¿Sabes por qué la Torre de los Perdigones es así de alta?

Esta torre formaba parte de la antigua fábrica de San Francisco de Paula dedicada a la fabricación de perdigones

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Vista de la Torre de los Perdigones desde la calle Resolana.
Vista de la Torre de los Perdigones desde la calle Resolana. / Lucía Forero

La Torre de los Perdigones de Sevilla se ubica en el barrio de San Gil, junto al puente de la Barqueta, y se caracteriza por ser una construcción de gran altura, planta cuadrada y levemente troncopiramidal, hecha con ladrillo visto de color claro y de tonos rojizos en ventanas y ángulos.

A pesar de que en la actualidad pase desapercibida, la Torre de los Perdigones tiene una altura de 45 metros, casi la mitad de la Giralda, por lo que se convierte en uno de los edificios más altos de Sevilla. Esto, que puede no parecer un dato demasiado relevante, es en realidad lo que explica cómo se fabricaban los perdigones cuando estaba en activo.

Antigua fábrica de San Francisco de Paula

La Torre de los Perdigones formaba parte de la antigua fábrica de San Francisco de Paula, conocida popularmente como Fábrica de Perdigones, ya que se dedicaba a la fundición de estos productos. Su levantamiento tuvo lugar en el siglo XIX, concretamente en el año 1885, y era propiedad de Manuel Mata. Por aquel entonces esta fundición era una de las muchas que ya existían en la ciudad, con la peculiaridad de que se dedicaba de lleno a la fabricación de perdigones (que se hacía en la torre que ha quedado en pie), balas y también zinc para hacer bañeras, entre otras muchas cosas.

Un método innovador de fabricación de perdigones

Tal y como recoge José Manuel Villalba, guía oficial de Turismo en Sevilla, en su página web, el motivo por el que estas torres eran tan elevadas (hay muchas otras similares repartidas por el mundo) se debía a que, para fabricar los perdigones de manera más eficaz, se dejaban caer gotas de plomo fundido desde una gran altura, de manera que adoptaban una forma esférica mientras se enfrían en la caída gracias a la tensión superficial. Estas gotas caían directamente en unos barriles de agua a una temperatura inferior al punto de ebullición, por lo que la forma que cogían se veía poco alterada.

Antes de que se inventaran las torres de perdigones, en el año 1782 de la mano del británico William Watts, estos se hacían con unos moldes o introduciendo dichas gotas de plomo fundido en el agua directamente, pero al tener una temperatura tan elevada se deformaban, dando como resultado bolas poco esféricas.

En la patente que obtuvo William Watss en diciembre de 1782, se especificaba que para perdigones pequeños la altura de caída tenía que ser de cómo mínimo 3 metros, y para los mayores de 45 metros, la misma que tiene la Torre de los Perdigones de Sevilla.

Deterioro de la fábrica

La fundición de la que formaba parte dicha torre estuvo en activo hasta el año 1950. Tras este momento sus instalaciones quedarían abandonadas y en progresivo deterioro. Las naves que conformaban la fábrica irían desapareciendo y lo único que quedaría en pie sería la torre. El entorno en el que estaba ubicada se convertiría, con el paso de los años, en un asentamiento chabolista.

Con el objetivo de reacondicionar la zona con motivo de la Exposición Universal de 1992, las inmediaciones de la torre comenzaron a adecentarse. Se construyeron viviendas y se crearon jardines y parques para embellecer la zona. Tras la Expo'92 se inauguraría en el interior de la torre una cámara oscura con la que era posible ver la ciudad de Sevilla. Sin embargo, este proyecto no tuvo demasiado éxito y acabó cerrando al público de nuevo.

En la actualidad la Torre de los Perdigones está en manos del Ayuntamiento de Sevilla. Aunque hay atisbos de que se tenía la intención de reabrirla y reavivarla, no hay ninguna confirmación por parte del Consistorio de cuándo podría tener lugar su reapertura.

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