Para qué servían las chimeneas de la Expo92 y cómo se imitaron en otros países
El sistema que se implantó en la ciudad de Sevilla durante la muestra fue pionero en el mundo entero y se imitó en otros países posteriormente.
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Junto a la esfera bioclimática que coronaba el logo de la Exposición Universal que tuvo lugar en Sevilla en 1992 había todo un entramado tecnológico pionero en la ciudad que permitía que las altas temperaturas fueran más llevaderas en el lugar en el que se estaba celebrando este evento, al que acudieron 42 millones de personas, aproximadamente.
La muestra universal que albergó la hispalense entre los meses de abril y octubre del año 1992 trajo consigo numerosas innovaciones que le darían un lugar a Sevilla en el mundo globalizado. Junto a ellas se encontró el sistema de bioclimatización del espacio público, un proyecto nacido íntegramente en la capital que posteriormente se exportaría a otros países debido a su éxito.
Sistema de bioclimatización
En este proyecto trabajó durante tres años un equipo formado por 15 personas entre las que estaba el catedrático Servando Álvarez. Gracias a su labor lograron popularizar una palabra que era desconocida hasta la fecha: bioclimatización. Esto quiere decir que se acondiciona un espacio a través de medios naturales, con lo que conlleva en materia de sostenibilidad medioambiental.
Para tratar las temperaturas de un espacio al aire libre con recursos naturales debe existir una combinación de agua, vegetación y sombra que, utilizadas de forma consciente, permitan canalizar las brisas que se pudieran producir de aire caliente. Gracias a que se emplearon elementos naturales el costo de estos es mínimo frente a instalaciones tradicionales y, por otro lado, tienen un impacto ecológico prácticamente nulo.
De este sistema formaron parte las primeras pérgolas vegetales que a día de hoy siguen en uso en algunas zonas de la ciudad la estación de trenes de Santa Justa.
Junto a ellas también se construyeron las populares chimeneas que hoy se encuentran en la Isla de la Cartuja, las torres frías que fueron símbolo de los 12 países que entonces formaban parte de la Unión Europea. Su sistema de enfriamiento abrió nuevas líneas de investigación y se acabó convirtiendo en un modelo de construcción en edificios de todo el mundo.
Estas chimeneas funcionaban de forma que el aire caliente de la calle circulaba hacia arriba y emitían aire frío que se proyectaba hacia abajo. Este diseño sirvió posteriormente como ejemplo en edificios de China, Italia o Estados Unidos.
A esto se le sumó que el suelo no tenía pavimentos duros y en muchos espacios estaba protegido por césped, lo que permitía mantener temperaturas más confortables.
Con todos estos elementos se trató de conseguir que hubiera muchos espacios de sombra y que la superficie sobre la que se estaba desarrollando la Exposición estuviera a menor temperatura que las personas que circulaban por sus calles, es decir, inferior a los 37 grados.
Sevilla seria protagonista de esta manera, no solo de una Exposición Universal sino también de la mayor experiencia jamás desarrollada de acondicionamiento de espacios abiertos con medios naturales.
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