aunque algunos hayan señalado también que la cuidada ambientación de época y el brillante despliegue visual marca de la casa camuflen a duras penas sus carencias narrativas.
Para el 21 de enero está también previsto el estreno de El método Williams, nuevo vehículo estelar para Will Smith en su enésimo papel de héroe-padre, aquí encarnado a Richard Williams, un padre inasequible al desaliento que ayudó a criar a dos de las deportistas más extraordinarias de todos los tiempos, las tenistas Venus y Serena Williams. La palabra “clasicismo” aparece frecuentemente en las reseñas críticas del filme que dirige Reinaldo Marcus Green, también “emotiva” y “conmovedora”. Si lo suman todo, les gusta el tenis o el deporte de alta competición y son seguidores de las prestaciones y vaivenes emocionales de Smith, tal vez esta sea su película del mes.
Ya para cerrarlo, el día 28 llegará Belfast, de Kenneth Branagh, el filme autobiográfico y en blanco y negro sobre su infancia y primera juventud norlirlandesa que tampoco ha parado de cosechar premios desde su presentación en Toronto. Siete nominaciones a los Globos de Oro avalan este regreso a la ciudad natal y su convulso paisaje bélico a finales de los años 60 que los más optimistas han querido emparentar con el cine de Douglas y Davies pero que mucho me temo se parecerá más al del propio Branagh, salpicado, eso sí, de un puñado de canciones de Van Morrison que arreglan (casi) cualquier desaguisado.
Ya fuera de primera línea de premios, en enero también veremos lo nuevo de Sean Penn (El día de la bandera, día 5), la innecesaria resurrección de la saga Scream (día 14), la reunión de Penélope Cruz, Jessica Chastain, Diane Kruger y Lupita Nyong’o en el thriller femenino Agentes 355 (día 21) o las dos nuevas y esperadas cintas de los galos François Ozon (Todo ha ido bien, día 28) y Emmanuel Carrère (En un muelle de Normandía, día 28).
Si hay algo que se le ha reprochado siempre a las series es su escaso arrojo formal en aras de la transparencia, la progresión y la tensión narrativas. Cómo meterse en un jardín (Landscapers en el original, en HBO Max) llega para desmentirlo: una serie que daba para formato true crime y que sus creadores, Ed Sinclair y Will Sharpe, han convertido en un arriesgado experimento donde la caída constante de la cuarta pared y otras veleidades estilísticas de sesgo teatral contradicen el axioma de la claridad, el ritmo y el suspense en alto episodio a episodio.
Protagonizada por dos extraordinarios y valientes Olivia Colman y David Thewlis en el límite de la caricatura patética, la serie reconstruye el caso real de una pareja acusada de haber asesinado y enterrado en el jardín de su casa a los padres de ella para quedarse con la herencia, acusación que ellos siempre negaron y que les llevó a huir de Inglaterra para instalarse en Francia, país de sus sueños mitómanos y cinéfilos. La serie desdobla esa doble faceta entre la realidad y la ensoñación y los pone en el centro de una metaficción donde ellos y los policías que los acusan son los protagonistas, en un ejercicio de alto riesgo que aparta a un lado la intriga criminal para centrarse en las formas oníricas y desbordadas de una historia de amor que va más allá de los hechos.
Al rebufo del algoritmo promocional que ha hecho de No mires arriba la película más vista y comentada de las Navidades, Netflix también tiene entre su oferta algunas joyitas ocultas: por ejemplo, Claroscuro, el elegante debut de Rebecca Hall; Procession, el documental sobre los abusos sexuales a en el seno de la iglesia norteamericana; o El chico de Asakusa, biopic de juventud del gran actor y director Takeshi Kitano cuando empezó su carrera como cómico.
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