Manolo Cateca: El triángulo del vino en una goleta
Tras la Barra
La antigua bodega La Goleta es el bar con el que Manolo Rodríguez Navarro “siempre había soñado” cuando decidió ponerse al frente de una taberna
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La antigua Goleta a la vuelta de La Campana es un sueño de bar. Para ser más exactos es la taberna que le gusta a su dueño, Manolo Rodríguez Navarro. Ese es el nombre que aparece en su DNI, pero como ocurre con los taberneros de raza y los amigos de toda la vida, es conocido como Manolo Cateca.
Hasta hace unos diez años la relación con el mundo de las barras y las copas –más allá de ser el hermano de Pepe el de la Fresquita– era la de parroquiano de sus propios templos tabernarios. Entonces era delegado de Buades, la empresa de grifería y sanitarios. En su currículum, además de esta etapa entre griferías aparece un pasado como carnicero en un supermercado. Siempre en contacto directo con la gente. Y eso se nota desde la primera vez que alguien cruza la puerta de su bar.
De los grifos de lavabos a los de cerveza en un camino guiado por la palabra que más se pronuncia cada vez que hay una crisis económica: reinventarse. Para Manolo esa palabra significó hacerse cargo de un bar con mucha solera, La Goleta de La Campana. Un sitio con sabor que ha sabido respetar y al que le ha añadido la pizca de su esencia. La receta no sólo le ha salido bien, sino que cada vez tiene más personas queriendo probarla.
Parece mentira que en un sitio tan pequeño quepan 62 bodegas del marco de Jerez. Pregunta por alguna manzanilla o un oloroso y casi seguro que no te irás de allí sin probarlo. Pero sobre todo, lo mejor es dejarse llevar por Manolo y aceptar sus recomendaciones. En este caso, a la apuesta conocida de Toneles Gordos (bodega Delgado Zuleta), Manolo ha añadido un oloroso de Xixarito (bodegas Barón), toda una grata sorpresa. Para finalizar, una copa de Maruja han sido las elegidas para probar una milésima parte de lo que tiene.
Y no solo vinos. Los anises de Sevilla y Huelva también están bien representados: Los Hermanos de Carmona, Rigo de Fuentes de Andalucía o La Hormiga de Almonaster la Real son buenos compañeros para calentar las mañanas de invierno. "Tenemos tantos tipos que hay veces que llegan los mismos representantes de las bodegas para que los clientes prueben porque saben que los vinos están aquí seguro".
Quienes llegan a la barra de Cateca son parroquianos en el más estricto sentido de la palabra que llegan al pequeño bar de Manolo buscando la bendición y la charla de cada día. Se nota en la complicidad con la que Manolo sirve el vaso correspondiente a quien lo pide. "Disfruto mucho con mi bar y la buena clientela. Es el bar con el que siempre soñaba".
Hay un abuelo que viene todos los días desde Dos Hermanas y se toma una copita antes de ir a recoger al nieto al colegio. Una parroquia que cambia según las horas. "Esta es una taberna y va cambiando según pasa el tiempo . A partir de las 12:30 hay otro tipo de personas. Al final convives y combebes con ellos".
Manolo ha tenido un maestro muy cercano, su hermano Pepe, que regenta otro clásico del mundo tabernario sevillano, la Fresquita. "Trabajar, hay que trabajar porque hay que comer, pues vamos a disfrutar ya que hay que hacerlo obligatoriamente", sentencia tras la barra sin dejar de poner una copa de manzanilla. Porque faena no le falta. Sobre las 9:00 ya está preparando el día y alguno que otro se acerca para un aguardiente o, simplemente para charlar y anunciarle que se acercará más tarde a tomarse una copa. Pero el horario oficial de atención es de 11:00 a 16:00 de lunes a sábado y como buena parroquia de barra, de las que van quedando pocas, cierra las fiestas litúrgicas (santos festivos, la Inmaculada, Virgen de los Reyes o Virgen del Pilar).
Y a la hora de comer, una alegría para quienes les gusta pedir su propio plato. Aquí todo es por tapas, nada de raciones. Es de las clásicas. El vino por copa y la vianda por tapa. Eso no quiere decir que los platos sean pequeños. Tienen el tamaño justo para acompañar a la bebida y un detalle que es de agradecer. El precio incluye el pan o picos y el cubierto. "Si pongo unas berzas, sopa de tomate o algo que necesite pan, por qué se lo voy a cobrar aparte al cliente", razona con esa clarividencia que se adquiere tras la barra.
¿Qué no te puedes perder?
Ir al Cateca y no tomar una copa de manzanilla o de oloroso debería tener multa y si además dejas escapar una buena berza o la sopa de tomate, eso ya es cometer un delito con pena de cárcel. Todas las clásicas están en su carta. Desde los ahumados (pero de verdad) a chacinas, la mojama y guisos o tostas como la de anchoas imperiales.
Todo con una gran calidad que no da sorpresas a la hora de pagar y no sólo en los productos. El ambiente, la decoración y la forma de llevar el bar lo convierten en un oasis en medio de tanta franquicia.
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