Niños de vinilo para la eternidad
Las hermanas Carmen y Loren del Moral elaboran bebés hiperrealistas
No lloran, no gritan, no hacen sus necesidades al libre albedrío de su inmadura consciencia, no saben hablar, como el resto de recién nacidos, pero tampoco balbucean ni derraman la comida. Los bebés de Ternura Reborn del Moral guardan un parecido asombroso con sus alter ego vivientes y, en muchos aspectos, son como ellos. Tienen nombre y partida de nacimiento, requieren tantos cuidados como un pequeño real y no se compran, se adoptan.
Sus madres creadoras son Carmen y Loren del Moral, dos hermanas esteticistas que, desde hace siete años una, y un poco menos la otra, trabajan en Madrid durante los meses de invierno y en Isla Cristina durante la temporada estival dando forma a bebés que nacen cumpliendo desde un mes a dos años de vida, para no envejecer nunca junto a sus madres adoptivas.
El negocio queda en familia y en casa, puesto que no existe ninguna tienda. Como cuenta Carmen, "todo el material para la creación de los bebés nos llega desde Estados Unidos y elaboramos los pedidos a partir de esos moldes en nuestra propia casa", el primer hogar de los pequeños recién nacidos de vinilo, "para venderlos posteriormente a través de nuestra página web".
Estas creaciones no son muñecos, porque "los materiales que los componen no son aptos para los niños", aunque del Moral admite que algunas madres lo compran como juguete para sus propios hijos. Necesita el mismo (o incluso mayor) cuidado que un bebé original, ya que la particularidad de los elementos que lo componen así lo demandan.
Para el cabello, las hermanas utilizan pelaje de cabra como materia prima y se injerta pelo a pelo; la pintura, especial para este atípico tipo de piel, cubre capa a capa las entre 20 y 30 láminas que envuelven al retoño. El proceso de elaboración requiere una paciencia mínima de dos meses y una holgada cartera para niños que oscilan entre los 150 y los 900 euros.
La extravagancia del negocio aún está cortejando la demanda dentro de España. De cara a la Navidad, la originalidad de la iniciativa se hace un hueco entre las madres a la hora de hacer presentes.
Las comuniones también son una buena excusa para regalar a los pequeños protagonistas una hiperrealista réplica de entre dos y diez kilos de recuerdos pero, lejos de los intervalos que abren el frío invierno y cierran la cálida primavera, las ventas "son muy relativas, no te dan de comer".
Esto se refleja en el escepticismo de la clientela, tan arbitraria como exigente, ya que "en este mundo o te dicen que es un trabajo muy bonito o que es un niño muerto".
Las artistas madrileñas sacan provecho en la capital española de su hobby profesional. "Me gusta más hacerlos para mí que para venderlos", asegura Carmen, aunque reconoce el empeño y la dedicación que pone en todas y cada una de sus ventas, colocando "cada niño en una pequeña cestita junto a un manual de instrucciones para su cuidado y la partida de nacimiento".
El canastillo en el que el bebé se presenta junto a su documentación pertinente lo ha transportado ya no sólo por las ciudades españolas, sino que ha volado hasta lugares como Argentina o Chile.
Aunque las hermanas Del Moral no viven de la adopción de sus pequeños, lamentan que este negocio no pueda ser más transparente y sufra de la desconfianza de la gente que, buscando ofertas baratas, "adoptan muñecos de mala calidad, rellenados incluso con arena de gato", suponiendo un "auténtico fraude".
El sello de fiabilidad lleva la marca de la calidad de los productos elaborados en Ternura Reborn del Moral, puesto que "jamás nos han devuelto un bebé" por imperfecciones.
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