Queremos tanto a Rita (Azevedo)
Salir al cine
El próximo martes 21 de mayo llega a Cinesur Nervión 'La Portuguesa', obra maestra de Rita Azevedo Gomes basada en un relato de Robert Musil adaptado por Agustina Bessa-Luís.
Dejémoslo claro para empezar: La Portuguesa es la película más hermosa que pueda verse hoy en una pantalla de cine, una película de una belleza extemporánea y universal que nos habla del aquí y ahora desde un pasado literario (Robert Musil adaptado por Agustina Bessa-Luís) fraguado en portentosos cuadros vivientes de elocuencia pictórica, luz y texturas de un tiempo pretérito de guerras entre hombres (de guerra), mujeres libres, deseantes y emancipadas y un particular y variado animalario doméstico.
Pero no es de eso de lo que venía a escribir aquí. Yo quería hablar de las bondades, la belleza y la generosidad de su directora Rita Azevedo Gomes (Lisboa, 1952), que insensata nos invitó a participar a un grupo de amigos en el rodaje de una escena de su maravillosa película.
A Rita la conocimos en 2012 gracias al intrépido passeur pucelano Álvaro Arroba, que la trajo una noche a una cena improvisada en Lisboa. Nada sabíamos de ella, tampoco de sus películas (O som da terra a tremer, Frágil como o mundo, La 15ª pedra), si acaso conocíamos la existencia de La venganza de una mujer, un filme destinado a conquistarnos para siempre. Rita viajó después a Sevilla con aquella película, también con la siguiente, Correspondencias, y desde entonces es raro el año en el que no nos encontramos, aquí, en Lisboa, en Viena o en Buenos Aires, que es este un grupo de amigos muy viajero y disgregado.
Pero fue en verano de 2017 cuando Rita cursó la invitación inesperada: los sevillanos íbamos a ser un grupo de nobles, os barões, en una escena cumbre de La Portuguesa. Excitados como excursionistas adolescentes de fin de curso, nos fuimos camino de Bragança un 2 de octubre en una furgoneta alquilada: Mario al volante, Pepe de copiloto y tesorero, atrás Nacho, Alfonso y hasta tres Manueles con y sin gafas. Álvaro se sube en Zamora y Víctor, robaplanos profesional con dos trayectorias, se une a la expedición al día siguiente. En tierra se quedan, salvando a España y al periodismo, Luis, Javier, Ignacio, Fernando y otros académicos ilustres.
En la monumental ciudad portuguesa nos esperaban Rita, su ayudante António y otros miembros del equipo. Cena rápida, incursión exprés en la noche local, romance inmediato con el país vecino y nostalgia del reino en sus peores momentos. El sueño de Iberia se hace imprescindible.
A la mañana siguiente, citados ya en el sobrio e impresionante Domus Municipalis del siglo XII, sufrimos encantados las pruebas de vestuario y caracterización. La propia Rita se encarga, uno por uno, de dar los retoques finales, de colocar una capa, de torcer un sombrero en el ángulo preciso, de añadir un color con un lazo improvisado. Un lujo.
Ataviados de barões medievales, esperamos instrucciones con expectación y paciencia. Llega entonces el maestro Acácio de Almeida, legendario y magro director de fotografía de Oliveira, Rocha, Reis o Monteiro. Uno se queda mucho más tranquilo sabiendo que es él quien va a fotografiar a una pandilla de inexpertos figurantes.
La escena es larga (¡seis minutos!) y no menos compleja: la firma de Paz entre el Señor Von Ketten y el Obispo de Trento, con abundante presencia de testigos, acompañantes y hasta dos galgos huesudos. Sin levantar una voz, en su portuñol para amigos, Rita da algunas instrucciones que no todos entendemos u oímos: tenemos que cruzarnos, llegar a las marcas, pasar por detrás del obispo, situarnos a su espalda y hacer que conversamos, movernos de un grupo a otro, hacer algún aspaviento incluso, acercarnos de nuevo, volver a cruzarnos, disponernos frente a frente y, finalmente, abrazarnos antes de desaparecer del plano. Y todo esto mientras lo importante, perros incluidos, ocurre en otro sitio.
Rita y Acácio habían pensado hacerlo en plano-secuencia con travelling, pero lo descartan. Se hará, ya al día siguiente, en un único plano general, como buena parte de la película.
Nueva llamada al orden, la cosa ya va en serio. La excitación ha dado paso al cansancio, la eterna espera que es hacer cine, el vestuario pesa, hace calor en Trás-Os-Montes y los zapatos aprietan. Silencio, se rueda, contenemos la respiración. Empieza la torpe coreografía de cruces, saludos, reverencias, cuchicheos mudos y aspavientos poco controlados. Una toma, otra, otra más, perdemos la cuenta, el galgo no ha salido por donde debía, se ha metido en plano un ruido de fuera, alguien se ha pasado de la marca o se ha comido una línea del diálogo.
Desde el fondo del Domus, frente a su pantalla, Rita observa, coloca y recoloca a las figuras como un pintor en su caballete. Mira a Acácio buscando su aprobación. Repetimos de nuevo la escena contra todo cansancio. Los figurantes sevillanos, barões de pacotilla, creen haberlo hecho mal una vez más. Sin embargo, finalmente, se oye decir a Rita que tudo bem. Aplausos nerviosos de liberación. Hemos aparecido, mal que bien, en una escena de una de las mejores películas que puedan verse hoy en una pantalla de cine.
Mientras nos volvemos a vestir de paisano pensando en una cerveja helada, Rita y su equipo ya están preparando la siguiente escena unos metros más abajo.
> ‘La Portuguesa’, martes 21 de mayo, 20:00h., Cinesur Nervión.‘La Portuguesa’Cinesur Nervión.
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