Dolores, la última "bruja" de España a la que condenaron en Sevilla
La beata Dolores fue ejecutada en Sevilla por orden del Tribunal de la Inquisición después de haber tenido relaciones con otra monja.
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La historia de los feminicidios que se han cometido a lo largo de los años bajo la acusación de practicar la brujería tiene su origen en el siglo XV, principalmente en pueblos germánicos, franceses y anglosajones.
Los motivos que llevaban a señalar a estas mujeres como brujas fueron diversos: que se reunieran unas con otras, que tuvieran conocimiento sobre el uso de plantas medicinales, que fueran parteras o incluso que tuvieran conductas sexuales reprobables. De este fenómeno habla con especial detalle la autora Silvia Federici en sus libros Calibán y la Bruja y en una creación más reciente y divulgativa a la que ha titulado Brujas, caza de brujas y mujeres (Traficantes de sueños).
En España la conocida caza de brujas fue mucho menor que en otros sitios de Europa pero también hubo, especialmente en lugares como País Vasco.
Caza de Brujas en España
En España este feminicidio tuvo lugar, sobre todo, en el siglo XVI y fue la Inquisición el órgano que se encargó de perseguir y ejecutar a estas mujeres.
El primer auto de fe del que se tiene constancia y en el que se acusa de brujería a una mujer fue en Sevillaen 1481. La primera sentencia de muerte que pronunció la Inquisición en relación con este tema data de 1498 cuando el tribunal de Zaragoza quemó a una bruja (siguiendo la costumbre medieval de que las brujas debían arder en la hoguera) a la que siguió otra en 1499 y tres en 1500.
Los dos casos siguientes tuvieron lugar en Toledo en 1513 y en Cuenca en 1515. Desde entonces se dieron varios casos que fueron apareciendo simultáneamente hasta que en el siglo XVIII, concretamente en el año 1781 fue condenada la última mujer en España acusada de brujería.
Esta condena tuvo lugar, nada más y nada menos, que en Sevilla y de ella hablan autoras como Mado Martinez en su libro Putas, brujas y locas (Algaida).
La beata Dolores, la última bruja de España
El 24 de agosto de 1781 la Inquisición quemaría en Sevilla a la última mujer a la que acusarían de bruja en España. Su nombre era María de los Dolores López aunque era popularmente conocida como “la beata Dolores”.
Dolores nació alrededor de 1739 en el seno de una familia humilde y se crió en un ambiente eclesiástico. Aunque existen muy pocos datos biográficos sobre ella, hay información en algunos documentos inquisitoriales del Archivo Histórico de Madrid así como en el Archivo de la Facultad de Teología de Granada. Es en estos documentos donde queda recogido que esta mujer se quedó ciega a la edad de 12 años, posiblemente como consecuencia de haber enfermado de viruela.
Desde pequeña tuvo un carácter rebelde y beligerante además de una forma mucho más libre de entender la sexualidad. Según consta en los archivos Dolores era seguidora de la doctrina molinista, una heterodoxia cristiana basada en el libre albedrío, unos mantras que unía al ayuno y flagelaciones que realizaba de forma continuada.
Aunque tuvo relaciones sexuales con distintos hombres de la Iglesia, fue su acercamiento (excesivo, según algunos) hacia otra monja lo que supuso la gota que colmó el vaso para que fuera acusada por la Inquisición europea.
A pesar de la acusación, esta monja siempre defendió su inocencia y se mantuvo firme respecto a su libertad, posicionándose incluso como mártir ya que sabía que iban a ejecutarla. Junto a Dolores también tuvieron que rendir cuentas al Santo Ofico las personas que habían mantenido relaciones con ella. Sin embargo todos ellos pidieron perdón y se salvaron de la muerte.
El día de la ejecución
Las actas del proceso inquisitorial suman 157 folios y se encuentran en el Archivo Histórico Nacional. En ellas queda recogido que el día que se produjo la ejecución de la beata Dolores, el Tribunal de la Inquisición la sacó en procesión con el sambenito, vestida de negro y con una mordaza en la boca que le impedía hablar.
Para evitar que la quemaran viva, Dolores pidió confesarse, algo que se le concedió. La confesión de esta monja duró tres horas y tuvo lugar en la Cárcel Real. No sirvió para que la perdonaran pero sí para que en lugar de la hoguera, la ejecutaran con el garrote a las cinco de la tarde en la Plaza de San Francisco.
Después llevaron su cuerpo, ya sin vida, a la hoguera donde se acabó quemando por completo hacia las nueve de la noche. Cuando se consideró que estaba totalmente consumido se procedió a esparcir sus cenizas.
Esta sería la última mujer a la que mataron por brujería en España, tras lo cual la Inquisición se vino a menos hasta que Napoleón Bonaparte la acabó suprimiendo en diciembre de 1808.
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