Evolución del cauce del Guadalquivir (I)
Sevilla ayer y hoy
PRÓXIMA ENTREGA Miércoles, 8 de febrero.El buque escuela 'Juan Sebastián Elcano' con 22 pies ingleses de calado o el crucero 'Blas de Lezo' con eslora de 140,82 metros, llegaron al puerto sevillano en 1928 sin problemas de navegación
CUANDO se opina sobre el dragado del cauce del Guadalquivir parece que se ignora una circunstancia muy importante, que es su evolución histórica. De manera que el cauce de 2011 no tiene nada que ver con el cauce de los Siglos de Oro, los siglos XVI y XVII. Y nadie puede dudar que en esa época ya existían el Coto de Doñana y el ecosistema de marismas que llega hasta nuestros días, al margen de las alteraciones que se han realizado desde el siglo XVIII hasta 1992. Al margen y a pesar de esas alteraciones…
Otros aspectos claves son el reconocimiento del Coto de Doñana como Parque Nacional (1969) y el diseño de su entorno y la introducción del cultivo arrocero (años 20 de la pasada centuria). También estos temas merecen un análisis documentado, desapasionado y racional.
Creemos que es indicativo recordar que el cauce del Guadalquivir y la zona portuaria sevillana admitieron la navegación de navíos que ahora no pueden hacerlo. Es decir, se ha perdido calado, lo que acredita que existió en otros tiempos y no supuso contratiempos para el ecosistema. O al menos no se plantearon nunca. Esto es muy importante, porque no es razonable mantener criterios que no tienen en cuenta el pasado del cauce.
Como ejemplos podemos recordar que bastaría consultar los balances anuales de la antigua Junta de Obras del Puerto durante los años finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, para poder comprobar, por ejemplo, que el buque escuela Juan Sebastián Elcano con 22 pies ingleses de calado o el crucero Blas de Lezo con eslora de 140,82 metros llegaron al puerto sevillano en 1928 sin ningún tipo de problemas. ¿Podrían hacerlo ahora?
Es conveniente conocer la evolución ancestral del calado de la ría, que de trece pies ingleses en 1870 aumentó a 18,6 en 1900, habiendo entrado incluso un buque con 19 pies, el Cabo Peña, de Ibarra y Cía. Además, estas cotas de calado serían considerablemente superadas en los años veinte, y fue tema fundamental de las controversias que se suscitarían durante la segunda mitad de la anterior centuria, al reducirse de manera considerable la capacidad de navegación del cauce por falta de dragado.
En 1902, a más de treinta años de distancia del esfuerzo regenerador de Pastor y Landero, la Junta de Obras le recordaba con gratitud: "La administración del Estado, arrastrada, digámoslo así, por las energías del inolvidable ingeniero Manuel Pastor y Landero, y el patriotismo del comercio local, hicieron surgir el actual puerto de Sevilla y la navegación de la ría del Guadalquivir". Pero sin triunfalismo, después del reconocimiento a la obra bien hecha, se exponían unas realidades portuarias que había que atender con urgencia, para mantener el calado suficiente y las instalaciones de muelles. Hay que significar que hace dos mil años el recorrido del río se producía por lo que hoy es el centro de la ciudad. Ello nos da una idea de las importantes modificaciones que se realizaron a su paso por Sevilla. La historia de la ciudad, su esplendor y su decadencia van ligados al Guadalquivir.
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