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De dónde viene la tradición de vestir a las vírgenes con bordados y joyas

Julián Torres durante el bordado de la nueva saya de la Virgen de los Dolores. / Redacción Sevilla

Bordados en oro y plata, imponentes coronas, puñales con piezas preciosas... Las Vírgenes de la Semana Santa de Sevilla y, en realidad, de toda Andalucía y muchas otras partes del mundo, están engalanadas de arriba abajo con un sinfín de piezas de un gran valor que capta las miradas de todos y todas.

La costumbre de recrear a la Virgen enjoyada se remonta, en realidad, a sus primeras representaciones ya que era una forma de mostrar a María como reina.

El uso de joyas

Ya en la iglesia romana de Santa Maria del Trastevere hay imágenes de la Virgen en las que aparece vestida como las emperatrices bizantinas, con corona y un trono. En el Románico y el Gótico, no existen imágenes de vestir pero tienen joyas pintadas como anillos, collares o pendientes. Ya en el siglo XVI, cuando finaliza este periodo, la representación de las Vírgenes engalanadas con joyas sería algo de lo más habitual.

A partir del XVIII se empiezan a incorporar los grandes broches de pecho que usaban las reinas y grandes damas.

Las dolorosas también tomaron esta costumbre en dicho siglo, al principio solo con un corazón, un puñal y un rosario. Sin embargo un siglo después, en el XIX, ya estarían enjoyadas de cuerpo entero, con sayas (la vestimenta del cuerpo) llena de oro, plata y piedras preciosas.Si bien es cierto que a mediados del siglo XX, en torno a 1960, se recortó el lujo de estas imágenes, en los años 90 las hermandades de gloria retomaron sin pudor esta costumbre.

Bordado en oro en el barroco sevillano

Hay constancia documental desde el siglo XVII de la existencia en Sevilla de talleres dedicados al bordado en oro, plata y sedas de colores para la Semana Santa en la ciudad. Esta labor completamente artesanal se acabaría convirtiendo en una tradición adaptada al arte barroco en aquella época, aunque fue evolucionando hasta imitar la naturaleza con figuras ovaladas (algo propio del romanticismo) y ha perdurado hasta nuestros días.

Tal ha sido su importancia que en pleno siglo XXI se prefiera un trabajo hecho a mano de estos artesanos al ejecutado por una máquina.

Los clientes principales de estos talleres de bordados en oro, de los que aun quedan varios en Sevilla y que, curiosamente, suelen tener más manos masculinas que femeninas bordando, son las hermandades. En ellos recuperan la técnica usada en siglos pasados: ramas entrelazadas y motivos florales como la azucena, las rosas de pasión y los jazmines, que simbolizan la salvación, que siguen un eje simétrico que va desde el centro hasta la parte central de la cola del manto.

El proceso de bordado

El proceso de bordado se inicia con el diseño dibujado en papel, mientras que las piezas del bosquejo se bordan en bastidores individuales, soportes que sirven para fijar y tensar el tejido para poder bordarlo posteriormente.

Después se pega la tela final grande sobre su base con almidón de arroz y en ésta se cose el papel y se borda cada pieza desde el centro de la tela final hacia afuera, retirando el papel a su paso.

Los trajes son restaurados una vez que se ha desgastado la tela manteniendo al máximo su versión original, de modo que hay piezas que siguen subsistiendo después de más de un siglo de ser creadas.

El traje más antiguo documentado es la túnica de la figura del Cristo de las Tres Caídas de la Hermandad de San Isidoro, bordada en 1718 en oro sobre terciopelo granate. A pesar de esto hay una virgen en Sevilla cuyo manto destaca por encima del resto debido a sus detalles: el de la Macarena.

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