Gloria Nazarenorum
La Hermandad del Silencio estrena mañana en la Casa de Pilatos la película sobre su dilatada historia y su singular cofradía, realizada por Carlos Colón y Carlos Valera
Una cofradía de cine llevada a la gran pantalla por quienes mejor saben quererla, que no son otros que sus hermanos, y que hará vibrar tanto a los que la viven desde el interior del atrio de San Antonio Abad como a quienes la esperan en el exterior, en la angostura de Francos o en la intimidad de Cuna. Carlos Colón, profesor de la Universidad de Sevilla y miembro del Consejo Editorial de Diario de Sevilla, como director y guionista, y Carlos Valera, como realizador y editor, estrenan mañana en la Casa de Pilatos la película Gloria Nazarenorum, que recoge en imágenes la grandeza y singularidad del Silencio como hermandad y cofradía.
La película afronta con éxito dos retos. La primera dificultad, si cabe, es la de llevar al séptimo arte una hermandad que encierra dos grandes contradicciones al ser una cofradía de cortejo austero y rico al mismo tiempo, una cofradía severa y de máximo rigor pero que jamás puede parecer siniestra y, por supuesto, una cofradía que representa un valor como el silencio, pero que tiene acompañamiento musical a base de un trío de capilla en cada paso. La otra complejidad estriba en saber hacer llegar al público el orgullo primitivo, un sentimiento que experimentan quienes han vestido alguna vez el ruán con las cinco cruces de Jerusalén prendidas en el corazón. Un orgullo sin valor excluyente, ni mucho menos elitista o soberbio, pero sin cuyo reflejo la película hubiera quedado incompleta. Ambos conocen bien ese orgullo. Colón, hermano del Silencio desde 1965 gracias a su padre, el periodista Antonio Colón, conoció una cofradía de tramos muy reducidos de nazarenos, con un cortejo de parejas bien separadas en la calle, de grandes apellidos en la nómina y de viejos manigueteros con túnicas moradas. Valera ha tenido el privilegio de ser costalero de la Virgen de la Concepción. Ambos conocen la casa, han sabido sacarle el mejor partido y, todo hay que decirlo, han guardado en la intimidad lo que los buenos hermanos del Silencio jamás revelan: todo aquello que ocurre en el templo cada Madrugada. Colón es rotundo: "Ni la hermandad lo hubiera permitido, ni los nazarenos hubieran querido, ni nosotros jamás lo hubiéramos planteado. Lo que allí ocurre debe quedar dentro".
Esta restricción no es óbice para que el público descubra mil y un detalles desconocidos de una cofradía única: el rito de la llegada al templo de los nazarenos, algunos de ellos con pajes de la mano; la irrupción y crecimiento de la cofradía por la Avenida, donde Colón sitúa el momento de mayor calidad cinematográfica; el contraluz del Nazareno en el interior del templo, obtenido con el juego de dos focos, o un primer plano de la Virgen iluminada exclusivamente con luz de luna; la recolecta del azahar la mañana del Miércoles Santo en la finca Santa Eufemia, los últimos preparativos del besamanos del Señor el primer viernes de marzo y el estudio al detalle de la imagen del dulcísimo Nazareno, incluido un plano cenital trasero de enorme belleza para el espectador.
La película se distribuye en dos DVD que suman casi dos horas de duración bajo los siguientes sugerentes títulos. El primero consta de tres partes: Crux Triumphas (El triunfo de la cruz), Sinelabe Concepta y Por la luz de las tardes de marzo. El segundo, de otros tres: Madrugada, Agonía del azahar y La danza del tiempo.
Gloria Nazarenorum aspira a reflejar la singularidad que muchos autores han valorado en una cofradía como el Silencio. Félix González de León ya la destacó en 1854: "De todas las cofradías de Sevilla, es la que ha estado durante más tiempo saliendo ininterrumpidamente el mismo día y a la misma hora. Si las cofradías cuentan las veces que han salido, ésta del Silencio cuenta las que no ha salido". O Blanco White, que en 1820 no tuvo reparo en revelar su desinterés por la Semana Santa y sus cofradías con una sola excepción: "Ninguna vale la pena, salvo la que tiene el privilegio de salir en la Madrugada".
Se abre la película con una imagen de las postrimerías, de Valdés Leal. Alcanza uno de los pasajes de mayor belleza cuando refleja la cofradía deshecha en el templo la mañana del Viernes Santo, cuando las varas están apiladas encima de los bancos, la cera recogida en los carros y el lirio y el azahar comienzan hermosamente a marchitarse. "Son auténticas naturalezas muertas. Y todo vuelve a la vida el Domingo de Resurrección, una fecha fundamental para la hermandad", dice Colón, a quien siempre ha apasionado contemplar los pasos de una cofradía en el templo recién acabada la estación de penitencia. "Al dirigir esta película me ha aflorado de nuevo ese orgullo primitivo que sentó en mis primeras salidas con la cera morada de Jesús Nazareno, cuando el aparato de la cofradía te sobrecogía, su belleza absoluta te deslumbraba".
Las cinco cruces de Jerusalén tienen especial tratamiento en la obra. Aparecen sobre todos los soportes: bordados, tapetes, altares, en los nazarenos de madera y antifaz levantados, etcétera. Todo con el objetivo de expresar una de las muestras más notables de la riqueza y multiplicación barroca que caracterizan esta cofradía. Se complementa la película con fotos antiguas, como las de la salida extraordinaria de 1954, grabados, contratos históricos (como el del encargo a Sebastián Santos para la ejecución de la Virgen) y hasta imágenes en sepia de la cofradía de 1940.
La película cuenta con la alocución de Chano Amador, cuyo inconfundible voz retrotrae al célebre programa radiofónico Saeta, expresión inmejorable del clasicismo mejor entendido de la información cofradiera. Los textos son del filósofo danés Kierkegaard, Rafael Montesinos, Joaquín Romero Murube ("Por la vira de oro de la luz de la tarde de marzo viene Jesús Nazareno..."), Antonio Núñez de Herrera, Juan Alberto Fernández Bañuls y del propio Colón. El final, cómo no, está dedicado a la apoteosis del Nazareno, pues todo, al fin y al cabo, gira en torno al abrazo al carey y plata de su cruz.
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