'Get back': ¡Qué días los de aquel mes!
Salir al cine
Llega a Disney+ la extraordinaria serie documental de casi ocho horas montada por Peter Jackson que recoge la preparación y grabación del que sería el último disco de estudio de The Beatles.
Cuando uno creía que las fuentes, documentos y archivos de los Beatles ya no podían explotarse más, llega a Disney+ el que tal vez sea el mejor y más valioso de todos ellos, tanto para los fans irredentos de la banda de Liverpool obsesionados con el completismo, como para aquellos otros que observamos con distancia y cierto recelo el marco general de hagiografía, santificación y mercadotecnia programada que rodea a los fabulosos cuatro, especialmente cuando se acercan las fechas navideñas.
En los fríos días de enero de 1969, tras un periodo de separación de casi un año y medio, Paul McCartney, John Lennon, George Harrison y Ringo Starr se reunían de nuevo en un plató de los estudios Twickenham de Londres para iniciar sin rumbo cierto la preparación del que sería su nuevo disco, Let it be, un trabajo que pretendía volver a la esencia primigenia del grupo y a ese sonido directo y sin postproducción de la interpretación en vivo. Aquellos ensayos bajo la gestión y supervisión de Apple, su nueva empresa corporativa, iban a ser igualmente registrados por las cámaras y micrófonos de Michael Lindsay-Hogg y su generoso equipo, en la que sin duda era una nueva operación de marketing destinada a expandir mundialmente la imagen de los Beatles mucho más allá de su carrera discográfica, tal y como venían haciendo desde los días de sus primeras películas ¡Qué noche la que de aquel día! y ¡Help!
El resultado fueron cerca de 60 horas de filmaciones en 16mm (McCartney se quejaría de la calidad del formato) y más de 150 horas de grabaciones de audio (muchas de ellas verdaderamente íntimas o indiscretas), de las que apenas se habían visto hasta ahora esas ya míticas imágenes del grupo tocando en vivo en la azotea del edificio en Savile Row ante unos viandantes atónitos y una policía con ganas de cortarles la luz salidas del mediocre documental Let it be (1970) firmado por el propio Lindsay-Hogg y ganador de un Oscar a la mejor banda sonora en 1970.
Lo que llega ahora a la plataforma Disney+, convenientemente restaurado en una calidad de imagen, colores y sonido apabullante, son casi ocho horas meticulosamente montadas por Peter Jackson y su equipo a partir de aquel material original (también el fotográfico o el proveniente de los archivos personales, especialmente el de la visita mística a la India), un auténtico relato cronológico en tres partes de los hechos y los días que permite, como pocos documentos nos han mostrado, ver y oír el proceso de trabajo, las relaciones personales, la batalla de egos y sensibilidades, los problemas y dificultades de producción o la visión comercial del proyecto, algo bastante aproximado a lo que realmente debía ser la dinámica de la banda, en todo caso consciente siempre de estar siendo filmada y grabada, en los meses previos a su disolución definitiva, destino que planea por el documental en todo momento y cuyos primeros avisos se atisban con la fuga momentánea de Harrison a su casa con la que se cierra por todo lo alto la primera parte.
Si esta transcurre íntegramente en el plató vacío, desnudo y con pésima acústica de Twinckenham, donde la presencia silenciosa y oscura de Yoko Ono se revela como un maravilloso y siniestro hallazgo narrativo insertado en el corazón de la trama, la segunda se traslada ya a los flamantes estudios de Apple donde las canciones (Get back, Let it be, Don’t let me down, Across the Universe, I me mine, I’ve got a feeling, The long and winding road…) empiezan a cobrar forma, casi todas ellas de la mano maestra y genialoide de McCartney y con un Lennon siempre en contraplano y contrapunto algo gamberro, y donde afloran también las circunstancias autoconscientes sobre el destino de las mismas, su presentación en vivo ante la audiencia (pudo ser en mitad del desierto en Libia, aunque será finalmente allí mismo, en la azotea), y su viabilidad final como parte de un nuevo (y último) disco que pasaría de nuevo por las manos del ingeniero Glyn Johns y Phil Spector antes de ver su forma definitiva en mayo de 1970.
Nunca unos ensayos, sus tiempos muertos, sus esperas, inicios, parones, reinicios y despedidas, la progresión, el trabajo y pulido de un puñado de canciones memorables o el entretenimiento tocando viejos clásicos del rock’n’roll, la colaboración conjunta (o no tanto), el cansancio o el aburrimiento, el movimiento, las visitas y el pulular constante de los productores, asistentes, managers, amigos (especialmente relevante para el sonido del disco y el concierto final fue la llegada del teclista Billy Preston), parejas y el propio equipo de rodaje alrededor de los cuatro miembros de la banda, su control de su propia imagen de cara al presente y al futuro, los roces y verdaderos momentos de goce colectivo, fueron documentados de una manera tan extraordinaria, directa, prolija y cercana. Pocas veces un material en bruto mejor tratado y recuperado en la forma de un relato en tres actos de la que sin duda es una página memorable e irrepetible de la historia de la música popular.
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